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El autor del crimen de Calatayud se enroca en su amnesia para rebajar su condena

Concluye el juicio a la espera del veredicto del jurado y Andrés Gilgado vuelve a pedir disculpas por una muerte que su propia defensa califica de “repugnante”.

Gilgado, acusado del crimen de Calatayud, durante el juicio que se viene celebrando esta semana.
Gilgado, acusado del crimen de Calatayud, durante el juicio que se viene celebrando esta semana.
Guillermo Mestre

“Quiero pedir perdón y disculpas a su familia. Era un buen amigo que no se merecía esto. Se que hice lo correcto yendo a comisaría, son seis días en los que no recuerdo nada”. En sus palabras finales antes de que el lunes se conozca el veredicto, Andrés Gilgado León, el hombre al que se ha estado juzgando a lo largo de la semana por el cruel asesinato en Calatayud de José Carlos Valtueña durante las fiestas de San Roque de agosto de 2022, se volvió a escudar en la amnesia de seis días que dice que sufrió para tratar de justificar o justificarse a si mismo un crimen que hasta su abogado, José Luis Melguizo, califica de “repugnante”. 

¿Era consciente de sus actos cuando le asestó a la víctima treinta golpes en la cabeza con un extintor y media docena con una botella para quitarle la tarjeta de crédito y obtener con ella 1.350 euros o tenía sus facultades cognitivas afectadas por los efectos de las drogas y el alcohol? La sesión celebrada este jueves en la Audiencia Provincial de Zaragoza giró alrededor de una pregunta más que relevante. Con el delito de asesinato con alevosía y ensañamiento, además del de estafa, reconocidos por todas las partes -el visionado de las grabaciones de la cámaras de seguridad del Pub Blue Lion en el que se cometió no dejan lugar a la duda- uno de los aspectos fundamentales que hay que decidir es si procede o no aplicar atenuantes que rebajen la condena.

Ni la Fiscalía ni la acusación particular, ejercida por Juan Manuel Martín Calvente y que solicita un total de 30 años de cárcel, consideran que concurran las circunstancias necesarias para hacerlo. De hecho, la fiscal ha retirado la atenuante por confesión que proponía en un primer momento, lo que ha hecho que su petición de prisión por asesinato se eleve de 23 a 25 años. El letrado de Gilgado, en cambio, la defiende y ofrece dos opciones que agregarle, o la eximente incompleta por intoxicación o la atenuante por drogadicción. La primera implica un castigo de 15 años y un día a los que habría que sumar un año más por estafa y la segunda, 17 años de cárcel junto a otros 22 meses por estafa.

La fiscal explicó su cambio de postura respecto a la confesión explicando que aunque Gilgado acudiese a la Policía dos días después del crimen afirmando “me he cargado a un tío con un extintor” ésta no se ha mantenido en el tiempo. “Durante el juicio no lo ha reconocido”, subrayó apuntando a la amnesia que el acusado esgrime. Para la defensa, en cambio, “la confesión es de libro”. “No borró las grabaciones, no escondió el extintor, no se deshizo de la ropa que llevaba y no ocultó el cadáver”, expuso.

Antes de llegar a los informes de las partes, por la sala 3 de la Audiencia Provincial de Zaragoza pasaron este jueves varios péritos. Entre ellos, los encargados de la autopsia que confirmaron que la muerte había sido por golpes con un objeto contundente. “La cabeza estaba destrozada, recibió muchos estando aún vivo”, comentó uno de los dos forenses, quien también confirmó que en un brazo Valtueña tenía lesiones y contusiones fruto de haber intentado defenderse.

En los análisis de sangre que se le practicaron a Gilgado, de 39 años, no se encontró alcohol o sustancias estupefacientes, mientras que en los de orina apareció cocaína. “No se puede determinar con exactitud cuando la consumió, solo que fue antes de estar detenido, y tampoco se puede saber cuál fue la cantidad”, reseñó. “La cocaína estimula y te hace estar eufórico, pero la atención y el discernimiento se conservan”, aseguró. “Tenía claridad para realizar todo lo que hizo”, reafirmó su postura. Los resultados que se obtuvieron en el Instituto de Medicina Legal de Aragón fueron similares. Solo se encontró cocaína en la orina.

Para la acusación particular no se puede aplicar una atenuante por el consumo de estupefacientes. “Tras el vil acto lo primero que hace es manipular un móvil, después salta una valla y saca 300 euros de un cajero introduciendo el PIN de memoria”, recordó Martín Calvente para el que “si hubiera tenido lapsus de memoria durante seis días se le hubiesen notado”.

La Fiscalía y la defensa chocaron en sus exposiciones a la hora de valorar los testimonios de los testigos. La fiscal recalcó las declaraciones de la que era la pareja de Gilgado, de su madre, de una amiga de la familia y del camarero de un bar por el que él y la víctima pasaron juntos que coincidían en que no había bebido, mientras que Melguizo explotó sus contradicciones. “Dijo que llevaba una doble vida”, recordó lo dicho por su pareja acerca de los periodos en los que desaparecía de casa. También, en contraste con versiones como la de los agentes de Policía, hizo ver que en las grabaciones de los cajeros en los que sacó dinero “es evidente que estaba ido”.

Lo mismo ocurrió con el historial médico. La defensa habló de “veinte años de consumo de drogas con alternancias” habiendo tenido anteriores lapsus de memoria, episodios de depresión e intentos de suicidio que le hacen tener que tomar una medicación no compatible con el alcohol y la fiscal recalcó que “no consta informe médico sobre una posible enfermedad mental que disminuya sus facultades”.

El asesinato ocurrió en la madrugada de 13 de agosto en el Pub Blue Lion, que había sido regentado por Gilgado y que por entonces estaba cerrado, pero del que aún conservaba las llaves. Con Valtueña, como ya habían hecho una vez más previamente aquella noche, acudió al local para esnifar cocaína. La primera raya la consumió él y cuando su amigo iba a hacer lo propio le golpeó con un extintor de 14 kilos en la cabeza que lo tumbó. Después continuaría hasta conseguir su tarjeta de crédito y el PIN, lo que no le frenó para rematarlo e incluso para seguir atizándole después de acudir al baño. Acto seguido, marchó a un cajero para sacar dinero. Lo haría varias veces más en las horas posteriores regresando siempre al bar donde siguió tomando cocaína. La última vez tras un largo tiempo sentado en un sofá junto al cadáver “despertó”, según su versión, se dio cuenta de su presencia y decidió acudir a comisaría.

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