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Un juego inocente o una agresión sexual: un acusado se juega hasta 15 años de cárcel

La Audiencia Provincial de Zaragoza juzga a un hombre de 66 años por un delito de agresión sexual a una niña de 9. 

El juicio se ha celebrado este viernes en la Audiencia Provincial de Zaragoza.
El juicio se ha celebrado este viernes en la Audiencia Provincial de Zaragoza.
M. G. C.

La Sección Tercera de la Audiencia Provincial de Zaragoza tiene la difícil tarea de decidir si existen pruebas suficientes para condenar a un hombre por un delito de agresión sexual a una niña de 9 años. La menor asegura que la tocó en la zona genital y le introdujo un dedo en el ano. Y él afirma que solo la levantó en el aire y le hizo cosquillas, sin ningún ánimo libidinoso. La cuestión no es baladí, pues la pena a imponer según aprecie que sucedió una u otra cosa va de trece a quince años de cárcel, que solicitan las acusaciones pública y particular, o la absolución, que pide la defensa.

Durante cuatro horas, el tribunal ha escuchado este viernes al acusado, Luis M. G., de 66 años, odontólogo de profesión, vecino y amigo de la familia de la niña hasta que sucedieron los hechos. También a la menor y a otros trece testigos, entre los que se entraban la esposa del acusado, la madre y la abuela de la pequeña; ocho forenses -especialistas en medicina legal y en psicología-, dos policías y tres testigos, uno de ellos, tutor de la menor en el colegio.

La presunta agresión se cometió el viernes 16 de diciembre de 2022 en la vivienda de Luis M. G. cuando la niña subió con él para que viera el árbol de Navidad. Ese día habían quedado a cenar fuera de casa el acusado y su esposa con la abuela de la niña, vecina del piso inmediatamente inferior con quien tenían muy buena relación. La pequeña les acompañó porque la progenitora tenía una cena de empresa y la dejó con su madre.

Todos coincidieron en que cuando regresaron se tomaron una copa de cava en casa de la abuela, aunque divergieron en quién propuso esa última reunión. Según la pareja, fue la abuela y, según ésta, fueron los vecinos. Al entrar, el matrimonio elogió la iluminación navideña y dijo que también había puesto un árbol muy bonito en su domicilio. “La niña insistió en verlo. Dijimos que ya era tarde, pero insistió. Mi mujer me dijo: ‘Sube tú y se lo enseñas”, ha explicado Luis M. G.

“La abuela abrió la puerta porque la solía cerrar con llave, salimos y en un momento llegamos al piso. Encendí las luces del árbol, le gustó y vio también la colección de conchas. Después de eso, por hacer la gracia, le pregunté si tenía cosquillas y me dijo que sí. Luego la levanté, para hacer el avión, y la cogí poniéndole una mano en la zona del ombligo y otra en las piernas y le di dos vueltas. Luego la dejé en el suelo y, cuando nos disponíamos a salir, sonó el teléfono porque me llamaba mi mujer. No lo llegué a coger porque ya estábamos saliendo. No fueron más de cinco minutos”, ha declarado el acusado.

Luego, se volvieron a juntar todos en el salón -incluida la menor que estaba jugando con el móvil- y, al rato, la abuela llevó a la nieta a la habitación para que se acostara. La adulta asegura que en ese momento, la niña le dijo que le había puesto “la mano en las bragas” y le había tocado el “culete”. “Me quedé en shock. Le quité el móvil para que se durmiera porque ellos seguían en mi casa”, ha señalado la mujer. En ese momento no les dijo nada, ni tampoco a su hija cuando más tarde acudió a recoger a la pequeña para llevársela a su casa, en la misma calle. Según declaró, no es cierto que abriera la puerta a Luis M. G. para que saliera con su nieta. “No me enteré de que se fueron porque llevaba los audífonos y estaba en el salón”, dijo.

A la mañana siguiente, cuando la madre estaba preparándose con la niña para llevarla a una misa en el colegio, asegura que le dijo: “Mamá, siéntate el sofá que tengo una cosa importante que contarte. Ayer Luis me metió el dedo en el culo. “Me quedé en shock. Se lo dije a mi madre y me respondió, ‘ahora voy’. Cuando llegó, nos dijo que también que la había intentado besar en la boca y que se apartó. Y que le había chupado o mordido en la espalda”, ha añadido. Ese día, no obstante, la madre llevó al partido de baloncesto que también tenía y a un cumpleaños por la tarde. “Quería que hiciera una vida normal”, aseguró y añadió que seguía bloqueada. No fue hasta que se juntó por la noche con amigas cuando la niña les dijo que tenía que contarles una cosa: “Chicas, ayer me violaron”. Ahí reaccionó la madre, llevó a la menor al hospital y llamó a la Policía.

Durante el juicio tanto la familia de la niña como los psicólogos forenses que se entrevistaron con ella han matizado que por “violar” la pequeña entendía que alguien le había hecho algo que ella no quería y que le había hecho daño. “Pero no lo comprende como un adulto”, han expresado.

Los médicos forenses que la examinaron han contado que hallaron lesiones “muy leves todas”, pero recientes. Detallaron un pequeño eritema en la espalda y dos en el margen anal (teniendo como referencia las agujas de un reloj, uno en posición a las 12.00 y otro, a las 18.00). Especificaron que se trataba de “leves rojeces” y calificaron el origen de las mismas de “inespecífico”. Es decir, que podían corresponder o no con lo que dice la niña. Otras dos doctoras incidieron en que, de ser cierto que el adulto introdujo un dedo bruscamente debería tener más lesiones y pérdida de tono del esfínter.

La pequeña fue explorada por psicólogas forenses. Unas indicaron que está capacitada para declarar y que su relato es espontáneo, creíble y no fabula, pero otras detectaron inconsistencias y contradicciones, así como que las dos primeras veces que contó lo sucedido no dijo nada del dedo, punto nuclear en este asunto.

Para la Fiscalía y la acusación particular, la declaración de la menor cumple los criterios de credibilidad, tiene una estructura lógica y las lesiones que presenta, por leves que sean, la corroboran. Igualmente, resaltaron que se halló ADN del acusado en la felpa de la braga de la niña y en la cintura del pantalón que vestía. Por esa razón, la primera pide una condena de 13 años de cárcel y la segunda, de 15.

Mientras, para la defensa, a cargo de los penalistas zaragozanos Enrique Trebolle y Carmen Cifuentes, no se ha desvirtuado la presunción de inocencia de su cliente, que está en prisión provisional, y cree que las cosas sucedieron tal y como él ha contado siempre. Ha subrayado que las leves lesiones “inespecíficas” que presenta pueden deberse a que estuvo jugando ese día al baloncesto y en un parque de bolas y, además, tiene una dermatitis atópica. Ha destacado que no se encontró ADN en el cuerpo de la niña ni en la zona genital y que es más compatible con lo que dice que hizo. “El afirma que es la gracia con un jueguecito que ya le ha costado 16 meses de cárcel. No hay ánimo libidinoso ni de vulnerar la indemnidad sexual de la menor", ha comentado. 

También ha aludido a que durante el curso escolar no tuvo ningún cambio, como ha confirmado el tutor, y que no ha requerido tratamiento psicológico. La madre ha explicado que este curso sí ha bajado notas y hace poco que va al psicólogo y tiene miedos.

El abogado ha destacado la importancia de un testigo con el que se entrevistó al día siguiente la abuela de la niña, antes de denunciar. Esta persona, amigo de ambas partes, le recomendó que hablara con Luis M. G. o con su mujer para ver lo que había pasado.  

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