demografía

Nueros engrosa la lista de núcleos despoblados de Teruel

El último residente permanente de esta pedanía de Calamocha, un octogenario, se traslada a la capital del Jiloca a pasar el invierno.

Alfonso Herrero, el último residente estable de Nueros, se pasea por el pueblo durante una visita.
Alfonso Herrero, el último residente estable de Nueros, se pasea por el pueblo durante una visita.
Antonio Garcia/Bykofoto

Nueros, una de las 11 pedanías de Calamocha, recibirá 10.563 euros con cargo al Plan de Obras y Servicios de 2024 que acaba de anunciar la Diputación Provincial (DPT) para todos los núcleos habitados de la provincia. Además, el Ayuntamiento calamochino renovó el pasado mes de enero el mandato del alcalde pedáneo, Emilio Lusilla. Pero, a pesar de estos indicios de vitalidad, este antiguo municipio está, en la práctica, deshabitado en invierno.

El último habitante permanente del pueblo, Alfonso Herrero, decidió que ya estaba bien de soledad y, desde hace tres años, pasa el invierno en el piso que compró en Calamocha. Se pasa de vez en cuando por su casa de toda la vida, pero no se instalará de forma continuada hasta el próximo abril.

La despoblación de Nueros es estacional, porque en la primavera y el verano llegan unas pocas decenas de naturales de la localidad que tuvieron que emigrar y ocupan los que fueron sus hogares durante unas semanas. Como máximo, en agosto, coincidiendo con las fiestas patronales, una veintena de personas residen temporalmente en alguna de las 17 casas que siguen en pie, mientras que otras tantas están en ruinas o reducidas a escombros.

Las casas derrumbadas salpican el pueblo, pero se concentran en torno a la iglesia parroquial, que tampoco puede usarse debido a su deterioro arquitectónico. Emilio Lusilla explica que el templo se abría una vez al año, para la fiesta mayor, pero ahora ni eso y la misa se traslada al centro social acondicionado en el antiguo ayuntamiento. Junto al templo hay una zona de juegos infantiles que el Ayuntamiento de Calamocha construyó hace cuatro años y que nadie utiliza.

Nueros es una de las 110 pedanías habitadas de la provincia que recibirán fondos del Plan de Obras y Servicios DPT. Aunque no hay ningún residente permanente en este núcleo, cuatro personas están empadronadas aquí, dos de ellos son el alcalde pedáneo –que vive habitualmente en Valencia– y otro, su primo hermano Alfonso Herrero. Emilio Lusilla, de 67 años, emigró a Alcañiz, Lérida y Valencia, antes de decidir, hace diez años, que era hora de volver a la casa que le vio nacer, al menos temporalmente.

Emilio Lusilla, alcalde pedáneo de Nueros, delata de la casa familiar, a la que regresa frecuentemente desde Valencia, donde reside.
Emilio Lusilla, alcalde pedáneo de Nueros, delante de la casa familiar, a la que regresa frecuentemente desde Valencia, donde reside.
Antonio Garcia/Bykofoto

Herrero, soltero de 80 años, todavía recuerda cuando, de niño, el pueblo tenía una escuela a la que acudían 20 escolares. También guarda memoria de cuando funcionaban una "cantina" –gestionada por su familia– y una tienda para comprar lo más imprescindible. El vino para la taberna lo traían en caballerías desde Báguena, a 40 kilómetros. Todos los negocios cerraron hace décadas forzados por la emigración, que vació el pueblo a partir de los años 50 del siglo XX para engordar los barrios obreros de Zaragoza y Barcelona, principalmente.

Alfonso está convencido de que la docena larga de casas que siguen en uso no corren peligro porque sus propietarios acuden cada verano para utilizarlas y luego lo harán sus hijos y sus nietos. Emilio es más pesimista y sostiene que, cuando quienes nacieron en Nueros –todos mayores de 50 años– fallezcan, las viviendas se cerrarán para siempre porque sus descendientes preferirán otros destinos vacacionales donde no tengan que empezar su estancia limpiando su alojamiento tras un año con las puertas cerradas.

Los servicios básicos están garantizados, aunque llegaron con retraso. La luz se instaló en 1963, pero el agua corriente y los desagües no se generalizaron hasta la década de los ochenta. Se llega al pueblo a través de una carretera local estrecha y con el pavimento precario que comunica con Calamocha, a 21 kilómetros. El suministro de agua es escaso y, el verano pasado, se mantuvo gracias a las cisternas de los bomberos.

Para el alcalde, el principal problema para atraer población es cómo ganarse la vida en Nueros. Las tierras de cereal de secano que rodean el núcleo urbano son explotadas actualmente por agricultores de las vecinas Barrachina y Godos. Además, no hay viviendas a la venta, a pesar de que ninguna de las casas existentes se usa como residencia principal.

La mitad de las casas del pueblo están en ruinas o son inhabitables.
La mitad de las casas del pueblo están en ruinas o son inhabitables.
Antonio Garcia/Bykofoto

La última esperanza de inyectar vida al pueblo, la instalación del macromatadero de porcino de Tönnies en Calamocha con su corolario de granjas para el abastecimiento de cerdos, se ha evaporado. Lusilla explica que el alcalde calamochino, Manuel Rando, animó a los pueblos del entorno a aprovechar la llegada de la empresa cárnica alemana para montar explotaciones ganaderas, pero esta opción se ha desvanecido envuelta en tropiezos judiciales.

Alfonso Herrero se resistió a alejarse de su casa de toda la vida, pero ahora se alegra de su decisión de marcharse entre diciembre y marzo a Calamocha. "Allí estoy más acompañado. Se está mejor si hay gente, porque puedes hablar y jugar a las cartas. Además, si te pones enfermo quién te atiende en Nueros", admite.

El pueblo llegó a tener 186 habitantes a mediados del siglo XIX y entró en el siglo XX con 171, pero desde mediados de la pasada centuria inició una cuesta abajo demográfica que ha terminado por vaciarlo. Entre 1960 y 1970, durante el "desarrollismo", el censo pasó de 99 a 40 vecinos, una caída del 56%. 

Actualmente, las calles solo se animan a mediados de agosto, con las fiestas patronales. "Se hace una comida de hermandad en la que participan un centenar de comensales", recalca Herrero. Pero, cuando llega diciembre, este octogenario se encarga de cerrar la última puerta.

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