Pompeya recuerda a los más humildes

Una exposición muestra cómo era la vida de los esclavos y miembros de las clases bajas en la urbe del Imperio Romano destruida por el Vesubio en el año 79

Restos de la habitación de una familia de esclavos hallada en Pompeya
Restos de la habitación de una familia de esclavos hallada en Pompeya
EFE/Reuters

Dos siglos y medio después de su descubrimiento, el yacimiento de Pompeya, a las afueras de Nápoles, sigue siendo un foco de atracción para los arqueólogos. Los últimos hallazgos han permitido obtener nuevas informaciones sobre la vida cotidiana de las clases populares. Constituían el 80% de los alrededor de 20.000 habitantes que tenía esta urbe del Imperio Romano antes de ser destruida por la erupción del Vesubio en el año 79 después de Cristo.

A esa mayoría de esclavos, artesanos, prostitutas y personas humildes está dedicada la exposición 'La otra Pompeya', que puede visitarse en el yacimiento hasta finales de año. La muestra cuenta cómo era la vida de los pompeyanos más pobres y desamparados: su nacimiento, su muerte, su espiritualidad, qué comían, dónde dormían y a qué dedicaban el poco tiempo libre que les quedaba entre sus labores cotidianas. "Partiendo de las trazas arqueológicas, intentamos narrar la vida de esas personas anónimas que pese a que han sido olvidadas, son las que han hecho la historia", cuenta Gabriel Zuchtriegel, director del Parque Arqueológico de Pompeya.

La existencia de la población más humilde transcurría en espacios estrechos y poco iluminados que están recreados en la exposición, en la que también puede conocerse cómo era su alimentación. "Comían esencialmente pan, acompañado de algunos higos o frutas. Tenían muy difícil comer carne, a no ser que algún ilustre les invitara para luego pedirles el voto", explica Zuchtriegel, que destaca que la mayor parte de la población carecía de cocina y baño en sus casas, que contaban con uno o dos espacios para toda la familia. Las camas eran sencillas estructuras de madera con una red sobre la que echarse.

Más de 300 piezas

Dividida en siete secciones, como la infancia, la alimentación o la diversión, la exposición muestra más de 300 objetos de la vida cotidiana, además de los calcos de los cuerpos de algunas víctimas de la explosión del volcán. Sobrecogen los restos de dos adultos que fallecieron abrazados y de un niño pequeño. "La tasa de mortalidad infantil era altísima, sobre todo en las familias humildes. De cada 10 bebés, sólo 5 llegaban a la adolescencia", recuerda el director del Parque.

Pompeya también ofrece a los visitantes la posibilidad de conocer de primera mano el trabajo de los arqueólogos en la 'Regio IX', un área con importantes descubrimientos, como una panadería-prisión cuyos trabajadores estaban esclavizados y malvivían hacinados en un angosto espacio junto a los burros utilizados para moler el trigo. "Este hallazgo nos ha permitido reconstruir el desolador cuadro de las personas que trabajaban allí y que estaban encerrados, como se ve por la reja de hierro que hay en la ventana que conecta la panadería con otro ambiente de la casa, con la intención de controlar quién estaba en el interior", señala Zuchtriegel, para quien la realidad que el visitante encuentra en Pompeya resulta "bastante representativa, para bien y para mal" de cómo era el mundo romano. "El bellísimo arte de la casas pompeyanas más ricas no es cualitativamente distante de lo que vemos en los palacios de Roma. Y también sabemos que la extrema pobreza y la esclavitud eran realidades difundidas en todo el Imperio".

La maldición que incita a devolver las piedras robadas

Llevarse unas piedrecitas de este gigantesco yacimiento como recuerdo puede desatar la "maldición" de Pompeya. Eso es lo que creía una turista que, recientemente, envió una carta a las oficinas del Parque Arqueológico en la que devolvía unos trozos de piedra pómez que había robado en una visita. "No sabía de la maldición ni que no debería haber cogido las rocas. En un año me he enfermado de cáncer de pecho. Soy joven y con buena salud y los médicos me dicen que se trata sólo de 'mala suerte'. Por favor, acepten mis disculpas y estas piedras", se justificó la turista en su misiva, escrita en inglés. No es un caso único. Resulta habitual para los responsables de Pompeya recibir cartas y paquetes de antiguos visitantes o incluso de sus descendientes en los que devuelven piedras u otros restos que se llevaron del yacimiento.

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