​Ánimas y leyendas

Relato de Raúl Alcubierre Labarta, con motivo de la festividad de San Jorge.

El roce hace el cariño... y el desgaste; y el cariño del desgaste o el desgaste del cariño. Julia hacía tiempo que estaba cansada de vagar entre viñas de garnacha a la sombra de Monte Solo. Solo buscaba una salida, algo que le permitiera acabar y empezar de cero, o de menos diez, pero empezar al fin y al cabo. No le gustaba la partida que le había tocado jugar, anhelaba una nueva, quizá la última.


Narcotizada por una falsa ilusión de amor había visto pasar la vida como algo ajeno que te va calando los huesos hasta que la humedad te recoge en una burbuja de tedio y soledad. Sin amigos, sin familia, sin descendencia, sin compañeros de trabajo... solo él.

Que pasó de príncipe soñado a rey inflexible para desembocar en sátrapa cruel. Un coñazo, un muermo, un triste, un simplón romántico al que había seguido a aquel monasterio cisterciense sin saber muy bien por qué. Así era Gustavo Adolfo.

Y es que el amor entre fantasmas no es cosa sencilla.

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