Otro verano agónico para los glaciares del Pirineo

Por segundo año las olas de calor han acelerado el deshielo y los cambios en el paisaje de estos gigantes del Pirineo. Los continuos desprendimientos o el sorprendente vaciado del ibón del Aneto evidencian un final cercano.  

El geólogo José Luis Piedrafita en la caverna formada por un conducto subglaciar de desagüe con grandes bloques de hielo caídos.
El geólogo José Luis Piedrafita en la caverna formada por el agua que ha provocado la caída de grandes bloques de hielo.
Javier San Román

José Luis Piedrafita y Javier San Román llevan años visitando los últimos hielos de los Pirineos. Estos geólogos, coautores del libro ‘Glaciares del Pirineo’ y de artículos científicos y divulgativos, son observadores privilegiados de la transformación de los paisaje helados, de cómo las olas de calor de los últimos veranos y la menor innivación están acelerando la fusión. Acostumbran a ir al final del verano para poder contemplarlos mejor, libres de nieve. El pasado 24 de septiembre volvieron al del Aneto, y allí vieron con asombro que el ibón nacido a 3.105 metros hace 11 años, que ellos mismos documentaron, bautizado como ‘Innominato’, prácticamente se había vaciado. Muy cerca, en el de la Maladeta comprobaron el gran desprendimiento ocurrido en un helero. Todo ello signos de una transformación agónica que inexorablemente conducirá a su desaparición.

De su visita al del Aneto cuentan que está peligroso. "Caen piedras permanentemente, se oye un ruido continuo", dice Piedrafita. A medida que la masa de hielo baja de cota deja de sujetar las rocas superiores y se desprenden. "Muchas están empezando a formar mesas glaciares, una especie de seta con un tallo de hielo y piedra encima porque la sombra evita que se funda el centro". También les llamó la atención que antes veían torrentes y cascadas en el glaciar pero ahora el agua se oye sobre todo por debajo.

Evidentemente se ha reducido la superficie y acentuado la fragmentación. "Se ven varias masas y algunas casi no son más que heleros. El que queda debajo del propio pico Aneto, que se atraviesa para ir a la cima, es un plastón de hielo pequeñísimo. Casi no queda nada. Hay otros trozos en el collado de Coronas y debajo del pico del Medio. El único con cierta extensión, que parece con movimiento y tiene grietas, es el lóbulo bajo la cresta del pico Maldito, protegido por su sombra", describe el geólogo. 

Otra imagen de la caverna formada por el torrente de agua, que ha formado un voladizo.
Otra imagen de la caverna creada por el torrente de agua, que ha formado un voladizo.
José Luis Piedrafita.

La escala de los tiempos geológicos abarca miles o millones de años, pero el retroceso de los glaciares desde el final de la Pequeña Edad de Hielo, en el siglo XIX, se ha acelerado en las últimas décadas y sobre todo en los últimos años. De un verano a otro es incluso visible al ojo humano, como prueban las observaciones de José Luis Piedrafita y Javier San Román. 

En 1850 había más de 100 glaciares en el Pirineo, 39 en 1984, 21 en 2020 y 18 en 2022, según los estudios desarrollados por el Instituto Pirenaico de Ecología (IPE). Una superficie de 2.060 hectáreas en 1850, 810 en 1984, 232 en 2020 y 170 en 2022, lo que representa una pérdida del 92 % del área glaciar desde el siglo XIX.

Testigo desde el aire

Otro testigo de excepción de este final ya agónico es el aviador y montañero Gerardo Bielsa. Desde el aire contempla varias veces cada semana las cumbres y los glaciares del valle de Benasque y frecuentemente los retrata. "De un año a otro se ve la diferencia, aunque no debería ser tan rápido", señala. "La nieve, que antes se iba a mitad de agosto, ahora desaparece a principios de verano y ya solo queda el hielo. Los que los hemos disfrutado en su esplendor, comprobamos cómo va cambiando absolutamente el paisaje. Vas volando y todavía los divisas brillando al sol. Es el recuerdo de otra época", comenta Gerardo Bielsa. Desde el cielo se fija también en los continuos desprendimientos de rocas, a las que ya no sujeta el hielo. "Es un fenómeno que se está produciendo en todas las cordilleras. Yo lo veo mucho, por todos los sitios. Si caen sobre otras rocas no te das tanta cuenta pero sí se perciben sobre los glaciares, desprendimientos que no eran normales antes".

El hielo se va desprendiendo en las oquedaes que surgen.
El hielo se va desprendiendo en las oquedaes que surgen.
José Luis Piedrafita.

Gerardo Bielsa lleva volando sobre el Aneto desde los años 90, y antes trabajó de guía de montaña, desde finales de los 70. "Entonces el glaciar tenía un aspecto completamente diferente. Era todo una pieza, más grande, más profundo, con muchas grietas. Esto suponía entonces un peligro. La gente subía al glaciar encordada, no porque se pudiera resbalar sino porque podía desaparecer en una grieta. Era frecuente que cada año hubiera accidentes importantes por esta razón". Él mismo se cayó en el de la Maladeta. Se quedó colgado de la cuerda evitando empotrarse en el fondo contra el hielo. En algunos glaciares permanecen las fisuras, pero ya no significan un peligro porque al retroceder el hielo, casi siempre son evitables en las ascensiones a las cumbres.

"Me sorprende que este año no quede nada, nada de nieve fuera del glaciar del Aneto. No es normal, no pasa nunca. Antes había grandes neveros que se quedaban todo el año. Este verano se ha ido toda la nieve, solo queda el hielo. Y al reducirse la superficie los bordes se van moviendo hacia el interior y van cambiando de forma", explica Bielsa, que menciona también el curioso fenómeno del desagüe repentino del ibón, al que él le puso el nombre de ‘Innominato’ y que tantas veces retrató desde el aire. "Al retirarse el hielo el agua ha encontrado un desagüe que no sospechábamos que existiera y casi se ha vaciado", comenta.

El vecino glaciar de Maladeta, en su opinión, aunque también disminuye de tamaño goza de mejor salud. "Está bien orientado, se ven las grietas y creo que es de los que mejor aguanta". Si el Aneto se sigue partiendo, el de la Maladeta podría pasar a ser el más grande.    

Los científicos están poniendo cifras a los estertores del hielo pirenaico. Especialmente el Instituto Pirenaico de Ecología (IPE), que realiza el seguimiento de todos los que quedan en la cordillera. Un estudio sobre la evolución en el periodo 1981-2022 reveló que la superficie del glaciar más grande, el del Aneto, ha disminuido un 64,7 % desde 1981 (de 135,7 hectáreas a 48,1). Pero el proceso se ha acelerado por las olas de calor de los últimos veranos. Las tasas de adelgazamiento, en torno a 1 metro por año, se triplicaron en 2022. En la última temporada el espesor medio del hielo que quedaba en el otoño era de 11,9 metros, frente a los 32,9, 19,2 y 15,0 reconstruidos para el periodo de las cuatro décadas.

Grandes bloques se desprenden continuamente del glaciar.
Grandes bloques se desprenden continuamente del glaciar.
José Luis

Cambios "notables" y "rápidos"

"Los resultados demuestran la crítica situación, con una inminente segmentación en tres cuerpos más pequeños y sin evidencia de una zona de acumulación", señalaron los investigadores. Ese estudio estuvo liderado por Ixeia Vidaller, junto a otros científico del IPE y la colaboración de la Universidad del País Vasco. 

A finales del septiembre de 2023 volvieron al Aneto para hacer otro seguimiento. "Todavía no hemos procesado los datos pero creo que las pérdidas serán parecidas a las del año pasado, sobre todo por el calor de la segunda quincena de agosto", afirma Vidaller. Los cambios son "notables"» y "«rápidos". Resulta muy significativo, en su opinión, al margen de la cuantificación del retroceso, "que subes un día y cuando regresas a las tres semanas o un mes ya eres capaz de percibir a la vista esas transformaciones"

Ella cita también el caso del ibón ‘Innominato’, formado hace una década. "Al reducirse el frente del glaciar se ha abierto un nuevo desagüe, algo más bajo que el que había antes y eso ha hecho que se vacíe y que en este momento ese ibón quede partido en dos", dice.

Otro de los investigadores del IPE, Jesús Revuelto, señala lo mismo respecto al de Monte Perdido (el segundo en tamaño del Pirineo), donde acaba de estar para realizar el seguimiento. Habrá que esperar a procesar los datos, pero tiene la impresión de que el resultado será similar al de 2022. "En las campañas de observación que hemos hecho después del verano, tanto el del Aneto como el de Monte Perdido, a simple vista, aparecen muy deteriorados". En este último ya se comprobó en 2022 la división del cuerpo inferior en dos partes sin conexión.

Está por determinar si como se ve en esta imagen esta parte del glaciar del Aneto se ha partido en dos o simplemente las rocas ocultan el hielo que hay debajo. adas en el 2022 ya se han convertido en tres.
Está por determinar si como se ve en esta imagen esta parte del glaciar del Aneto se ha partido en dos o simplemente las rocas ocultan el hielo que hay debajo. 
Gerardo Bielsa

Glaciares partidos 

"Para que sea un glaciar necesitamos que tenga movimiento, eso lo vemos a través de las grietas, y con un tamaño mínimo de 2 hectáreas. Quedan muy poquitos con esas condiciones", afirma Ixeia Vidaller. "Algo muy revelador es que estos veranos se están quedando sin zona de acumulación en la parte alta". La nieve que va cayendo no tiene tiempo de transformarse en hielo para aumentar la aportación.

Otro problema es la fragmentación. Como en Monte Perdido, también el de Aneto se ha roto. Está por determinar si las dos partes separadas observadas en el 2022 ya se han convertido en tres. "Hay que esperar a procesar los datos, porque el año pasado también dijimos que había tres trozos, y no, luego al analizarlos eran dos", aclara la investigadora, ya que a veces las rocas no dejan ver el hielo que hay debajo. En todo caso, es cuestión de pocos años que se siga rompiendo.

Los propios montañeros perciben las alteraciones. Desde 2022, la Guardia Civil y los guías avisan de la caída de piedras y de la presencia de hielo duro, desaconsejando el paso por el glaciar de camino a la cumbre más alta de los Pirineos. Lo que antes era habitual que ocurriera a finales de agosto, la desaparición de la nieve para dar paso al hielo fósil, donde ni los crampones agarran, ahora sucede al principio del verano.

Ixeia Vidaller también señala el peligro de cruzar un glaciar. "Llega un momento en que los crampones no agarran en el hielo", dice, y además se producen continuas caídas de piedras. "Cuando hace tanto calor esas rocas sujetas por el propio hielo arriba en las paredes de los circos, quedan sueltas y caen".

Curiosamente, según explica Gerardo Bielsa, este año, desde mitad de agosto, "ni siquiera ha hecho falta atravesar el glaciar a final de verano para subir al Aneto porque se podía pasar por piedras, sin pisar nieve ni hielo". 

Una lista que mengua

De la lista de las últimas 19 masas de hielo del Pirineo aragonés, reconocidas como Monumento Natural, ya se están cayendo algunos glaciares. En 2022, científicos de la Universidad de Valladolid certificaron la ‘muerte’ del de La Paúl, en el macizo de Posets y  el segundo a mayor altitud de los Pirineos. En su última visita vieron una división en tres pequeñas porciones, sin grietas ni huellas de flujo que denotaran el movimiento. Pasó de ser un pequeño glaciar a tres masas de hielo relicto por efecto del cambio climático.

Los dos últimos veranos han sido de los más cálidos en 20 años. Esta semana se han alcanzado en el Pirineo máximas rondando los 20 grados, sin bajar los termómetros de 9º en refugios por encima de 2.200 metros. El pasado miércoles, la temperatura en la estación meteorológica instalada en el Aneto (3.044 metros) oscilaba entre 8 y casi 5 grados.

La escasez de nieve del último invierno tampoco ha ayudado. Según datos de la Confederación Hidrográfica del Ebro, desde mediados de diciembre a mediados de enero no nevó y en estas fechas la reserva cayó a la mitad de un año normal. El máximo se suele alcanzar en marzo, pero en 2023 se produjo a final de enero. Además hubo un deshielo prematuro en todos los macizos montañosos, otra evidencia de que la desaparición de los glaciares ya no es cuestión de décadas sino de años.

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