Más de 5.000 kms por una buena causa… ¡Y una carrera solidaria!

Además de organizar una competición, un grupo de aragoneses montará la primera aula de informática de la aldea de Kabacoto, en Senegal, gracias a numerosos cómplices.

Chicos de 100 pies inician un viaje a África para montar un aula en un poblado
Chicos de 100 pies inician un viaje a África para montar un aula en un poblado
FRANCISCO JIMÉNES

Este viernes por la mañana había mucho ajetreo en el local de 100 Pies Eventos, en el número 8 de la calle Raquel Meller de Zaragoza. Sergio del Barrero (45), Fran Guajardo (46), Antonio del Pago (46) y Amath Deme (45) ultiman los detalles de un viaje muy especial. A ellos, ya en Madrid, se les sumará Luis Rasal (66) que completa la delegación. Desde primera hora de la mañana, pesan y envuelven maletas, repasan la lista y comprueban que está todo lo necesario para su aventura… En tan solo unos instantes se montarán en la furgoneta con la que dará comienzo un viaje de más de 5.000 km por una buena causa, y una carrera solidaria.

¿El destino? Kabacoto, en el corazón de Senegal, un poblado al que llevan acudiendo ocho años. Allí, el próximo viernes, 26 de enero, tendrá lugar la VII 'Carrera Niños de África'. Una cita con esencia aragonesa que empezó de manera improvisada y humilde, pero que hoy poco tiene que envidiar a la 10K de Zaragoza. Dorsales, arco, megafonía ¡y este año incluso control de corredores!. “La idea es que los niños de este rincón de África tengan una carrera como las que tenemos aquí”, explica del Barrero, presidente y fundador de este proyecto solidario.

Y es que esto empezó por su amor por el ‘running’, pero pronto se convirtió en la excusa perfecta para llevar felicidad y esperanza a un lugar donde “casi nadie tiene nada”, advierte el zaragozano. Todo empezó en 2006, cuando un joven Amath llegó a Zaragoza en condiciones muy complicadas. “Empezó a colaborar con nosotros de manera voluntaria en la organización de carreras. Fue entonces cuando nos contó que había dejado allí a su mujer, embaraza, y no dudamos en echarle una mano”, rememora.

Chicos de 100 pies inician un viaje a África para montar un aula en un poblado
Chicos de 100 pies inician un viaje a África para montar un aula en un poblado
FRANCISCO JIMÉNEZ

Una vez arregló su situación, comenzó a viajar cada dos años hasta su lugar natal. Sergio recuerda que siempre volvía con la misma idea: “Algún día haremos allí una carrera como estas”. Y al final, así fue. En el año 2015 Del Barrero pidió una excedencia y organizó junto a Amath y otro compañero esa primera carrera en la aldea. “Viajamos con un coche durante varios días, y dejamos aquel vehículo, un Skoda, para que lo convirtieran en un taxi para poder ganarse la vida”, afirma.

Aquel año todo fue improvisado, en el patio del colegio, un edificio bastante deteriorado. “Prometimos que volveríamos, y así hemos hecho cada año, llevando cada vez más cosas, más camisetas, más donaciones, más ayuda”, admite. Hasta hoy, con una carrera en la que esperan la participación de al menos 600 niños de edades entre 5 y 12 años en un evento que en el pueblo viven como una auténtica fiesta. “Además de su propia camiseta, cuando lleguen a meta los niños van a tener una bolsa del corredor como las que tenemos aquí”, añade Sergio.

Esta es la primera vez que, a pesar de viajar hasta Madrid en furgoneta, el equipo volará hasta Dakar. “Siempre hemos viajado en coche, lo hemos dejado allá y hemos vuelto volando. Este año por seguridad hemos decidido cambiar”, admite. De hecho, desde la capital de Senegal hasta el poblado hay casi 300 km, que cubrir en coche suele costar prácticamente un día. “Tan solo dejamos de ir a causa de la pandemia, pero seguimos mandando dinero para reparar las aulas del colegio, vestir a su equipo de fútbol, y todo lo que necesiten”, añade.

Para Guajardo, que lleva participando en este viaje cuatro años, es “una experiencia increíble”. “Es un viaje vitamina por varias razones. Conoces otras culturas, viajas con tus amigos de toda la vida - algunos de ellos se conocen desde los seis años-, pero, sobre todo, por lo que, poco a poco, vamos consiguiendo en un pequeño pueblo de la otra parte del mundo. Nosotros somos allí la cara visible, pero detrás de todo esto hay mucho trabajo”, asegura.

El zaragozano también destaca la hospitalidad de los vecinos. “Dormimos en casa de la familia de Deme y conocemos la vida africana de primera mano. Ellos se ríen de nosotros por no saber manejar un carro con un burro, por ejemplo”, admite, entre risas. Sin duda, si hay algo que rescata de esta experiencia es el día de la carrera: “para los que amamos el atletismo, es atletismo en estado puro. Ver correr a niños con una facilidad pasmosa y una sonrisa en la cara te devuelve a la niñez. He visto muchas competiciones de atletismo en vivo, pero nunca he visto correr tan fácil como lo hacen alguno de estos niños”.

Todo preparado para la aventura.
Todo preparado para la aventura.
FRANCISCO JIM ÉNEZ

¡Tubako, tubako!

Cada año, desde que llegan al pueblo, les reciben con el mismo grito. “¡Tubako, tubako!”, que en el dialecto ‘pular’ significa ¡blanco, blanco!, como explica el propio Deme. “Estoy muy contento de haber vivido esta aventura junto a mis ahora amigos y agradecido con las personas que han colaborado y cada año siguen colaborando con esto”, admite. También su mujer, Fatima Ye, que desde hace seis años ya vive en Zaragoza junto a su familia, se muestra muy emocionada: “Para ellos es uno de los días más importantes del año”.

Sin embargo, este año el viaje en avión tiene una doble causa, y es que los zaragozanos han conseguido un total de 40 ordenadores para montar su primera aula de informática. “Les ha llegado la luz hace nada, y gracias a la colaboración de empresas locales como Zaragoza Deporte, Alerce Informática, Saica o el CIPFP Movera, tendrán ordenadores, teléfonos e incluso impresoras en nada”, admite del Barrero. Además, el aula llevará el nombre de su hija, Blanca del Barrero.

“Lo mejor, sea en la forma que sea, es llevar felicidad a un rincón de África donde no están acostumbrados a que pasen estas cosas que para nosotros son tan habituales. Hacerles felices y ver sus caras es la mejor recompensa”, concluye el zaragozano. 

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