Un renovado Real Zaragoza vuelve a ganar en Tarragona al colista Nástic

El Real Zaragoza se impuso por 1-3 al colista Nástic en el primer triunfo de Alcaraz como entrenador y sale de los puestos de descenso.

Nástic-Real Zaragoza
Nástic-Real Zaragoza
Tjerk Van Der Meulen

Fin a la crisis de malos resultados. El Real Zaragoza venció 1-3 en Tarragona al colista Nástic en un duelo por todo lo bajo de la tabla clasificatoria y sale así de los puestos de descenso tras un partido complicado, denso, con poco fútbol y muchos vértigos en todos sus protagonistas. El presente del atribulado equipo blanquillo se torna así más calmado tras más de dos meses de zozobras y dudas. La visita a la capital tarraconense, crucial por todo lo que había en juego, significó un espaldarazo al propósito de enmienda del club blanquillo, que observa su futuro más inmediato con otra cara, con mejores augurios.

La noche arrancó con una revolución total del Real Zaragoza. Lucas Alcaraz, el entrenador blanquillo, dejó en el banquillo a Zapater, Igbekeme, Aguirre, Álex Muñoz y Álvaro Vázquez e introdujo en el once inicial a Perone, Ros, Nieto y Pep Biel. Una mutación súbita, tremenda, que cambió la cara del equipo de manera radical respecto de lo visto hasta ahora, dejando atrás el manido rombo y apostando por una defensa de cinco, con tres centrales, incrustando a Nieto en esa posición postiza para el canterano. La intención estaba clara: romper y rasgar con todo lo anterior. Buscar el revulsivo que requería la cita por la vía nominal y, asimismo, por el dibujo en la pizarra. Todo prácticamente nuevo, raro de ver, imposible de analizar a priori por falta de referencias desde el verano.

Y, de entrada, la apuesta salió rana. El Zaragoza salió perdiendo del vestuario porque en el minuto 3 encajó el 1-0 por la misma vía de tantas veces: el balón parado mal defendido. Fue un córner, el primero de una serie consecutiva que embotelló a los zaragozanos durante los primeros minutos del duelo, que remató Fali tras irse de la marca de Verdasca. La cosa empezaba torcida, para poner más grado de dificultad al empeño de acabar con la tóxica racha de ocho partidos sin ganar. El colista Nástic tomó ventaja de inmediato, lo que venía de perlas a los de Enrique Martín Monreal, que flotaban de alegría por tal circunstancia tempranera.

Le costó muchos minutos al equipo de Alcaraz coger la onda del choque. Le faltaba fluidez con el balón, imaginación en las combinaciones. Solo Pombo, el más enchufado con diferencia, intentaba acciones potables, sin encontrar apoyos en nadie. Biel andaba despistado. Ros tardó en entrar en juego. Gual se mostró errático sin fin. Eguaras anduvo guadianesco, en la línea mostrada desde su reaparición tras la lesión. Llegaba cerca del área el cuadro blanquillo pero no lograba terminar nada bien. Verdasca, en una falta prometedora en el minuto 13, remató fatal contra un hombre de la barrera, en lo que fue el primer intento ofensivo visitante.

El cuadro tarraconense dio varios pasos atrás favorecido por su ventaja en el marcador. El Zaragoza avanzó paso a paso, punteando la zona de peligro, pero sin acierto final en ningún caso. El tiempo pasaba desesperadamente, mostrando las carencias del colista catalán sin que los blanquillos pudieran acercarse a Becerra, su portero, con algo de cicuta. En una trama aburrida a más no poder, solo encendida desde el prisma zaragocista por la enorme necesidad de reaccionar como fuera, llegó el afortunado y providencial gol del empate. Lo hizo en un córner forzado por el activo Pombo en el minuto 31. Lo lanzó Javi Ros, de rosca y cerrado a media altura. Nadie lo restó a la corta y, tras dar en el central Djetei, se desvió lo justo para superar a Becerra por el segundo palo. Sin apenas tirar entre los tres palos, el Zaragoza había hecho lo más difícil entre su espesura y nerviosismo: igualar la pugna para volver a empezar de nuevo.

Quedaba una hora por delante y el mal inicial estaba reparado mínimamente. El Nástic, además, quedó tocado tras ese 1-1 y el Zaragoza amenazó en varias llegadas al área de Gual con anotar el 1-2. Pero el ariete badalonés no tuvo su noche, fallón, lento de resolución, siempre chutó contra las piernas de los rivales para desesperación propia y de los demás. Los locales solo replicaron en el minuto 42, con una contra que culminó Márquez con un disparo desde fuera del área, raso, que se le marchó fuera. El descanso fue un alivio para la escasa afición congregada en las semivacías gradas del Nou Estadi. Una pausa que la vista agradeció.

En la reanudación, con todo abierto para cualquier desembocadura, ni Martín ni Alcaraz movieron fichas. Pero para el técnico grana esa expectativa duró unos breves minutos y enseguida apostó por la ofensiva, retirando al lateral Coris para meter al extremo Tete, un hombre con más gol y afán ofensivo. El empate, realmente, no le servía a ninguno de los dos rivales. Era lo más parecido a una derrota en una noche de máxima exigencia. No podían conformarse con el mal menor. Esta vez ese planteamiento no servía. Entre tanto, el Zaragoza asomó a la segunda mitad algo timorato, sin el empuje del final de los primeros 45 minutos. Algo debía remover Lucas ante tal evidencia. De ese modo, tal y como estaba jugando su equipo, lograr el segundo tanto era un imposible.

En el minuto 60, Javi Ros no llegó por poco a rematar a bocajarro un centro raso de Pep Biel en otra jugada iniciada por Pombo. Fue el primer amago de algo entre los blanquillos. Una manera de dar muestras de unos gramos de vida. El partido estaba alborotado, con faltas constantes, con tarjetas por discusiones entre jugadores, con interrupciones encadenadas. Desagradable de ver. Rocha relevó a Fali, lesionado, lo que supuso una baja importante para los catalanes por la fortaleza que daba al medio campo el veterano jugador local.

Y en ese tramo de juego deslavazado, en el minuto 64, el Zaragoza encontró, de nuevo a balón parado, el alivio a sus males creativos. Una falta al borde del área por agarrón de Albentosa a Gual la transformó directamente, de rosca, el debutante Pep Biel. Un gol balsámico. Un momento culminante del partido. Sin nada de fútbol de por medio, en una maraña de marrullerías, el Real Zaragoza lograba ponerse por delante y dejar prácticamente K.O. a un Nástic histérico y sin muestras de poder reaccionar por sí solo. Únicamente el equipo de Alcaraz podía dar vida en los últimos 25 minutos del choque a un contrincante que tiene una pinta fatal a estas alturas de la temporada. El objetivo de volver a la senda de los triunfos estaba cerca. Era cuestión de saber manejar los tiempos.

Martín metió en danza a otro punta, Barreiro, a la desesperada. Por su parte, Alcaraz, cambió de punta y devolvió a la actividad a Álvaro Vázquez en vez de un deficiente Gual. Se encaraba la recta final con todos los condicionantes favorables a los zaragocistas, una vez remontado el susto y contratiempo inicial con ese 1-0 que tanto miedo dio cuando el partido se puso en marcha.  El Nástic empezó a achuchar con balones a la olla en busca de sus tanques, Del Moral y Barreiro. Éste se anticipó de cabeza a Cristian Álvarez en el minuto 79, pero no encontró puerta. Era el aviso de lo que aguardaba al Zaragoza hasta el pitido final. Poco después, fue Luis Suárez el que remató alto desde el borde del área. Tocaba sufrir atrás, en donde se metieron los once zaragocistas en muchos momentos, a veces de forma exagerada.

El equipo aragonés aguantó bien el chaparrón y cuando ya se rebasaba el 90 mató al cadavérico Nástic con el 1-3. El lateral Javi Jiménez, que se había roto segundos antes y cojeaba, hizo una cesión suicida atrás ante la presión de Pombo y le regaló el mano a mano a Álvaro Vázquez, que no desaprovechó la donación. Encaró a Becerra lo batió con clase por bajo. El triunfo estaba ya en el bote. Un respiro hondo y profundo para todo el zaragocismo. Una alegría inmensa en momentos duros, de necesidades y urgencias tremendas. El pitido final de Milla Alvendiz fue una liberación. Se acababa la crisis. Se ponía la primera piedra para la resurrección que deberá continuar el sábado en La Romareda ante el Mallorca.

Ficha Técnica

Gimnástic Tarragona: Becerra; Coris (Tete, 52), Djetei (Barreiro, 68), Albentosa, Mejías, Javi Jiménez; Fali (Rocha, 62), Márquez, Brugué; Luis Suárez y Manu del Moral.

Real Zaragoza: Cristian Álvarez; Delmás, Verdasca, Perone, Nieto, Lasure; Eguaras, Javi Ros, Pep Biel (Zapater, 84); Pombo (Aguirre, 93) y M. Gual (Álvaro Vázquez, 71).

Árbitro: Milla Alvendiz (Comité Andaluz). Amonestó a Fali (12), Nieto (45), Luis Suárez (51), M. Gual (59), Márquez (59), Albentosa (64), Pombo (66) y Cristian Álvarez (82).

Goles: 1-0, min 3: Fali. 1-1, min. 31: Djetei, en propia puerta. 1-2, min. 64: P. Biel. 1-3, min. 90: Álvaro Vázquez.

Incidencias: Noche de lunes agradable en Tarragona, con 16 grados tras un día soleado. El césped del Nou Estadi presentó unas buenas condiciones. En las gradas hubo alrededor de 4.300 espectadores, una pobre entrada.

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