Un ataque sorpresivo y feroz que acabó con la vida de Cristina en seis minutos

Los agentes detectaron contradicciones y creen que el criminal preparó previamente el ataque y se proveyó del cuchillo con el que asesinó a Cristina G. L., de 32 años.

Crimen en la calle Alegría de Zaragoza
El piso de la víctima y el del detenido, que están en el mismo rellano, precintados tras el crimen
Guillermo Mestre

Adil Lazizi, de 46 años, asesino convicto de una joven en Madrid, no tardó ni un minuto en justificar su segundo crimen, el de Cristina G. L., de 32 años, cometido el pasado lunes en San José. En cuanto los primeros policías llegaron al lugar alertados por los vecinos asustados, no tardó en intentar convencerles de que la víctima era él y que había tenido que defenderse de una vecina que lo "acosaba" para tener un "rollo" y él "no quería". Contó que él tenía "mujer" y la chica pretendía que se separase. A su pareja la conoció en la cárcel en 2014 en un curso de costura cuando ella cumplía condena por drogas. Ahora trabaja de interna en una casa y mantenía a Lazizi. De todo lo que Lazizi dijo en los primeros momentos solo una cosa parecía cierta: que estaba herido de arma blanca en un costado y tenía cortes en los brazos. Los forenses no han concretado si la lesión fue autoinfligida o no, pero en todo caso dará igual, puesto que el examen del cadáver de Cristina reveló que, entre las 16 cuchilladas que recibió, varias eran de defensa. Es decir, plantó cara al asesino y luchó por su vida.

EL ESCENARIO

El criminal, que no tenía signos de ir borracho (aunque luego dijo que se había tomado siete tubos de cerveza y media botella de Baileys), relató que la joven llamó a su puerta a las 21.00 (a Cristina la dejó un amigo cerca de casa a las 21.43). Añadió que antes de abrir se aseguró de quién era mirando por la mirilla y que en el mismo momento en que abrió, la mujer lo apuñaló. Pero en la puerta de su casa no hay rastro de sangre alguno. Contó que forcejeó y ella le cortó en las manos y brazos en el rellano de la escalera, hasta que cayeron al suelo los dos "junto a la puerta del domicilio de la joven", donde le quitó el arma y "con suerte", dijo, la apuñaló en el cuello. Sin embargo, donde la Policía encontró la mayor parte de las salpicaduras y depósitos de sangre o signos de arrastre fueron en el interior del domicilio de la joven. Es más, dentro de su casa hallaron evidencias claras de un enfrentamiento (objetos desplazados y otros rotos).

CUCHILLO, GUANTES Y GORRA

El arma utilizada en el crimen fue un cuchillo de grandes dimensiones (20 centímetros de hoja y 4 de anchura) de color plateado. Todo el tiempo Adil Lazizi ha mantenido que la víctima sacó el arma de entre sus ropas y se lo clavó. Sin embargo, en la primera declaración tomada a la mujer con la que convivía, M. V. C., esta lo reconoció como de su propia cocina sin ningún género de dudas. Con lo cual, se descarta totalmente que fuera de la joven. Su compañera identificó además como propiedad de Lazizi una gorra de color negro que la Policía halló dentro de la casa de Cristina. Los policías encontraron también en el piso de la fallecida un trozo de guante de goma, concretamente la parte del dedo índice izquierdo que le faltaba al guante con el que el criminal trataba de taponarse su herida del costado. M. V. C. les confirmó que era similar a los guantes que usa Lazizi para darse loción contra la caída del pelo.

RESISTENCIA

Los policías del Grupo de Homicidios creen que el asesino actuó con total premeditación y descartan que fuera la fallecida quien tuviera en su poder el arma blanca. Las heridas que presentaba son el resultado de cuchilladas ejercidas con tremenda fuerza y enorme violencia. Aún así, se resistió, como se constata en las lesiones de defensa. Los amigos de la fallecida contaron a los agentes que era una chica muy normal, alegre y divertida, aunque tenía carácter si se enfadaba y la consideraban muy capaz de defenderse y enfrentarse a alguien si era necesario. Sus amigas y amigos afirmaron que en estos momentos no tenía ninguna relación sentimental, que si la hubiera tenido lo sabrían y que jamás se relacionaría con un hombre como el criminal.

LA HIPÓTESIS MÁS FIABLE

Los policías, según el atestado que presentaron al juez, creen que el ataque a la joven se produjo de manera sorpresiva, a tenor de los breves intervalos de tiempo constatados por las llamadas y los testigos. Cristina G. L. llegó a su casa sobre las 21.45 y a las 21.51 se produjo la primera llamada a la Policía informando de que una mujer gritaba pidiendo auxilio. Es decir, en seis minutos había sido atacada y herida mortalmente. La joven acababa de estar con un amigo de la infancia visitando a una pareja que había tenido un bebé hacía unos días. Los investigadores piensan que una vez que abrió con sus llaves la puerta de su domicilio -no se había quitado ni la mochilla que llevaba a modo de bolso-, Adil Lazizi la atacó. Llevaba guantes de goma puestos con la probable intención de evitar transferencias de ADN y esperó a que traspasara la puerta de la casa. Seguramente la intención, aunque no se podrá demostrar, era agredirla sexualmente, pero ante la resistencia de la víctima, la mató.

Los hechos ocurrieron este lunes por la noche en la calle Alegría. La mujer falleció por heridas de arma blanca. El hombre resultó herido grave y permanece ingresado a la espera de prestar declaración.

LOS TESTIGOS

El criminal negó haber entrado en la casa de Cristina y también haberla arrastrado. Pero las huellas desmienten lo primero y los testigos, lo segundo. Uno que se asomó al rellano relató que vio a una mujer con un cuchillo clavado y volvió asustado a su casa. Otra declaró que vio cómo unas manos de hombre arrastraban el cuerpo de una mujer herida. El primero bajó de nuevo y a partir de entonces grabó con el móvil toda la secuencia: Cristina estaba aún con vida y, mientras él la tranquilizaba y preguntaba qué había pasado, a ella aún le dio tiempo a señalarla puerta del vecino.

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