Así actúan las dos hermanas especializadas en robar a ancianos en Zaragoza

Isabel y Clara Carbonell Rosario, que el lunes fueron detenidas por enésima vez, buscan  personas de avanzada edad y ganándose su confianza entran en sus casas para llevarse dinero y joyas.

Última detención de las hermanas Carbonell, especializadas en robar a ancianos en sus casas en Zaragoza.
Última detención de las hermanas Carbonell, especializadas en robar a ancianos en sus casas en Zaragoza.
CNP

Las hermanas Isabel y Clara Carbonell Rosario son viejas conocidas del Grupo de Hurtos de la Policía Nacional y de los juzgados de Zaragoza. Ambas han hecho del robo a ancianos su modo de vida. Mediante engaños convencen a sus víctimas para que las dejen entrar en sus casas y sustraen así dinero y joyas. El pasado lunes, “por enésima vez”, como se señaló desde la Jefatura Superior de Policía de Aragón, volvieron a ser detenidas. Esta vez, acusadas de seis hurtos cometidos entre junio del año pasado y marzo que suman un botín superior a los 12.600 euros. Nada nuevo, ambas superan ya el medio centenar de antecedentes policiales por hechos similares.

El primero de Isabel, de 41 años, se remonta a 2002. Fue un robo con fuerza al que siguieron diferentes allanamientos, estafas, robos con violencia y principalmente hurtos. Clara, de 37, estrenó su ‘curriculum’ en 2008 con delitos muy similares a los de su hermana. Incluso han llegado a ser detenidas a la salida de juicios para responder por nuevas imputaciones.

A lo largo del tiempo han desarrollado una metodología reconocible. Fijan sus objetivos, personas ancianas, en la calle o buscando nombres propios en desuso en los buzones de las comunidades de vecinos. A favor de las dos hermanas juega la avanzada edad de sus víctimas, pues tienen dificultades para recordar las caras de las ladronas y también pierden memoria en los meses que pasan desde que se produce el hurto hasta que se celebra el juicio. Además, la capacidad de defensa que pueden oponer en el momento del asalto es escasa. La media de edad de los afectados en las últimas acciones que le atribuye la Policía es de 82 años e incluso hay un caso de 97.

Una vez en el edificio en el que vive la persona a la que han decidido asaltar, se dirigen a su piso. En la mayoría de las ocasiones, a la puerta llama solo una de ellas, preferentemente Clara, que se gana la confianza de la víctima usando artimañas como hacerse pasar por una trabajadora municipal o simulando una indisposición. Así entra en la vivienda dejando la puerta abierta por la que se cuela Isabel para buscar joyas y dinero.

EFE

La Policía advierte de que “no dudan en emplear la violencia que sea necesaria para lograr su propósito delictivo”. De hecho, se mantienen en la vivienda incluso cuando la víctima presenta una resistencia activa. Esto, unido a que los hechos se cometen en la intimidad de su domicilio, provoca sentimientos de temor e inseguridad en los afectados generando cambios en sus rutinas diarias.

Entre los seis últimos hurtos que les atribuye la Policía, uno de los más cuantiosos en cuanto al valor de lo robado fue el ocurrido en octubre en la calle de Vista Alegre. Entraron en casa de la víctima pidiendo llenar con agua una garrafa vacía que portaban y se hicieron con 4.000 euros en joyas. Un botín similar obtuvieron en marzo en el paseo de Teruel. Entonces abordaron en el portal del edificio a quien querían asaltar ayudándole a subir la compra.

En el mes de noviembre pasado Isabel fue condenada a dos años y un día de prisión por un delito de hurto agravado por el hecho de que el damnificado fue un octogenario con problemas de salud. Los hechos habían ocurrido en agosto de 2021. Ella lo abordó en la Vía Univérsitas y como caminaba solo y con dificultad se ofreció a acompañarlo a la puerta de su casa. El hombre llevaba una mochila y la mujer vio que en su interior había un fajo de billetes.

Una vez dentro del edificio, con la excusa de que debía entregar un curriculum en un piso de la quinta planta en la que después se bajó, se montó con el anciano en el ascensor. Fue al llegar solo a su casa cuando él se dio cuenta de que le habían quitado los 2.000 euros que portaba. A pesar de que en ese momento Isabel contaba con tres sentencias condenatorias en su historial, éstas no eran firmes, por lo que la juez del caso no pudo aplicarle la agravante de reincidencia.

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