Heraldo del Campo

Lo que el río deja... cuando muestra su fuerza

No ha sido como las avenidas de 2018 o 2021, pero la última crecida del Ebro deja también daños en los pueblos ribereños que insisten y urgen una limpieza del cauce

El alcalde del Burgo de Ebro comprueba el estado de una mota de la localidad. HA
El alcalde del Burgo de Ebro comprueba el estado de una mota de la localidad. 
HA

Están acostumbrados a convivir con el río, forma parte de su paisaje y hasta de su economía, pero con lo que no terminan de acomodarse es a sentir miedo, por sus cultivos y hasta por sus casas, cada vez que el Ebro demuestra su fuerza a su paso por las localidades ribereñas de Aragón.

La última avenida llegaba a finales de febrero y principios de marzo. Volvía a poner en guardia a los pueblos de las comarcas de la Ribera Alta y Baja aunque, antes de que llegara a Aragón, ya se preveía que no sería tan extraordinaria como las que dejaron las ultimas tres crecidas en 2015, con 28.000 hectáreas de superficie agrícola anegadas; en 2018, cuando los daños alcanzaron los 80 millones de euros y, especialmente en 2021, donde todavía está vivo el recuerdo la gran avenida que arrasó más 15.000 hectáreas y causó a graves afecciones en los pueblos que encontraba a su paso, lo que obligó Gobierno central a anunciar la declaración de zona catastrófica.

No hay todavía datos oficiales de los daños causados por la pasada avenida del Ebro, aunque desde la asociación de afectados por las riadas del Ebro (Asafre) aseguran que, en esta ocasión, "con menos cantidad de agua los daños son más elevados" y cuantifica en más de 2.000 las hectáreas de cereal y hortalizas dañados por el agua.

A esta incertidumbre, este temor y, sobre todo, a la indignación le han puesto esta semana voz los alcaldes de los municipios de ambas comarcas, aprovechando la visita de norte a sur por las localidades ribereñas del consejero de Agricultura, Ganadería y Alimentación, Ángel Samper.

En Novillas, Pradilla, Boquiñeni, Gallur, Alcalá o Cabañas, puerta de entrada a Aragón de las avenidas del Ebro, han vuelto a ver de nuevo cómo sus cultivos quedaban sumergidos bajo el agua y se resucitaba "el miedo que siente la población cuando sube el nivel de rio", explicaba la alcaldesa de Boquiñeni, Raquel Cosculluela.

La primera edil lamenta que "la mota que se construyó no es suficiente para parar el volumen de agua. A ello se une que en otras poblaciones las construidas son de mayor fuerza y mandan el agua hacia nuestro municipio, aumentando el peligro".

Se queja también el alcalde de Cabañas de Ebro, Pedro Sanz. "No es lógico que el río entre y vuelva a entrar en estos terrenos dejando grandes capas de arena y madera que tienen que limpiar los propietarios sin ninguna ayuda", insistía, para exigir inversiones en «obras que perduren». «No entendemos la política de la CHE que ignora estas cuestiones», critica.

Limpieza del cauce

En Nuez de Ebro, las sucesivas avenidas han formado islas a lo largo de su termino municipio, que sumadas a la construcción de de la ARA-2 "hacen de dique que encauza el agua de las crecidas hacia Nuez", señala el alcalde de Nuez de Ebro, Emilio Ferrero, que recuerda que en 2018 la crecida inundó una granja en la que perecieron 400 animales. "La granja se había construido en terreno no inundable e incluso se había elevado por encima de lo habitual. Esto es consecuencia de la falta de limpieza que necesita el río", añade.

En ese argumento ahonda el alcalde de Quinto, Jesús Morales, como lo hacen todos los representantes de estos municipios, para quienes limpiar el cauce es la única manera de no poner en peligro a los habitantes y a los cultivos de los pueblos de la comarca. "Llevamos años reclamándola a la CHE sin recibir más respuesta que el silencio o la negativa", lamenta Morales.

Cada vez que hay una crecida, en Pina de Ebro cruzan los dedos, porque esta población ve peligrar su casco urbano cuando las crecidas son extraordinarias. "Si no se limpia el cauce, tarde o temprano Pina se inundará", advierte su alcalde, Pablo Blanquet, que lamenta la falta de sensibilidad que existe en torno a un problema que va a terminar por dejar vacíos los pueblos de la ribera. Porque como repiten muchos de sus alcaldes, las avenidas del Ebro no solo dejan daños sino también despoblación. "Los más jóvenes no quieren quedarse a vivir porque no ven futuro en la tierra, una tierra muy fértil pero con grandes dificultades por el río, que no debería ser un problema sino un gran aliado", coinciden en señalar alcaldes y agricultores de las comarcas.

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