ZONAS NATURALES DE BAÑO

El Ebro invita a darse un chapuzón

Las orillas del río más caudaloso de la Comunidad dan cabida a varios bañistas que buscan una forma barata y natural de evitar el calor. Se trata de una práctica con antecedentes históricos.

Algunas bañistas toman el sol, a orillas del Ebro, entre chapuzón y chapuzón.
El Ebro invita a darse un chapuzón
A. M.

No está siendo éste un verano especialmente caluroso. Las máximas alcanzadas en años anteriores por estas fechas quedan muy lejos de las temperaturas que marcan el techo de los últimos dos meses. Sin embargo, los días en que el sol aprieta con toda su fuerza, el agua se convierte en el mejor aliado de los zaragozanos. Piscinas y fuentes constituyen el menú básico del veraneante local pero, además de éstas, existe una alternativa igual de refrescante y con el valor añadido de la tranquilidad: las zonas de baño naturales.


A lo largo de su paso por la Provincia, el Ebro dibuja una ruta llena de espacios que invitan al bañista a darse un buen remojón. Una de estas zonas, quizá la más céntrica de todas, es la de El Soto de La Almozara. Bajo la pasarela del voluntariado de la Expo, en la margen derecha del cauce, se extiende una alargada franja empedrada en la que, a diario, varias personas disfrutan, de forma gratuita, de una piscina natural en el corazón de la ciudad. Varios metros río abajo, cerca del Puente de La Almozara, el torrente encuentra un nuevo espacio de baño fluvial: la playa de Los Ángeles. Un paraje que, desde su rehabilitación para la Expo, ha recuperado en parte la frenética actividad que albergaba allá por los años 60.


Remontando el caudal algunos kilómetros hasta llegar frente al Parque Deportivo Ebro, se encuentran las zonas que, normalmente, están menos transitadas. Una de ellas es la playa de Las Conchas. La lejanía del centro de la ciudad permite al bañista disfrutar de un remanso de paz en un espacio rodeado por abundante vegetación. Una opción a tiro de piedra perfecta para desconectar del bullicio de la capital aragonesa. Otro punto a destacar en el curso del río está junto al Puente de La Unión, en Vadorrey, donde el agua ofrece varios espacios que posibilitan una cómoda inmersión.


El estado del agua, en ocasiones, no es el mejor


Sin embargo, el baño en estas zonas se ve, en ocasiones, condicionado por el estado de las aguas, que algunos días no invitan, en determinados lugares, a sumergirse en ellas. La culpa del mal aspecto en algunos puntos urbanos responde, según Javier Fuentes, uno de los responsables de la empresa de actividades acuáticas Ebronautas, «al azud» que se construyó en 2008. Esta cimentación genera, en días concretos del verano, «cierto olor que puede resultar desagradable», apunta Fuentes, quien subraya que «la calidad del agua para el baño es buena, especialmente en los últimos años, en que ha mejorado».


Sin embargo, a pesar de sentirse satisfecho con el momento que atraviesa el río, Fuentes recuerda que tanto el Ayuntamiento como la Confederación Hidrográfica del Ebro podrían dar un paso adelante «implementando los métodos de la depuradora de La Almozara» y «generando espacios de baño acotados y vigilados». Por otro lado, este apasionado del agua recuerda que «hay que tomarse el río como lo que es y no como una piscina», razón por la cual es necesario tomar «ciertas medidas de seguridad».


Antecedentes históricos


El uso del principal cauce fluvial de la Comunidad como piscina no es nada novedoso. No en vano, se tiene constancia de que, desde hace más de un siglo, el río se llenaba de zaragozanos en busca de un remedio para los sofocos estivales.


Así lo explica el texto que acompaña una postal emitida en 2007 por el Centro de Historia de la ciudad: «A comienzos del siglo XX, durante los meses de verano, las aguas del Ebro se convertían en improvisadas playas. En 1928 se inauguran los baños públicos del Ebro, conocidos popularmente como Balneario del Ebro o baños de Las Cuevas. Diseñados por el arquitecto municipal Miguel Ángel Navarro, estaban situados junto a la arboleda de Macanaz y permanecieron hasta 1965. En esta misma orilla del Ebro, junto al viejo puente del Ferrocarril, se hallaba la la playa de San Rafael, con un amplio solarium y algunas construcciones».