sucesos 

Una ventana algo más que indiscreta en Miguel Servet

Unas jóvenes universitarias se defienden con carteles frente a un vecino exhibicionista de la calle de Miguel Servet de Zaragoza. 

Carteles colocados por las jóvenes con los que tratan de disuadir al vecino al que han sorprendido varias veces exhibiéndose ante ellas.
Carteles colocados por las jóvenes con los que tratan de disuadir al vecino al que han sorprendido varias veces masturbándose ante ellas.
Guillermo Mestre

Tres jóvenes universitarias residentes en un piso de la calle de Miguel Servet de Zaragoza se han visto abocadas a hacer público el problema que tienen con un vecino que reside justo enfrente de ellas, también en una primera planta, para ver si así pueden solucionarlo.

Hasta hace unos meses estaban tranquilas, pero desde que el actual inquilino se instaló en esa casa su vida se ha visto alterada. Llamaron a la Policía, pero les dijeron que no podían hacer nada, así que optaron por pasar a la acción de la manera más directa que se les ocurrió: "Al anciano del primer piso de enfrente, por favor, deja de masturbarte mirándome". Este claro mensaje podía leerse el pasado mes de febrero en los nueve folios que colocaron pegados en sus ventanas para que el interpelado los leyese y se diera por aludido.

Su estrategia surtió efecto, pero solo durante unos días porque el pasado 16 de marzo volvió a las andadas. Cuentan que el hombre no se oculta, sino que elige la hora en la que cae la noche para, desnudo por completo, encender la luz de la habitación que da a la calle, lo que hace que sea totalmente visible para ellas –y para cualquiera que se pare en el paso de peatones de enfrente–, y empezar a tocarse. Ese mismo día las jóvenes, persiguiendo de nuevo que el hombre se retrajese y desalentara, decidieron cambiar los carteles por otros cinco con una leyenda que reza ahora del siguiente tenor: "Al anciano del primer piso de enfrente, la tienes pequeña".

La intención con los mensajes  colocados en los cristales de su casa no es otra que disuadirle de que deje ejercer su práctica onanista de cara a la ventana cuando se percata de que las jóvenes están estudiando.

La respuesta de la Policía cuando una de las chicas llamó para contar lo que estaba pasando les resultó decepcionante. Le explicaron que como ella no era menor de edad, no podían hacer nada porque el ciudadano estaba en su morada y tiene intactos todos sus derechos. Le indicaron que el acto supondría un delito si ella hubiera sido una niña o el hombre lo hiciera delante de menores, pero si no era así lo único que podían hacer era cerrar sus persianas.

La realidad es así, ya que el Código Penal, en el artículo 185 que regula los delitos de exhibicionismo y provocación sexual, recoge que quien "ejecutare o hiciere ejecutar a otra persona actos de exhibición obscena ante menores de edad o personas con discapacidad necesitadas de especial protección, será castigado con la pena de prisión de seis meses a un año o multa de 12 a 24 meses".

"Aquí, en nuestro piso, no hay niños, pero en el edificio sí que viven unos cuantos. Nosotras somos inquilinas estacionales y nos marcharemos, pero en la comunidad viven de manera permanente. Yo, si tuviera hijos, no estaría tranquila con alguien así enfrente que haga eso", manifiesta una de las jóvenes que lleva tres años alquilada en ese domicilio.

"Claro, te quedas pensando y te preguntas: ¿no puedo estudiar con luz natural en mi cuarto porque hay un cerdo que se masturba mirándome y queriendo que lo vea?", inquiere una de las universitarias. Las jóvenes hablaron con el presidente de la comunidad de vecinos, pero también les dijo que no podía hacer nada al respecto. "A ver si hay otras quejas, pero parece que somos las únicas afectadas", afirman.

"De lejos no veo bien", afirma el vecino de enfrente

El vecino de enfrente, por su parte, negó a este diario la imputación que hacen las jóvenes. Al preguntarle si sabía de la existencia de los carteles, lo que ponía en ellos y si se daba por aludido, respondió: "No, no. Además, de lejos no veo bien". Añadió que ignoraba si se referían a él o a otros vecinos de la misma planta, a los que dijo no conocer.

Las muchachas, que lo han sorprendido hasta en tres ocasiones, han tenido que cambiar la rutina de estudio en casa y si notan que el individuo empieza a rondar por la ventana y a mirar hacia sus cuartos, bajan la persiana. "Paso, ya me llevé la desagradable experiencia la vez anterior y no quiero vivirla de nuevo", afirma una de ellas. Entienden perfectamente que el hombre en su casa puede hacer lo que quiera, pero denuncian que la intención clara es exhibirse ante la gente. De hecho, las habitaciones son perfectamente visibles desde la calle por los peatones o incluso por los clientes del bar de enfrente.

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