Parque Nacional de Ordesa: un hito de la época

El 16 de agosto de 1918 se aprobaba la declaración del Parque Nacional de Ordesa. La grandiosidad de los paisajes del valle oscense y la pureza de su entorno natural se preservaban así para el disfrute de toda la población por generaciones.

Acto en la pradera de Ordesa, durante la inauguración oficial del Parque Nacional.
Acto en la pradera de Ordesa, durante la inauguración oficial del Parque Nacional.
Ricardo del Arco Fototeca DPH

"Si para proteger el arte el Estado declara los monumentos nacionales, para proteger la naturaleza debería declarar los parques nacionales… A pesar de las cortas de que ha sido objeto, Ordesa conserva su sello de grandiosa virginidad. Un acotamiento a todo aprovechamiento (…) realzaría las condiciones naturales de este valle y lo convertirían en uno de los sitios más visitados por los turistas", afirmaba a principios del siglo XX Pedro Pidal, marqués de Villaviciosa, impulsor de los parques nacionales en España.

Con ese espíritu, el 16 de agosto de 1918 se declaraba el Parque Nacional de Ordesa o del río Ara (en su denominación inicial), una idea en la que le acompañaba la iniciativa gemela del Parque Nacional de la Montaña de Covadonga, ahora Picos de Europa. La proclamación del parque asturiano se adelantó un mes para hacerla coincidir con el XII centenario de la batalla de Covadonga. Sin embargo, no fue hasta la declaración de Ordesa donde se estableció el perímetro del asturiano. En suelo europeo, solo Suecia contaba entonces con parques nacionales.

Un personaje singular

Pidal era un personaje singular, un individuo con empuje, aristócrata bien relacionado (amigo del rey Alfonso XIII) y con poder económico, que sabía moverse en la escena política y lograr que se aprobara en 1916 la ley de Parques Nacionales, la primera de Europa. Esta norma consagraba a los parques como santuarios de naturaleza, un bien nacional que, por sus valores paisajísticos y de biodiversidad, debía ser preservado. Proclamaba también su carácter de patrimonio común de todos los ciudadanos, para los que cumplía funciones terapéuticas frente al avance de la industrialización.

Y por ello, la ley señalaba que se debía "favorecer su acceso por vías de comunicación" para que las gentes pudiesen gozar del aire puro como precursor de salud y de la belleza de sus paisajes como fuente de placer estético. Pero ese disfrute exigía a la vez su protección y así lo defendió Pidal cuando, en 1921, una antigua concesión de explotación hidroeléctrica amenazaba el río Arazas. "Un santo Cristo con un par de pistolas hace mejor maridaje que un Parque Nacional con un salto de agua aprovechado", denunciaba el marqués en una carta al ministro de Fomento.

El parque pasaría otro momento dramático hacia 1970 con la pretensión de construir una presa en el cañón de Añisclo, riesgo que se encontró con la oposición del antiguo Icona y el rechazo popular, recogido por HERALDO en reportajes de amplio eco. Pero quizá el episodio más triste sea la extinción del bucardo, cuyo último ejemplar desaparecía en los ochenta.

Pese a todo se ha conservado la naturaleza de este macizo calcáreo, el más alto del mundo con los 3.355 metros de Monte Perdido, tan bien flanqueado por Marboré y Soum de Ramond para formar las Tres Sorores o Tres Serols, desde donde derivan los valles de Ordesa, Pineta, Añisclo y Escuaín. Un paraje idílico con ríos de agua cristalina, glaciares, cumbres nevadas, valles, cascadas, barrancos y cañones. O sus praderas, uno de los elementos más singulares de Ordesa, creadas por los usos de la ganadería tradicional. Es un espacio de rica biodiversidad donde "se pueden encontrar 1.500 especies vegetales distintas, de las que 60 no existen en ningún otro lugar. Además de fauna como el quebrantahuesos, el sarrio, la rana pirenaica, la perdiz nival, el tritón pirenaico…", explica Manuel Montes, director del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido.

La necesidad de proteger la integridad del conjunto de ecosistemas del macizo montañoso trajo la ampliación del parque hasta su configuración actual: el 13 de julio de 1982, el espacio protegido pasó de 2.100 ha a 15.608 ha y cambió su denominación a Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido. Desde 2006 la gestión es competencia del Gobierno de Aragón.

Modesto Pascau, presidente del Patronato del parque, valora lo que esta figura de protección ha traído, pero no le faltan reivindicaciones: "El parque debe servir a tres objetivos: la conservación del medio natural, el disfrute público y contribuir al desarrollo económico del entorno y en este punto ha faltado dar más participación a los habitantes permanentes. La protección y el turismo han sido positivos pero siguen pendientes actuaciones como la seguridad de las vías de comunicación en la entrada a Pineta, a Escuaín por Tella-Sin y Puértolas, asfaltar la carretera a Torla… y solventar la falta de algunos servicios para los vecinos. Felizmente, se ha aprobado la continuación del centenario como Acontecimiento de Excepcional Interés Público y el año que viene podrán seguirse los proyectos".

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