Rosa María Paradinas: "Los residuos de lindano eran una bomba de relojería"

ECOLOGISTA QUE ENCABEZÓ LA LUCHA CONTRA INQUINOSA.
?No le ha sorprendido lo que ha pasado en el río, aunque hace casi 30 años que se fue de Sabiñánigo. Entonces nadie la creyó

Imagen actual de Paradinas, que sigue dando clases de Biología.
Rosa María Paradinas: "Los residuos de lindano eran una bomba de relojería"
Heraldo

Rosa María Paradinas abanderó la lucha contra Inquinosa en los años 80, junto a un grupo de ecologistas de la Asociación de Defensa del Pirineo Aragonés (Adepa). Nadie les creyó: ni la población, ni las instituciones ni los jueces, pero el tiempo acabó dándoles la razón. Esta profesora abulense de Biología llegó en 1986 al instituto de Sabiñánigo, su primer destino, y se fue en 1989. Entonces tenía 30 años. Hoy, con 61, da clases en un pueblo de la Sierra de Gredos, pero alguna vez regresa a ver a viejos amigos.


Su nombre está asociado a la lucha contra la contaminación de Inquinosa, que en los años 80 encabezó en solitario el grupo ecologista Adepa. ¿Cómo recuerda aquella época?

Yo pedí ese destino en el Pirineo porque me gusta la montaña. Pero me decepcionó. Había un olor muy fuerte y muy desagradable que noté nada más llegar. No sabía qué era, pero cuando empecé a investigar su origen vi que venía de la producción de un pesticida, el lindano, que permanece en el ambiente muchos años.


¿Qué descubrió y cuándo tuvo constancia de la gravedad?

Comprobamos que la fábrica de Inquinosa vertía incontroladamente los residuos, que eran muy contaminantes, en el vertedero municipal, en Bailín. No lo cubrían con nada, estaba sometido a la acción del viento y el agua. Reaccionaba con el polvo y salía un líquido oscuro. Hicimos una prueba: cogimos alevines de truchas, las pusimos en el agua que salía de allí y murieron inmediatamente. Las escorrentías iban a parar directamente al Gállego, un afluente del Ebro. Estimamos que la contaminación del río creaba un gran peligro, no solo en Sabiñánigo sino también aguas abajo. En la ciudad el problema era el olor, pero en el río generaba un peligro enorme para los que bebían de ahí. 


¿Cuándo empezaron a denunciar la actuación de la empresa?

Mi compañero entonces, Jean Pierre Egger, era abogado y estudió las normas y las directrices de la Comunidad Europea. Descubrimos que lo que hacían con los vertidos era ilegal. Para empezar, el transporte era ilegal, y empezamos con eso. Los camiones no tenían ninguna señalización de peligro, pasaban con los residuos en unas condiciones que hoy en día serían criminales: iban cargados de polvo blanco, como una harina, que eran todos los desechos del lindano, descubiertos y escurriendo por el camino. Cada día se arrojaban cantidad de toneladas. Además, lo echaban en el vertedero municipal. Empezamos por cosas que eran evidentes y seguimos tirando del hilo.

¿Dónde iban los camiones? ¿Solo a Bailín o había otros puntos de vertido? 

En Bailín, en Sardas, y luego nos dijeron que habían hecho vertidos en los pozos de prospección donde no se encontró gas. Los rellenaron con eso. Esa información nos la dieron los trabajadores, e incluso alguno dijo que habían llevado camiones para rellenar las obras de una autopista que iba a Bilbao.


Sus primeras denuncias se produjeron en 1986. ¿A dónde las dirigieron? 

Mi primer contacto fue la fábrica, para decir que había cosas que no estaban bien hechas. Solamente me recibió el químico, y lo que más me llamó la atención es que me dijo: “Yo a los trabajadores les digo que se pongan guantes cuando se coman el bocadillo”. Pensé que no tenía nada que hacer allí, porque ni él como químico entendía la dimensión del problema. También fuimos a las autoridades locales, a Medio Ambiente en Madrid y a la Confederación Hidrográfica del Ebro. 


¿Y les hicieron caso? 

Pues no. Sí es verdad que el Ministerio concedió una ayuda a Adepa de 300.000 pesetas. Con eso trabajamos y seguimos buscando información. Yo era la presidenta, la cabeza visible, pero no estaba sola, había un grupo detrás. Por nuestra cuenta hicimos análisis. También los debió hacer la Confederación, pero avisaba cuando iba y ese día no soltaban agua desde la fábrica al río. 


Al principio los consideraron unos locos. ¿Se sintieron respaldados por alguien?

No nos respaldó nadie, ni la justicia ni las autoridades. ¡Y el alcalde era químico!


Incluso les amenazaron. A usted la intentaron atropellar. 

Me hicieron una pintada en la puerta del instituto, había otra en la carretera... Y un día tuve un accidente porque un hombre se me cruzó con la camioneta cuando yo iba con la vespa y me caí. Lo había hecho varias veces, pero hasta entonces no lo había denunciado. Hubo juicio y tuvo que pagar. 


Pusieron varias denuncias por contaminación, pero las archivaron todas.

Sí. La única que no se archivó fue la de mi accidente, pero no se relacionó con Inquinosa. 


¿Se fue de allí por la presión?

No, llegó un momento que quería hacer otras cosas. Las amenazas de una sola persona no bastan para sentirse seriamente en peligro. 


¿Le ha sorprendido lo que ha ocurrido ahora en el río?

No, para nada, aquello era una bomba de relojería. No se dio la verdadera dimensión al problema, que era y es muy grave.


¿Por qué cree que después de tantos años han salido ahora estos niveles de lindano? 

Los riesgos eran los mismos antes que ahora, porque la cantidad de residuos es la misma, pero hay escorrentías que han ido aumentando. Es el resultado de la dinámica natural del terreno, que necesita un tiempo para ponerse en movimiento. Ha tardado 30 años.


Hay análisis de la CHE que dicen que los niveles son mayores que en los 80.

Es que además ahora se hacen más análisis, antes no se hacían controles adecuados.


¿Qué cree que falló entonces al permitir los vertidos y qué ha fallado ahora en su gestión?

Tanto antes como ahora falla la población, porque los afectados deberían haber reaccionado contra las autoridades indiferentes y haberse manifestado en defensa de su derecho a respirar y a beber agua que no estuviera contaminada. Y no se manifestaron.


Nunca se ha hecho un estudio de salud pública para ver la repercusión del lindano en la zona. 

Había obreros que pasados unos años les daban la baja por problemas de circulación, pero como lo tapaban todo, les daban dinero y se callaban. No había tantos, no pasaban de 50, y defendían su trabajo. Hoy también hay quien prefiere su trabajo a cerrar una empresa que contamine. No ven el peligro para generaciones futuras.


Si echa la vista atrás, ¿cómo recuerda esa época?

Como una etapa. Cuando haces el camino de la vida y te encuentras una piedra que te impide el paso a ti y a todos los demás, yo soy de las que me paro a quitarla. Me encontré con eso y supe que tenía que hacerlo. ¿Era la persona indicada? Tal vez, porque la gente de allí no se atrevíaa hacerlo, a pesar de que lo vieran, les mediatizaba tener vecinos y amigos que trabajaban en la fábrica. Yo venía de otra zona, no tenía familiares que me hicieran presión, como ocurría con otros.


¿Le ha dolido tener razón?

Pues sí, pero sobre todo pensando en el daño que se ha causado.