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Hostelero en Riodeva: “En estos pueblos siempre tenemos un poco de covid durante 9 meses y otros 3 de salud”

Pedro Prieto e Isabel Marqués llevan 22 años al frente del restaurante El Salón que ahora también es la única tienda de esta localidad turolense de alrededor de cien vecinos.

El Salón es el único de Riodeva y desde hace unos años también tiene una pequeña tienda. HA
El Salón es el único de Riodeva y desde hace unos años también tiene una pequeña tienda. HA
Heraldo

Hace 22 años que Pedro Prieto y su mujer, Isabel Marqués, se mudaron a Riodeva, el pueblo natal de ésta, para llevar su propio negocio. Se trata del bar-restaurante El Salón, que desde hace un tiempo también es tienda. Él es de Teruel y ambos habían trabajado en hostelería anteriormente. Cuando surgió la oportunidad de llevar este servicio en Riodeva y alentados porque a Isabel le tiraban sus raíces, decidieron empezar una nueva vida allí. Sus hijos han nacido allí y estuvieron a punto de quedarse sin escuela. Al final se mantuvieron los cinco niños necesarios para que no cerrara. Su restaurante es el único del pueblo y en cuanto a la tienda, se incorporó cuando cerró la que había anteriormente.

En El Salón la especialidad de la casa son las gachas, elaboradas con harina cocida, que en tiempos de posguerra se empleaban como sustituto del pan. Ahora se sirven con bacalao, costilla, caracoles, tomate, pimiento, conserva, conejo, tajadas… Quien pase por allí encontrará siempre una puerta abierta y un buen menú casero que comer. Cuesta 15 euros y tiene sus guisos y su carne y pescado. Café incluido. También se puede comer a la carta por unos 30 ó 35 euros y, por supuesto, tomar el café todos los días. De hecho, los “cuatro cafés y la tienda” son los que mantienen el negocio entre semana y en temporada baja. Y es que a excepción del verano, Semana Santa y varios fines de semana al año, en Riodeva la demanda es baja.

Por eso, en el caso de Pedro e Isabel, la pandemia, así como otras épocas complicadas, han afectado menos. “En estos pueblos tenemos un poco de covid durante nueve meses y luego tres meses de salud. Las crisis aquí se llevan mejor porque no es tanto lo que hay que ganar cuando hay oportunidad ni tanto que perder”, explica Pedro. Además, desde que emprendieron este nuevo camino tienen claro que, para que funcionara, tenían que ahorrar y aguantar casi todo el año con los ingresos del verano. “En invierno hay que dar servicio sin perder mucho y mantenerte con lo que vas trabajando en días puntuales”. Excepto las dos semanas que cogen de vacaciones para ir con sus hijos a algún sitio, el resto del año El Salón está abierto siempre (excepto lunes y miércoles por la tarde).

"Esta zona de Teruel es la oveja negra. Vamos muy por detrás de Albarracín y del Maestrazgo y somos los grandes desconocidos"

La mayoría de su clientela son turistas aunque para Pedro "esa zona de Teruel es la oveja negra. Vamos muy por detrás de Albarracín y del Maestrazgo y somos los grandes desconocidos”. Pero esto para el visitante es una ventaja ya que quienes lo descubren quedan encantados con la tranquilidad de la que pueden disfrutar. “Tenemos turistas de calidad, de poder adquisitivo medio-alto que huyen de los lugares masificados”. En los últimos años, hay cada vez más visitantes extranjeros. De hecho, esta misma semana en El Salón ha tenido a una decena de comensales de fuera de España. La mayoría son franceses e ingleses.

Dinópolis también es un buen reclamo que lleva hasta Riodeva a un público familiar, al igual que el paraje natural de los amanaderos. Moteros en ruta, ciclistas y visitantes de los alrededores y de Comunidad Valenciana o Cataluña suelen escoger este restaurante para sus almuerzos, comidas o cenas. De la cocina se encarga más Isabel, que, sin perder de vista las nuevas técnicas, se centra en una gastronomía tradicional. Ella sabe inglés y algo de francés, lo que sumado a las palabras clave que conoce Pedro y a la predisposición de sus clientes extranjeros hace que la comunicación fluya sin mayor inconveniente. “Lo que quieren es comer bien y no sentirse estafados”.

Aunque intentan mantenerse al día en redes sociales y tener presencia, dice Pedro que el boca a boca es su mejor red social. Clientes no le faltan, ni en el restaurante, donde siempre están preparados para dar una comida o las que hagan falta, ni en la tienda. Es pequeña y tiene lo fundamental: productos congelados, fruta fresca y “lo básico del día a día que tiene que haber en una tienda de pueblo”. Y, por supuesto, el pan, que lo llevan a diario desde el horno de Villastar.

El bar-restaurante también tiene terraza y dan tanto almuerzos como comidas y cenas. Previo encargo, también cocinan para cuadrillas y hay carta para picar, con mariscos y productos de la zona. El menú del día, “sencillo pero atractivo” y las propuestas más elaboradas completan la oferta de El Salón, un lugar donde tiene cabida desde un turista inglés hasta el vecino del pueblo que va a tomar el café todas las mañanas o quien pasa a por el pan.

Aunque todavía les quedan años de trabajo por delante, a veces, Pedro mira al futuro y se pregunta si sus hijos querrán continuar con el negocio. Y es que el relevo generacional es uno de las principales causas de la despoblación del medio rural. De momento no lo saben ni ellos pero lo que está claro es que sus padres les apoyarán en lo que decidan. “Me gustaría que se quedaran para que el pueblo siga teniendo este servicio pero es una decisión que tendrán que tomar ellos y lo importante es que sean felices”. Sería la segunda generación del negocio y ya tendrían un camino labrado, algo que Pedro e Isabel no encontraron cuando llegaron. Reformaron la casa familiar y es allí donde viven pero todavía recuerdan cuando no había calefacción. “Cuando vinimos sabíamos que esto no era el oro y el moro. Ahora se dan muchas facilidades porque, si no, nadie quiere ir a los pueblos”. Ellos trabajaron duro e invirtieron para sacar adelante un negocio por el que siguen luchando a día de hoy.

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