Biden, Tamames o Ana Obregón: ¿qué pasa cuando la edad biológica o mental no coincide con la cronológica?

Tener hijos a los 68, presidir Estados Unidos a los 80, encabezar mociones de censura a los 89 o ser coronado Rey de Inglaterra a los 74. La creciente longevidad del ser humano plantea nuevos retos y debates entre el edadismo y las verdaderas capacidades en la vejez.

Biden, Tamames, Carlos III o Ana Obregón, cuatro personajes que desafían su edad.
Biden, Tamames, Carlos III o Ana Obregón, cuatro personajes que desafían su edad.
H. A.

En un mundo que secularmente pondera la juventud, se hace a la par cada vez más complicado establecer el momento objetivo en el que a alguien puede considerársele viejo. La propia palabra se asoma al abismo de la incorrección política y es una etiqueta de la que reniega gente de cada vez más edad. Amén de lo terminológico, la realidad muestra cada vez con más frecuencia casos de personas muy mayores, octogenarias o nonagenarias, que se enfrentan a retos más propios de la juventud.

¿Cuándo alguien es lo suficiente mayor para hacer determinadas cosas? Si los 50 son los nuevos 40, ¿los 80 son los nuevos 60?

Varias noticias de los últimos días alientan el debate. Son variadas y estrictamente poco comparables, pero responden a un mismo patrón: personas haciendo cosas sorprendentes para su edad. Joe Biden, de 80 años, acaba de mostrar su voluntad de presentarse a la reelección (de producirse, agotaría sus dos mandatos a la edad de 86). Sin dejar Estados Unidos, Nancy Pelosi estuvo presidiendo la Cámara de Representes hasta el pasado enero, poco antes de cumplir los 83 que ahora tiene. El economista Ramón Tamames recuperó durante unas semanas un protagonismo inusitado encabezando una comentadísima moción de censura al Gobierno de España durante la cual el asunto de su edad (89) fue recurrente. Carlos Sainz desafía al paso del tiempo entrenando duramente para su próximo rally nada más cumplir los 61

El caso de lejos más sonado es el de Ana Obregón, que afronta una rocambolesca maternidad a los 68. Tampoco escapan a las críticas por la edad los cargos vitalicios. El siglo XXI ha sido el primero en ver reyes que se 'jubilan'. Otros como Isabel II mueren reinantes a los 96 mientras que su sucesor, Carlos III, tiene en sus 74 años uno de los principales escollos de su reinado, según las encuestas.

A la vez proliferan casos a los que estamos a estas alturas algo más acostumbrados: el juez Pedraz acaba de anunciar que va a traer un hijo al mundo a los 65, en su caso de manera natural con una pareja más joven, o asistimos a las enésimas giras mundiales de octogenarios como Mick Jagger o Bob Dylan sin que en el horizonte se vea el final sobre los escenarios de estos genios incombustibles.

Son casos especiales, pero que ponen sobre la mesa una cuestión evidente: cada vez se vive más y, sobre todo en las sociedades más ricas, en mejores condiciones físicas y mentales. Un avance que a la vez genera dudas sobre si, por muy bien que se esté, la edad cronológica es un impedimento objetivable a la hora de plantear la verdadera capacidad de una persona. No digamos en actividades que conllevan responsabilidades de envergadura.

"En plan práctico nos regimos por una edad cronológica, pero realmente lo que tendría que tenerse en cuanta es la biológica", dice Alodia del Val, médico geriatra del Hospital Miguel Servet de Zaragoza. Una especialidad que ella misma califica como "nueva" dentro del sistema de salud.

"En plan práctico nos regimos por una edad cronológica, pero realmente lo que tendría que tenerse en cuenta es la biológica".

"Hay más ancianos que niños y tenemos un pediatra en cada centro de salud pero no un geriatra".

"La heterogeneidad es lo que predomina entre los mayores".

"Se envejece como se ha sido habitualmente".

Alodia del Val, geriatra​

"En el siglo XX se cambió el paradigma de lo que es la medicina. Hasta ese momento giraba en torno a enfermedades agudas y ahora se añaden conceptos como el de fragilidad, la multimorbilidad (que es padecer más de una enfermedad a la vez) y la funcionalidad del paciente", explica Del Val. "Los geriatras contemplamos tanto las enfermedades como las esferas social, cognitiva y funcional. No es lo mismo un paciente de 80 años independiente, con vida activa, que otro dependiente, en una cama, con necesidad de ayuda para todo. Nosotros tenemos que tener la capacidad de detectar a los que son frágiles, pero la tarea del geriatra no es solo este cribado, sino en el caso de estos últimos, tratar en la medida de lo posible de revertir la situación".

Mayores "frágiles" y "robustos"

En los términos de esta especialidad, que la edad biológica sea inferior a la cronológica pasa por conjurar esa "fragilidad" cuyo antónimo en la terminología geriátrica sería el de "paciente robusto". Alguien que llega a la vejez dentro de esta etiqueta tendrá menos posibilidades o tardará más en desarrollar enfermedades que van en sus genes.

Aspirar a 'robusto' es algo que comienza en la juventud y consiste en algo que a pocos sorprenderá: ejercicio y buena alimentación. Y, ojo, porque los "robustos" también necesitan protección, según esta geriatra: "A algunos se les está prescribiendo que se abstengan de cuidar a otros, como los nietos, porque en determinadas ocasiones se llega a abusar de estos 'ancianos robustos'.

Para Del Val, el papel de la geriatría es crucial y doble. Por un lado, el de una atención integral derivada del mismo hecho de entrar en esa etapa de la vida: los condicionamientos físicos, mentales y sociales de la vejez deberían ser tratados médicamente en conjunto, de tal manera que las personas mayores fueran atendidas por un geriatra igual que los niños por un pediatra. Algo que la especialista califica de "utópico" a día de hoy porque los recursos son limitados. "Hay más ancianos que niños y tenemos un pediatra en cada centro de salud, pero no un geriatra", señala Del Val.

Uno de los beneficios más inmediatos de esa atención especializada e integral a los mayores sería que, dicho llanamente, no se les metiera a todos en el mismo saco. De esa categorización genérica y primaria entre "robustos" y "frágiles" saldrían "perfiles complejos" que establecerían con precisión esa relación real entre edad biológica y cronológica. Porque "la heterogeneidad es lo que predomina entre los mayores", subraya.

Contra el edadismo

La doctora pone un ejemplo reciente e impresionante de lo que esto supone: "Cuando trabajamos en la planta del covid, los geriatras establecimos unas escalas visuales de fragilidad, porque nos parecía injusto que se cerrara la puerta de la UCI a pacientes que estuvieran como un joven de 50". "Tendríamos que invertir en valorar a los pacientes mayores como merecen, ir en contra del edadismo. No hay que verlos como un estorbo, sino integrarlos en la sociedad de una forma constructiva".

"Tendríamos que invertir en valorar a los pacientes mayores como merecen, ir en contra del edadismo".​

​No hay que verlos como un estorbo, sino integrarlos en la sociedad de una forma constructiva".

"El envejecimiento conlleva una disminución de la velocidad del procesamiento de las cosas. Hay una merma global".

​​Alodia del Val, geriatra

Volviendo a los casos sonados de estas últimas semanas, la doctora refiere que "el envejecimiento conlleva una disminución de la velocidad del procesamiento de las cosas". "No veo a Biden viendo Tiktok a la velocidad que llevan allí los vídeos, es incompatible con sus neuronas por muy buenas conexiones que tenga". Con carácter general, "la edad genera una merma global: se atrofian las mucosidades en el intestino, hay una disminución de la velocidad de la marcha que nosotros valoramos mucho porque nos da idea de la fragilidad". "Pero a nivel global -prosigue Del Val- los mayores también disponen de una experiencia que les ayuda a valorar las cosas". Asimismo, es importante saber si están libres de ansiedad o depresión, que son muy prevalentes a esas edades.

Cabe preguntarse también hasta qué punto, aparte de esa relación entre edad biológica y cronológica, en personajes como Biden, Tamames o Ana Obregón tienen en su cabeza una edad mental equivocada. Hasta qué punto es complicado admitir íntimamente o escuchar a otro decir que uno ya no está para ciertos trotes. Según Alodia del Val, "al hacer una valoración geriátrica se tiene en cuenta la edad mental, la capacidad de juicio, la presencia o no de deterioro cognitivo, y se refleja en el informe global que se hace, en el que se valoran posibles delirios. Los hay de grandeza, de perjuicio, de ruina, el de Clerambault... La lista es extensa, y se añaden posibles trastornos afectivos, infantilismos o negaciones... El abanico es amplio". Al final "se envejece como se ha sido habitualmente".

Es el caso de Antonio Herrera y del grupo que representa como presidente de Asociación de Profesores Eméritos de la Universidad de Zaragoza. "Cuando nos jubilamos con 70 años todavía mantenemos una capacidad de desarrollar actividades, de investigar, de impartición de docencia que entendemos que puede ser aprovechada", explica. "En nuestro entorno la edad no es una cuestión que se valore o que se evalúe o minusvalore. Nosotros respetamos la opinión de los demás". Si hablamos por ejemplo de Tamames, profesor universitario como Herrera, opina que tiene "muy buenos reflejos intelectuales, lo cual le capacita para intervenir. No relaciono la edad con la capacidad intelectual. Eso depende de cada persona. Hay gente que con 60 por desgracia la pierde y otros que con 90 se mantienen muy activos".

En el caso de los profesores eméritos participan de la vida universitaria sin "las responsabilidades" de antaño, "que las van cediendo según se acerca la jubilación". A título personal, Herrera agradece "mucho la posibilidad de continuar con algunas clases, desarrollo de másters o tesis". Dice sentirse como una persona más que "trabaja, participa y soy consultado. Me siento muy amparado y realizado".

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