¿Quién fue el zaragozano que descubrió Pompeya?

La ciudad romana destruida por el Vesubio fue descubierta en el siglo XVIII por un aragonés y las noticias de sus hallazgos dieron la vuelta al mundo.

Una vista del yacimiento que visitan 30.000 personas al día.
Una vista del yacimiento que visitan 30.000 personas al día.
Heraldo

Para muchos todavía es desconocido que una de las ciudades romanas más famosas del mundo y que ha pasado a la posteridad por la erupción del volcán Vesubio, fue descubierta por un aragonés. Fue un zaragozano quien halló los restos de Pompeya, la urbe arrasada por las explosiones de piedras incandescentes, por la tóxica nube ardiente y por las toneladas de ceniza y lava que la monstruosa montaña escupió aquella noche del año 79 d.C.

El descubridor maño se llamaba Roque Joaquín de Alcubierre y, además de Pompeya, sacó también a la luz otros importantes yacimientos como son los de Herculano y Estabia. Nacido en Zaragoza en 1702, se convirtió en ingeniero militar y se formó con el apoyo del Conde de Bureta, antes de viajar a Italia a servir a Carlos VII de Nápoles, hermano menor del rey de España, Fernando VI. 

El monarca de Nápoles sería más tarde Carlos III de España, a la muerte de su predecesor sin descendencia. Y es que el reino de Nápoles pertenecía a los Borbones, que ya reinaban en España, y era allí donde enviaban a los hijos segundos de los reyes como monarcas. Es en esa época, antes de convertirse en rey de España, cuando el rey napolitano llama a su lado al ingeniero zaragozano para que construyese algunos proyectos y edificios que tenía en mente.

Por casualidad

Y allí, muy cerca de Nápoles, Roque Joaquín de Alcubierre halló, por pura casualidad, los restos de un descubrimiento que daría la vuelta al mundo. El rey le había encargado construir un pabellón de caza en una zona cercana a la costa del Adriático. Mientras se acometían las obras para allanar el terreno y los trabajadores removían la tierra, comenzaron a brotar restos de edificaciones antiguas y algunas estatuas cubiertas de cenizas. 

Ante tal hallazgo, el rey permitió que se hiciesen unas catas para ver qué era aquello y no debió de salir defraudado pues los restos que fueron emergiendo a la superficie resultaron de una envergadura y de un valor incalculable. Entre ellos destaca la pintura de ‘Teseo vencedor del minotauro’, un fresco que procedente de una villa importante, que con el tiempo se supo que perteneció a Gavio Rufo, considerado una obra maestra y que se conserva en el Museo Arqueológico Nacional de Nápoles.

Antes del hallazgo, unas cartas del romano Plinio el Joven al historiador Tácito ya daban cuenta de un suceso ocurrido un tiempo atrás en el que se describe una lluvia de piedra y cenizas consecuencia de la erupción del Vesubio. Sin embargo, “los intelectuales pensaban que aquella descripción que el romano había hecho desde la bahía de Nápoles, a 30 kilómetros, era una ficción (como la Atlántida) y no una referencia real. Así se fue olvidando la localización de aquellas ciudades hasta el feliz hallazgo del zaragozano, que no tardó en intuir que lo iba encontrando era lo sepultado por la tremenda erupción en el año 792, escribe el periodista Christian Períbañez, en un artículo de HERALDO.

"Los intelectuales pensaban que el episodio de Pompeya era una ficción, como la Atlántida"

Más de 40 años excavando Pompeya

Tras la pintura de Teseo, siguieron saliendo piezas fabulosas: estatuas de bronce y mármol, mosaicos, estructuras de grandes edificios, villas e inscripciones y Roque Joaquín de Alcubierre ató cabos y fue consciente de que lo que acababa de descubrir eran los restos de Pompeya, la ciudad destruida por el Vesubio. 

Estuvo más de 40 años, hasta su muerte en 1780, completando con tesón una labor arqueológica sin precedentes en el mundo, sacando a la luz nada menos que tres ciudades enteras, ya que junto a Pompeya, excavó también las cercanas Herculano y Estabia, también enterradas bajo las cenizas del volcán. Todo lo que fue sacando en estas excavaciones era llevado al Museo Real de Nápoles.

Hoy, Zaragoza recuerda a este descubridor, ingeniero y arqueólogo con una calle en junto al Parque Bruil y con la máxima distinción que otorgan los arqueólogos aragoneses: la Medalla Roque Joaquín de Alcubierre. Gracias a su trabajo, conocemos la historia de una ciudad que sufrió una catástrofe natural en el siglo I y que ha dado pie a numerosas novelas y películas sobre este trágico episodio.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión