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Pablo Pérez Palacio: "La indiferencia hacia el otro es un obstáculo para progresar"

Este artista plástico zaragozano acaba de ganar la beca Casa de Velázquez, concedida por la DPZ, con su proyecto ‘Superposiciones’.

Pablo Pérez Palacio en la localidad oscense de Santa Cruz de la Serós.
Pablo Pérez Palacio, en la localidad oscense de Santa Cruz de la Serós.
Pilar Gómez Salvador

¿Preparado para desembarcar en septiembre en la institución cultural Casa de Velázquez en Madrid?

Sí. Como que no me lo acabo de creer; es una oportunidad tan interesante y tan de sorpresa.

Para usted, la beca de artes plásticas y visuales que le acaba de conceder la DPZ representa "el soplo que despeja una niebla que se estaba instalando".

Últimamente las cosas se estaban complicando. Internet está muy bien como ventana o puente, pero a los artistas nos alimenta mucho salir a ferias y a concursos, ver a otras personas... Con esto del bicho se ha instalado una niebla que era como todo muy raro.

¿Cómo le ha afectado la covid?

En la movilidad (verme prácticamente encerrado en Zaragoza), un poco en el ánimo y en las posibilidades de moverme a nivel de ventas y demás.

Llegará a Madrid como "el minotauro" de sus paisajes. ¿Qué espera de esta nueva etapa?

Trabajar todo lo que pueda y con la tranquilidad que me va a proporcionar la beca. ¡Estoy con unas ganas de empezar y conocer a mis compañeros!

Vive a caballo entre Zaragoza, Santa Cruz de la Serós y Madrid. ¿Su obra también transita por estos tres lugares?

Sí, sobre todo en Zaragoza, donde tengo el estudio más grande. Son niveles diferentes: los Pirineos, soledad (casi todos los proyectos nacen de la palabra); Zaragoza, trabajo; y Madrid, relaciones.

Es curioso que en su obra todo empiece por la escritura.

La palabra viene a ser una manera de poner en orden las ideas.

Otro gran protagonista es la simbología del color.

Tiene un protagonismo muy fuerte a priori, pero todos los elementos que utilizo son importantes: el formato, la técnica...

Predominan el negro, el rosa, el azul y los grises.

Son colores de mi mundo. Hay pocos porque los voy metiendo en función de que les voy abriendo la puerta. No hay nada arbitrario.

Estudió escenografía, interiorismo e historia del arte y se licenció en gestión de empresas hoteleras. ¿Cuándo decidió dedicarse de lleno al mundo artístico?

Después de mi última etapa de cuatro años de viajes. Estuve en París y Praga. Gané seguridad viajando y viendo más cosas y tenía ganas de compartirlas.

Es hijo del destacado arquitecto José Manuel Pérez Latorre. ¿Cómo le ha influido crecer rodeado de arte?

Gran parte de mi formación se la debo al contexto artístico de mi crecimiento. Mi familia ha tenido acceso a la biblioteca familiar, han pasado artistas por casa, desde pequeño he ido a muchos museos... Eso te va estructurando la forma de mirar y de entender el arte. Es casi más importante que todo lo que haya podido estudiar después.

¿Sigue yendo a museos?

Sí, mucho. Es fundamental.

¿Cuáles son sus referentes?

Me gusta mucho el trabajo del artista francés abstracto Pierre Soulages. También Oteiza, Palazuelo, los constructivistas rusos y los pintores americanos del color ‘field’ como Newman o Rothko.

Aparte del arte, ¿qué otras cosas le interesan?

Me gusta la soledad, leer (sobre todo ensayo) y la gastronomía.

Como artista plástico, ¿hasta dónde le gustaría llegar?

En cuanto a sueño, seguir trabajando, pintando y desarrollando proyectos. Me gustaría publicar un primer ensayo que estoy haciendo sobre la indiferencia.

¿Por qué para usted el concepto de la indiferencia es tan importante?

Creo que hay un antes y un después en relación a eso. Yo digo que existen tres niveles de relación: la que llevamos con nosotros mismos, con el otro como individuo y con el mundo. Cuando se establece la indiferencia con el otro esa especie de ciclo de crecimiento se empieza a romper. Me preocupa que estemos sometidos a tantísimos estímulos que nos sea indiferente casi todo. Esa indiferencia es uno de los principales problemas a la hora de progresar como humanos.

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