Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Ibones, centinelas de agua

Anidados entre las altas montañas, los lagos de origen glaciar observan el paso del tiempo. Y no lo hacen de manera pasiva. Sus aguas y sus fondos nos cuentan a su manera la evolución del paisaje y del clima pirenaico. Los científicos se afanan en rescatar e interpretar los datos que nos brindan. El tiempo apremia.

El ibón de Marboré o Marmorés, anidado bajo los picos de Astazu (Sobrarbe)
El ibón de Marboré o Marmorés, anidado bajo los picos de Astazu (Sobrarbe)
Geoparque Sobrarbe-Pirineos

En buena parte, el relieve del alto Pirineo se lo debemos a los glaciares. En las zonas de acumulación, bajo las cimas, el hielo producía un tipo muy particular de erosión: la erosión rotacional. El efecto del glaciar sobre la roca era muy parecido al de una cuchara de servir helado. Generaba un cuenco que, tras la retirada y desaparición de los glaciares, quedó ocupado por agua. Un umbral rocoso o una morrena frontal son dos posibles represas que contienen el agua en estos enclaves. Estos lagos de montaña así formados reciben el nombre de ibones (‘ibons’ en lengua aragonesa) y constituyen uno de los elementos naturales más hermosos y característicos de nuestras montañas.

Indicadores ambientales

Más allá de la estética, los ibones son importantes indicadores de los cambios ambientales. En sus fondos se almacenan sedimentos, depositados al ritmo de los climas y los procesos geológicos que tienen lugar en sus cuencas. Igualmente, allí queda almacenado el polen de las especies que viven en su entorno. Efectuando sondeos puede recuperarse el sedimento y estudiar cómo varían con el tiempo la distribución de las especies vegetales, obteniendo imágenes precisas de los ecosistemas y su evolución. En tiempos de cambios rápidos, como el presente, esta información es de especial valor.

Pese a la distancia de los ibones a las grandes ciudades, estos no son ajenos a la contaminación industrial. Su ubicación en entornos prístinos y alejados no impide que en ellos se acumulen metales pesados como el plomo o el mercurio, en consonancia con aumentos en actividades mineras o industriales. Lejos y limpios, sí, pero en absoluto blindados ante la contaminación.

Para evaluar la intensidad del cambio climático y sus efectos en estos delicados elementos naturales existe el proyecto Replim. Se trata de una red de observatorios de ecosistemas sensibles (lagos y turberas) repartida por toda la cordillera. Financiado con fondos europeos (Poctefa), está liderado por el Instituto Pirenaico de Ecología (Consejo Superior de Investiogaciones Científicas). El Geoparque Sobrarbe-Pirineos es un miembro asociado e ibones como Urdiceto y Marboré son parte de esta red y están monitorizados. Científicos de todo el Pirineo trabajan en la obtención e interpretación de los datos que estos centinelas del cambio climático nos guardan. La necesidad de largas series de datos que permitan validar las conclusiones es imperiosa. El acceso a fondos económicos que las posibiliten, complejo…

Punto de confluencia

Recurso turístico, refugio de fauna y flora, elementos geológicos de primer orden, piezas clave en la producción de energía hidroeléctrica, los ibones son el punto donde todos confluimos y cuya gestión debe atender a los intereses de toda la sociedad. La información científica ha de ser la base sobre la que se tomen decisiones para armonizar el uso y la conservación. La red Replim se constituye en pieza clave para aportar esa información.

Saber mirar a largo plazo nos ayudará a disfrutar y conservar estas joyas de agua que hemos heredado de los tiempos del hielo y que, en algunos lugares, siguen ahora apareciendo. Pero eso ya es otra historia…

Ánchel Belmonte Ribas Geoparque Mundial de la UNESCO Sobrarbe-Pirineos

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