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Renacentismo y la Edad de Plata de la Ribagorza

En el universo de los templos ribagorzanos, la fama apunta lejos en el tiempo, con referentes milenarios, pero no hay que olvidar un magnífico puñado de iglesias muy posteriores

Una mirada atenta advierte la cantidad y calidad de iglesias renacentistas que desmienten, por hechuras y factura técnica, la comúnmente asumida decadencia de Ribagorza en el XVI. Conocer algunos de sus templos deparará al viajero curioso numerosos momentos de gozo estético;hay mucho que disfrutar en iglesias de La Puebla de Castro, Secastilla, Lascuarre o Laguarres, con otras más modestas pero no menos interesantes en Torres del Obispo o Castigaleu.

El recorrido por estos templos renacentistas debe comenzar inexcusablemente por Nuestra Señora de La Peña, cuya estampa parece gravitar sobre el caserío de Graus en un efecto potenciado por el grácil conjunto de un raro claustro externo, que abre sus arcadas de orden clásico y salomónico al paisaje. Es obra de innegable mérito ejecutada, al parecer, siguiendo planos de José Porc y bajo la dirección –en una primera fase, iniciada en 1543– de Juan de Zeant y Juan de Marta. En 1556 tomaron el relevo el montisonense Joan Tellet –cuyo nombre aparece grabado en la portada cerca de un tondo, con una efigie que podría ser su autorretrato– y el mazonero grausino Vicente Arnau Diego. En 1581 se edificó la capilla de San Juan de Letrán, que se ponía bajo la protección de la basílica lateranense de Roma con una portada tomada del libro IV, del tratadista Serlio, cuya impronta se advierte en templos cercanos.

Remontando el río Isábena desde Graus, la ruta nos lleva a Laguarres –a 10 kilómetros– donde la iglesia dedicada a San Sebastián puede datarse con precisión, puesto que en su portada en arco de medio punto flanqueado por columnas corintias y rematada en frontón triangular figura el año 1586 y el nombre del maestro ejecutor Antón Orsín, quien también pudo intervenir en otras iglesias cercanas de la baronía de Castro, con características similares.

Más monumental, apabullante incluso, es la cercana iglesia de la Asunción de Lascuarre, un par de kilómetros más arriba. Es un edificio de mediados del XVI, contemporáneo de la Virgen de La Peña; se atribuye al maestro Jaques de Anduxes, que por esas fechas era vecino lascuarrense. De entrada llama poderosamente la atención el pequeño pórtico de acogida, y la portada labrada de medio punto con columnas corintias, que sostienen un frontón triangular y flanquean hornacinas laterales, donde figuran las fechas 1552-1556. De nuevo Serlio (su libro III) inspira la ejecución de esta portada, que toma como modelo el Arco de Borsari de Verona.

Corona su conjunto perimetral la clásica galería aragonesa de vanos de medio punto bajo alero voladizo, y tiene adosada una torre de campanas levantada sobre planta rectangular, con dos cuerpos octogonales y remate de chapitel piramidal; una estructura que se repite en las torres de otros pueblos próximos. La ruta sigue desde Lascuarre por una carretera local hacia la cercana Castigaleu, donde su iglesia, más modesta que las dos anteriores, no es por ello menos interesante.

Mención especial para la delicada situación de Castarlenas. La salvación de su iglesia, con una de las mejores portadas platerescas de la zona, está siendo objeto de una amplia movilización ciudadana ante el peligro de colapso inminente del templo. Pero, ay, las gestiones en curso para lograr su desmontaje y reubicación no avanzan con la celeridad necesaria y esta auténtica joya puede desaparecer en cualquier momento.

La pastelería y confitería Puyet

La gastronomía grausina no sólo vive de sus deliciosas trufas y sus afamados embutidos ya que su pastelería es apreciada en los lugares más insospechados. La familia Puyet lleva en este negocio más de 200 años, cuando el tatarabuelo de los actuales regentes del negocio se recorría infatigablemente el Valle del Ésera vendiendo sus muy apreciados turrones. Dos siglos más tarde, los turrones más increíbles salen del obrador y también todo tipo de tartas, dulces, panes y chocolates de una excelentísima calidad.

El local social de Lascuarre

Es el reino de Óscar Pérez, todo un mago en las relaciones públicas y un aventajado aprendiz de coctelero que ofrece a sus clientes y amigos el que es el mejor gintonic de la comarca. Lo aprendió de Julio Barluenga, que ha sido sumiller en sitios tan prestigiosos como El Bulli, y que servía esta combinación en el restaurante gerundense. En las manos de Óscar, este trago largo se convierte en una ambrosía cuya elaboración requiere de una trabajosa liturgia y que se ha ganado por derecho propio una legión de propagandistas.

Artículo incluido en la serie 'Aragón es Extraordinario'.

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