El irresistible atractivo de los restaurantes de carretera: "La gente se sale de la autopista para venir"

Los negocios de la N-II se resienten en distinta medida de la pérdida de tráfico tras la liberalización de la AP-2. La mayoría mantiene firme su facturación gracias a los clientes más fieles.

Cartel de la Venta Santa Lucía, al pie de la N-II a la altura de Pina de Ebro.
Cartel de la Venta Santa Lucía, al pie de la N-II a la altura de Pina de Ebro.
Marcos Cebrián

A pie de carretera hay que trabajar duro para sacar el negocio adelante. Hay conductores que caen como paracaidistas en un restaurante, otros lo hacen por una parada urgente y obligatoria… pero quienes de verdad recorren la N-II arriba y abajo saben por qué paran en un sitio y no en otro. Esto es lo que está salvando a varios negocios de la vieja nacional a su paso por Aragón.

La liberalización de la autopista AP-2 ha hecho que el número de camiones, coches y motos que pasan por las puertas de su negocio se desplome. A menos tráfico, menos oportunidad de negocio. Todos lo están notando en mayor o menor medida. Algunos hablan de caídas en la facturación del 40%; sin embargo, otros dicen que mantienen el nivel de negocio. Al final, casi todos subsisten debido al irresistible atractivo que tienen estos locales y su comida casera, que para muchos conductores no resiste comparación con la escasa, cara y estandarizada oferta de la autopista.

El área de servicio Rausan, en Alfajarín, se aprovecha de su privilegiada situación, justo en el vértice que dibujan la nacional y la autopista, con entradas desde ambos viales. Por aquí pasan, en verano, entre 2.500 y 3.000 personas todos los días. “La liberalización no nos ha afectado, mantenemos el mismo nivel de trabajo”, señala Vicente Buisán, director del área de servicio. Ha observado un “claro cambio de tendencia” en el volumen de tráfico de una y otra carretera y, a su juicio, la liberalización de la autopista ha hecho que el viaje sea “mucho más cómodo”.

Adrián Dolz, propietario -junto con su hermana Anaia- de El Único de Osera de Ebro.
Adrián Dolz, propietario -junto con su hermana Anaia- de El Único de Osera de Ebro.
Marcos Cebrián

Unos kilómetros más adelante, en Osera de Ebro, el restaurante El Único presume de contar 70 años de vida. No se puede estar más a pie de nacional. Adrián Dolz, tercera generación familiar al frente del negocio, cuenta que un año después de la liberalización “se nota una bajada del tráfico, pero no de la faena”. “Aquí vienen clientes fijos. Si haces la ruta Madrid-Barcelona y llevas idea de comer aquí, te desvías y entras, porque en el tramo entre Pina y Alfajarín es fácil entrar y salir de la autopista a la nacional”, cuenta.

Curiosamente, este aire ‘de toda la vida’ de estos negocios se ha convertido en un punto fuerte para ellos en plena era de internet y redes sociales. “Tenemos buenas reseñas, de buena comida casera, y la gente incluso llama para reservar, cuando nosotros no hacemos reservas: aquí se entra y se come”, señala. Así, aunque el tráfico de turismos se ha desplomado, también quienes van o vuelven de la playa se desvían para entrar a El Único.

La Venta Santa Lucía, a la espera de clientes.
La Venta Santa Lucía, a la espera de clientes.
Marcos Cebrián

Unos kilómetros más adelante, en la Venta Santa Lucía (Pina de Ebro), la perspectiva es algo más negativa. Calculan una caída “del 40%” en el volumen de negocio, sobre todo por “la gente que paraba entre horas” y que ahora no entran, señalan los hermanos Adriana y Bernardo Royo, al frente de un negocio carretero casi centenario. “Mira cómo viene la carretera. Si es que no hay nadie”, lamentan. Sin embargo, celebran que las comidas y las cenas “aguantan bastante bien”, porque “los clientes fijos prefieren salirse y comer bien”.

Ya en Bujaraloz, en El Español -más de 50 años en la carretera- dicen que la liberalización “no ha tenido un gran impacto”. “Por las tardes se nota que pasa menos gente, que hay menos tráfico, pero en global la facturación que estamos haciendo es la misma que antes de que quitaran los peajes”, señala Teresa Vaquer, su propietaria. 

Carlos Miguel García, en la barra de El Español, en Bujaraloz.
Carlos Miguel García, en la barra de El Español, en Bujaraloz.
Marcos Cebrián

El hecho de que esta localidad tenga entrada y salida directa desde la autopista permite que muchos clientes entren al pueblo a comer o a cenar. “Hay muchos que nos conocen desde hace tiempo y vienen, y otros que van buscando en el móvil desde el coche. Como tenemos buenas referencias en Google, acaban entrando”, comenta. Carlos Miguel García, empleado del establecimiento desde hace ocho años, ve que hay momentos “más flojos”, pero otros en los que “se forma fila en la puerta para entrar a comer”. “Vente un domingo de estos de verano y lo verás”, asegura.

En esta misma localidad, la Parrilla Monegros II comparte esta visión: “No se nota mucho. Nosotros no trabajamos mucho con camioneros, sino más con turismos que van camino de la playa. Estos siguen entrando aquí y otros, además, han decidido seguir circulando por la carretera, porque dicen que ahora se va más tranquilo que por la autopista”, comenta Elena Martínez, la gerente del establecimiento.

Elena Martínez, gerente de La Parrilla Monegros II.
Elena Martínez, gerente de La Parrilla Monegros II.
Marcos Cebrián

En Peñalba, sin un acceso tan directo a la autopista, el restaurante La Ruta sí ha notado un sensible descenso en el volumen de trabajo. “Si antes dábamos 170 menús al día, ahora damos 110”, comenta desde la barra Millaray Tapia. Según señala, cuando se liberalizó la autopista “se notó mucho, pero mucho-mucho”, y ahora poco a poco se va estabilizando “gracias a los trabajadores de la zona y a los camioneros que siguen viniendo”.

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