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Una mujer en riesgo extremo revive su pesadilla en Zaragoza: "Te jodes, tú eres mía para siempre"

Su exnovio, un maltratador reincidente que arrastra cuatro sentencias firmes, le pide perdón de rodillas durante el juicio para intentar evitar otra condena de 17 años de prisión. 

La Policía Nacional investiga una denuncia de agresión sexual y acoso a una niña de un instituto de Madrid.
La Policía Nacional investiga una denuncia de agresión sexual y acoso a una niña de un instituto de Madrid.
EP

Se acostumbra a atribuir a la suerte lo que a veces sería más lógico y razonable relacionar con otro origen. Por ejemplo, el coraje y el instinto de supervivencia. Posiblemente, sin ellos, una joven a la que la Policía Nacional clasificó en situación de riesgo extremo tras sufrir un violento y angustioso episodio de violencia de género en Zaragoza no habría podido sobrevivir y dar cuenta ayer ante un tribunal de su particular pesadilla. Su exnovio y agresor, Miguel Ángel B. R., se encuentra en prisión provisional desde hace casi ocho meses por estos hechos. Pero podría ser mucho más el tiempo que pase en el centro penitenciario de Zuera, ya que la Fiscalía y la acusación particular reclaman ahora para él penas de cárcel de entre 13 años y medio y 17.

A petición del Ministerio Público y la defensa, la Sección I de la Audiencia de Zaragoza decidió celebrar el juicio a puerta cerrada. Y ello impidió escuchar cómo el acusado intentaba justificar lo ocurrido, primero en Salou y luego en la capital aragonesa. Porque, según la denunciante, los hechos que acabaron con la detención del maltratador –arrastra cuatro sentencias firmes por violencia de género hacia anteriores parejas– se produjeron el día 19 de noviembre de 2022, pero una semana antes ya fue víctima de otra violenta experiencia cuando se encontraban de viaje en la localidad tarraconense.

En su escrito de calificación, la Fiscalía recuerda que la pareja pasaba un fin de semana en la playa cuando el procesado empezó a dar muestras de una personalidad claramente celotípica. De madrugada, tras varias horas de fiesta, ella dijo que quería marcharse al hotel, a lo que él reaccionó de forma «agresiva y posesiva». «Si no estás conmigo no vas a estar con nadie, eres un puta, una perra…», asegura la denunciante que le dijo. Asustada, ella se resguardó en el coche. «Como no salgas, te mato», continuó entonces él.

La actitud del maltratador atrajo enseguida la atención de la gente, algo de lo que también él culpó a la joven. «Ves como quieres dar pena, que te miren… Quieres que me lleven preso», le reprochó. La situación fue bastante tensa, ya que el acusado llegó a encararse con varias personas que pasaban por allí. Finalmente, la pareja regresó caminando al hotel, recorrido en el que el varón pasó su brazo por encima de los hombros de la joven, la acercó hacia él y agarrándola del cuello le dio un mordisco en la nariz. Así consta en la denuncia, aunque la víctima no dio cuenta de estos hechos hasta días después, cuando se produjeron la paliza y la agresión sexual por las que Miguel Ángel B. R. acabó detenido.

Los hechos tuvieron lugar en la vivienda de la víctima en Zaragoza. Sobre las cinco de la tarde, el procesado comenzó de nuevo a    dar muestras de unos celos incontrolables. Tanto es así que, convencido de que en su ausencia ella había estado con otro hombre, empezó a gritarle e insultarla. Aquello infundió un enorme miedo a la joven, que al ver a su novio poniéndose cada vez más violento e impidiéndole levantarse del sofá, se echó a llorar. Aún así, sacó fuerzas para pedirle que se fuera, pero la respuesta del acusado fue rotunda: «Te jodes, yo de aquí no me voy, tú eres mía para siempre».

El hombre insistía en que su pareja le había sido infiel y trató de bajarle los pantalones para «comprobarlo». Ella, presa del miedo, se opuso, pero él le propinó un primer guantazo en la cara que la dejó inmóvil, circunstancia que el acusado aprovechó para imponer su voluntad y desnudarla de cintura para abajo. Desde ese momento, las amenazas y agresiones fueron continuas. «¿Tú sabes cómo murió Marta del Castillo?», llegó a decirle él mientras sostenía un cenicero en una mano.

La denunciante intentó escapar, pero su pareja lo impidió a base de tortazos y puñetazos. No conforme con eso y valiéndose del desvalimiento de la chica, la obligó a practicarle una felación. Ella sabía que la situación podía incluso empeorar. Por eso, cuando su pareja dijo que iba a por un cuchillo a la cocina, ella salió corriendo por el pasillo, abrió la puerta y logró salir al descansillo para pedir auxilio. Él consiguió darle alcance y arrastrarla de nuevo al interior del domicilio, exigiéndole que guardara silencio y no abriera si llegaba la Policía. Y no tardó en presentarse allí una patrulla del 091, que entró a la vivienda y localizó escondido al agresor, quien tras declarar dos días después ante el juez de guardia acabó en prisión provisional.

No sufre ninguna patología

Según los informes forenses, «el acusado no presenta alteración psicopatológica que le impida conocer y entender las consecuencias de su conducta. Esta es finalista y deliberada, sin que se vean afectadas las facultades cognitivas ni volitivas». Y a ello se aferraron las acusaciones para pedir al tribunal que condene al procesado. Es más, solicitaron también que se le apliquen las agravantes de reincidencia y de parentesco.

La defensa, por su parte, negó que los hechos ocurrieran como denunció la víctima y trató de convencer a los magistrados de que dos episodios concretos no deberían ser considerados violencia de género continuada. Según los presentes, durante el juicio, el maltratador llegó a ponerse de rodillas para pedir perdón a la víctima. «Levántese, esto no es una iglesia», le ordenó entonces el presidente de la Audiencia.

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