La fascinante vida de la escritora Maruja Collados se apaga a los 99 años

Columnista de HERALDO desde hace medio siglo, días atrás se presentó su antología de su obra: ‘Desde mi cristal’.

Maruja Collados, narradora y columnista, en su casa.
Maruja Collados, narradora y columnista, en su casa.
Guillermo Mestre

"Mi madre se ha ido tranquila y sin sufrir. Una bendición. Ha disfrutado de ver el libro 'Desde mi cristal', la antología de sus artículos que se presentó hace unos días en la Biblioteca de Aragón, y de ver el cariño que tanta gente le ha demostrado. Lo último que leyó fue la columna que le dedicó Encarna Samitier el jueves en HERALDO", decía ayer, casi a medianoche, Luis Pérez Collados, notario e hijo de Maruja Collados (Híjar, Teruel, 1924-Zaragoza, 2023), que fallecía en paz a los 99 años.

Colaboradora de HERALDO desde los años 70, era madre también del escritor y catedrático de Derecho José María y de la actriz María Confussion. Los tres fundaron la editorial Nuevos Rumbos y ahí le publicaron su último libro, que vio con sorpresa y gratitud. 'Desde mi cristal' es una selección de sus artículos y también una suerte de autobiografía de una vida literaria fascinante. En el volumen, donde se incluyen algunos de sus cuentos y poemas, habla de su primera entrevista a Pío Baroja, que la recibió en casa y le dijo que había estado a punto de casarse con una mujer francesa, y de otros escritores, de su admiración por Juan Ramón Jiménez, de su lectura del Quijote (decía a HERALDO que le encantan "los personajes masculinos, especialmente el bachiller Sansón Carrasco") y de otras muchas cosas: Aragón, Goya, Cajal, los cementerios, Isabel de Portugal, Miguel de Unamuno, Los Amantes de Teruel, etc., la cocina o el paisaje.

Maruja cultivaba un estilo terso y poético, y poseía la facilidad de los buenos columnistas: abordada cualquier asunto y lo solventaba con su mirada, su sensibilidad, la elegancia y la pura percepción lírica. Como hacen estilistas como César González Ruano, Manuel Vicent, Rosa Montero o Mariano Gistaín.

Llevaba Teruel en el corazón, y especialmente su pueblo, donde, en un regreso desde Madrid, donde vivía, conocería a su futuro esposo, el militar Porfirio Pérez, que trabajaba en el ferrocarril. "Nos vimos y nos enamoramos. Ha sido mi único amor. He sido muy feliz con él. Recuerdo que hicimos dos preciosos viajes: uno a París, inolvidable, y otro, aún más extraordinario a Roma, del que publiqué una serie", decía hace unos con su hermana Conchita. Porfirio y Maruja se casaron en 1954, y luego se trasladaron a Zaragoza.

Maruja se retrataba así: "Del periodismo siempre me ha gustado mucho la inmediatez, contar las cosas de la vida con ese vértigo. Nunca he dejado de escribir. Empecé a colaborar en HERALDO; al principio no me decían nada. Luego, primero me publicaban mis textos en cartas al director, más tarde me dieron una sección fija. Mi vida ha estado gobernada por la poesía y la imaginación, y el periodismo me ha encantado", decía con una sonrisa.

Pero antes de fijar su residencia en Zaragoza, había vivido la que llamaba la gran experiencia cultural de su vida. Gracias a un tío suyo entró en contacto con el periodismo y la literatura. Frecuentó a grandes figuras como Agustín de Foxá, Dámaso Alonso, Cela, Gloria Fuertes, Ana María Matute o Elena Fortún, con quien organizó el ciclo 'Versos con falda'. Acudía al café Gijón y la taberna Luis Candelas.

En su última entrevista nos decía que aquella había sido una época muy feliz, aunque no lo fueron menos sus años de columnista en HERALDO. Su hijo Luis recordaba que escribió con su habitual primor hasta la pandemia.

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