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Homicidio de la avenida de Madrid: “Si hubiera querido asesinar me hubiera marchado después con mi hija”

En sus últimas palabras ante el jurado, la acusada Natalia Chiguachi mantiene su inocencia y lamenta lo ocurrido. “Nunca tuve la intención de que todo esto acabara así”, afirma.

Natalia Chiguachi, de espaldas, en la primera sesión del juicio en el que está acusada de matar a quien era su novio.
Natalia Chiguachi, de espaldas, en la primera sesión del juicio en el que está acusada de matar a quien era su novio.
Guillermo Mestre

En sus últimas palabras en el juicio con jurado en el que comparece como acusada por homicidio, Natalia Chiguachi lamentó este jueves lo sucedido la madrugada del 5 de febrero del año pasado en la que en un piso de la avenida de Madrid en Zaragoza murió el que era su novio, Sliman Guiz. A la vez, trató también de sostener su inocencia. “Nunca tuve la intención que de que todo esto acabara así. Si hubiera querido asesinar, me hubiera marchado después con mi hija”, expuso.

Tras cuatro sesiones previas en la Audiencia Provincial de Zaragoza, el jurado deberá decidir el próximo lunes el veredicto de un caso en el que como la fiscal y los abogados de parte coincidieron en sus alegatos finales solo Natalia Chiguachi sabe lo que ocurrió. Para el ministerio público y la acusación, ejercida por Alejandro Giménez, todos los indicios apuntan a que fue la acusada quién mató a Sliman Guiz apuñalándole con un cuchillo de cocina que penetró en su corazón. La defensa, a cargo de Juan Carlos Macarrón, en cambio mantiene que fue un accidente y justificó las contradicciones y falta de detalle en las declaraciones de su representada remitiéndose a su estado de ánimo. “Siempre ha dicho esencialmente la verdad, a una persona traumatizada no se le pueden pedir detalles”, expuso.

Sobre las 10.00 de la mañana del día de los hechos, Chiguachi llamó al 112 para pedir ayuda para su pareja. “Se ha pinchado con algo”, explicó a los servicios de urgencia. Al piso, en el que solo se encontraban ellos dos, la hija de dos años de Chiguachi fruto de una relación anterior y un perro, acudió en un primer momento una patrulla de Seguridad Ciudadana de la Policía Nacional que se encontró a Guiz, joven de 26 años, recostado sobre un sofá. La mujer manifestó a los agentes que acababa de perder la consciencia y estos, en un primer momento, intentaron que respondiese a diversos estímulos. Al no lograrlo, lo bajaron al suelo y comenzaron con una serie de maniobras de reanimación que después continuaron sin éxito los servicios médicos que se personaron.

Al levantarle la camiseta que vestía Guiz, un joven de 26 años, se descubrió un corte en el costado. Primero Chiguachi, de 32, afirmó que se lo podía haber hecho al caer sobre la pata de un patinete en el pasillo de la casa y, dado que ese objeto no era compatible con la herida, ante la insistencia de los policías señaló también al único cuchillo presente en el domicilio y que las pruebas forenses han determinado que fue el arma del crimen. Estaba en la cocina y se encontraba limpio. Las pruebas posteriores encontraron en restos biológicos del fallecido y la acusada en la punta.

Atendiendo a los testimonios de los vecinos, la fiscal y el abogado de la acusación sitúan la hora de la muerte de Guiz a las 8.30. Es cuando dejaron de escucharse gritos en la casa tras una madrugada marcada por una serie de discusiones y amenazas en la que incluso se había producido una visita previa de la Policía Nacional en la que Chiguachi rechazó la ayuda que se le ofreció. Consideran el ministerio público y el letrado Alejandro Giménez que Natalia Chiguachi durante hora y media, el tiempo que transcurrió hasta que llamó a urgencias, estuvo preparando su coartada. Al respecto, los miembros del Grupo de Homicidios que declararon ante el tribunal afirmaron que la escena del crimen había sido manipulada habiéndose fregado, por ejemplo, el suelo para borrar rastros de sangre. La defensa de Chiguachi entiende que no se puede establecer con exactitud el momento del deceso y apunta a que si se intentó la reanimación fue porque no llevaba mucho tiempo fallecido.

La herida mortal que acabó con la vida de Guiz tiene una profundidad de 2,4 centímetros, los suficientes para que el cuchillo, entrando por el hemitórax izquierdo, tras atravesar la sexta y quinta costilla, rompiese el pericardio y se clavase en el corazón. La Fiscalía y la acusación dan validez a las conclusiones expuestas por médicos forenses y los peritos, los doctores Javier García Tirado y Carlos Val-Carreres Guinda, que, dadas las características de la lesión, descartaron el suicidio y consideraron como muy difícil que se produjese en un accidente o un forcejeo. Calificaron la herida de grave y dolorosa, hablaron de que se tuvo que producir estando la víctima de pie y por sorpresa -el cuerpo no muestra signos de defensa- y subrayaron que se tuvo que desvanecer a los pocos segundos También comentaron que para causarla era necesario un movimiento decidido y con fuerza.

Chiguachi, a la que se encontraron heridas de escasa entidad, dijo que Guiz la había amenazado con el cuchillo, que forcejearon, cayeron al suelo y que tras lograr rechazarlo él marchó a la cocina desde donde le pidió ayuda. Una vez allí le enseñó el corte. Después lo llevó al sofá y, pese a que él le dijo que no lo hiciese, avisó a urgencias. Llamó desde el teléfono de Guiz, que no ha podido ser encontrado. Su abogado ve viable la tesis del forcejeo y cree que en la herida, la hiciese quien la hiciese, no pudo haber intención de ocasionarla.

La Fiscalía pide para Natalia Chiguachi una pena de 14 años por un delito de homicidio con la agravante de parentesco. Por su parte, la acusación particular eleva el castigo a 15 años de prisión. La defensa de la acusada expone que no existe ningún delito imputable a su representada y, en el caso de que el jurado aprecie que sí, plantea que concurren las eximentes de legítima defensa, miedo insuperable y arrebato u obcecación.

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