El autor del crimen de San José llevaba dos años oculto en Zaragoza con una vida ‘fantasma’

El detenido no tenía trabajo ni nada a su nombre, como cuentas corrientes, vehículos  o un contrato de un piso.

Asesinato de una mujer la calle Alegría en Zaragoza
Asesinato de una mujer la calle Alegría en Zaragoza
Guillermo Mestre

Adil Lazizi, natural de Marruecos, decidió en 2020 no regresar al centro penitenciario de Zuera donde cumplía 21 años de condena por asesinar a una joven en Madrid en 2001. Llevaba 19 ya en prisión y el 6 de enero de 2020, cuando le quedaba poco tiempo para liquidar la pena impuesta por la Audiencia Provincial madrileña y ya había disfrutado de cuatro permisos, optó por no volver. Como ocurre en estos casos, nada inusuales por otra parte entre los delincuentes, los tribunales emitieron una orden de busca y captura por quebrantamiento de condena.

Durante estos dos años, el criminal ha permanecido escondido en Zaragoza, llevando una vida ‘fantasma’, sin trabajo, posiblemente mantenido por terceros, sin tener nada a su nombre, ni cuentas corrientes, ni vehículos, ni tarjetas bancarias ni, por descontado, el contrato del piso en el que residía con su novia, como confirmaron ayer a este diario fuentes cercanas al caso.

Los presos con experiencia, como Adil Lazizi, saben que deben que mantener una vida anónima y prácticamente invisible si quieren no ser pillados en un control policial en una estación, por ejemplo, o no utilizar su documentación verdadera en un hotel o pensión, donde se facilitan regularmente los nombres de los huéspedes a la Policía, o evitar verse involucrados en altercados. Saltarse estas normas no escritas suele abocar a la vuelta a prisión.

La Policía a veces busca subterfugios para sorprender a un delincuente, como ocurrió en noviembre de 2021 con un pederasta condenado a 8 años de cárcel por corrupción de menores sobre el que pesaba una orden de búsqueda e ingreso en prisión de la Audiencia de Zaragoza. Desde que había sido condenado en 2017, Roberto Malo González se había refugiado en casa de sus padres y no pisaba la calle

Los agentes habían estado en numerosas ocasiones en la vivienda, pero nunca les abrían la puerta o les decían que allí no residía. Sin embargo, los policías que vigilaban el edificio aprovecharon la visita de un repartidor de Glovo al domicilio para poder subir al piso. Cuál fue su sorpresa ese día cuando vieron que quien les abría era la persona a la que llevaban tanto tiempo buscando.

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