Jorge Cajo: "Es difícil incorporarse y muy complicado ser agricultor, pero no me arrepiento"

El joven ingeniero, natural de La Almunia de Doña Godina, decidió dar el salto como titular de la explotación, junto con su hermano Roberto, de 31 años, a través de plan de ayudas a la incorporación de 2022

Jorge Cajo, fruticultor de la Almunia, en su explotación.
Jorge Cajo, fruticultor de la Almunia, en su explotación.
J. Macipe

Roberto Cajo tiene 23 años y desde que era muy pequeño tenía claro cual iba a ser su profesión. Quería ser agricultor y sobre todo "llevar las máquinas y los tractores", como lo eran sus padres. Estudió Ingeniería Agrónoma, aunque reconoce que le falta alguna asignatura para completarla, y hace poco más de un año decidió dar el salto como titular de la explotación, junto con su hermano Roberto, de 31 años, a través de plan de ayudas a la incorporación de 2022, precisamente la última convocatoria que se ha publicado hasta este momento en Aragón.

Lo hizo apostando por una elevada inversión que le permitía incrementar un 50% la explotación familiar situada en La Almunia de Doña Godina (Zaragoza). "El Ayuntamiento de la localidad sacó a subasta parcelas de monte, muy orientadas al sector frutícola, con un alquiler de 15 años con dos prórrogas de cinco años y decidimos optar", explica Cajo. Ahora los hermanos Cajo cultivan unas 65 hectáreas de fruta de hueso, principalmente cereza, albaricoque y melocotón amarillo.

Su pasión por el campo se nota cuando habla. Reconoce que ha sido un año complejo, sequía, heladas o mosca de la fruta han afectado notablemente la producción en las dos últimas campaña, en las que además los costes de producción han sido muy elevados. Y aunque asegura que «la conserva ha ido fatal» por los bajos precios, reconoce que "el melocotón amarillo ha tenido tirón". Eso sí, lamentablemente ha sido porque no había producto por la merma originada por la plaga.

A pesar de las dificultades, Cajo, que es también responsable del sector de la fruta en UAGA, asegura que está contento con la decisión profesional tomada y no ha tenido momentos de debilidad. "Me gusta mucho mi trabajo, que es un estilo de vida y no me arrepiento de haber decidido ser agricultor", señala el joven. Eso sí, matiza que "para esto no vale cualquiera, o lo amas o no hay nada que hacer porque hay que dedicar mucho tiempo, mucho trabajo y dinero y no siempre es rentable".

Aunque satisfecho de su profesión, Cajo reconoce que "es dificilísimo incorporarse", porque las ayudas no son suficientes si es necesaria una gran inversión y además tardan mucho en llegar. "Nosotros conseguimos la subvención hace ya más de un año y medio, tuvimos que hacer todo el desembolso y todavía no hemos visto ni un euro", asegura.

Por eso, en su opinión, hace falta más agilidad en los pagos de las ayudas, menos burocracia y una mayor protección a las explotaciones profesionales. "Ser agricultor es muy complicado y hay mucha incertidumbre, por lo que es complicado fomentar el relevo generacional si además no es rentable", puntualiza.

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