Potomanía, ortorexia y otros trastornos alimentarios que aumentan en verano

Un estudio apunta que la anorexia y la bulimia crecen un 25% en verano, además de otros trastornos relacionados con la alimentación.

La preocupación excesiva por el peso y la figura puede provocar este tipo de trastornos.
Las dietas milagro se emplean para tratar de reducir una cantidad importante de peso en un periodo corto de tiempo.

Si bien el verano es una de las épocas del año largamente esperadas y conlleva cientos de beneficios -como las vacaciones, la playa, el calor, etcétera-, para algunas personas también cuenta con implicaciones negativas. Nos estamos refiriendo a la necesidad de aligerar el vestuario y descubrir ciertas partes del cuerpo para combatir las altas temperaturas. Algo que no todo el mundo lleva demasiado bien, pues un control excesivo por la alimentación y las calorías puede derivar en problemas mayores como trastornos alimentarios.

Según los datos del comparador de seguros de salud de Acierto.es, el número de casos detectados durante esta época del año se dispara entre y un 20% y 25%. Unas “enfermedades de verano” entre las que se encuentran la anorexia y la bulimia a la cabeza. Los perfiles más vulnerables son las jóvenes entre los 13 y los 25 años; una franja que ha descendido dos años en la última década. Durante los últimos cuatro, se ha apreciado también un incremento en el número de pacientes varones. No obstante y en cifras globales, se estima que hasta 70 millones de personas en todo el mundo sufren patologías alimentarias, y que el 85% son mujeres.

En el caso de ellos las más frecuentes son la vigorexia y la ortorexia. De hecho, más de la mitad de los encuestados por el comparador de seguros admitió que se apunta al gimnasio por estética, para “lucir tipazo”, en lugar de ir motivado por mejorar su salud. El culto al cuerpo y a la alimentación sana, la importancia de la imagen y la asociación de conceptos como la delgadez al éxito tienen mucho que ver, pero, por supuesto la autopercepción y disfunciones afectivas del propio paciente.

Otros trastornos alimentarios que van en aumento

Más allá de la anorexia y la bulimia, existen otros trastornos alimentarios poco conocidos como la ortorexia, la diabulimia, la pregorexia, drunkorexia, la ingesta compulsiva, etcétera. De hecho estos dos primeros se encuentran en pleno auge.

Respecto a la ortorexia, se trata de la fijación por “comer bien”. Los afectados controlan al milímetro la composición nutricional de lo que ingieren, memorizan calorías y tablas de forma compulsiva y llevan a cabo ciertos rituales. La consecuencia más inmediata tiene que ver con su sociabilidad -dejan de salir para llevar a rajatabla la dieta, y tienen a sentirse superiores por su forma de control-. A largo plazo pueden darse carencias nutricionales y otras parecidas a las que tienen los pacientes bulímicos y anoréxicos.

La potomanía, asimismo, resulta también muy frecuente. Consiste en la obsesión por hidratarse. Los pacientes lo hacen hasta tal extremo que acaban teniendo desequilibrios electrolíticos, es decir, que afectan a los minerales que necesita su cuerpo para funcionar con normalidad. Es también un trastorno de la ansiedad multicausal.

En cuanto a la drunkorexia, los pacientes dejan de comer para “poder beber” y “compensan” las calorías -incrementando las posibilidades de daño hepático-. Está muy ligado a la anorexia. La pregorexia la sufren aquellas embarazadas que tratan de no engordar durante la gestación por todos los medios, incluso a costa de poner a su hijo en peligro; y la diabulimia la sufren los diabéticos que deciden prescindir de la insulina para adelgazar.

El tratamiento de los trastornos alimentarios

Si bien un tratamiento temprano resulta primordial en la mayoría de enfermedades, todavía lo es más en aquellas que pueden alargarse en el tiempo y tienen implicaciones físicas y psicológicas devastadoras para el paciente. En el caso que ocupa, el reconocimiento del propio afectado será fundamental. De nada sirve decirle que tiene un problema, sino que se trata de hacérselo ver del modo más cariñoso y asertivo posible. Aquí hay que tener en cuenta que suelen ser perfiles con un nivel de autoexigencia muy alto.

El primer abordaje, además, deberá ser psicológico, pues los síntomas son solo eso: síntomas; la manifestación de que existe un problema más profundo se ha ido labrando, creando un trauma, desarrollo afectivo disfuncional, etcétera; que ha acabado afectando a la percepción de la propia imagen del enfermo.

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