Running against the Cierzo

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No me enseñaron a andar, por eso empecé desde muy pequeño a correr. Dicen que correr es de cobardes, pero me ha salvado muchas veces, sobre todo en mi barrio, que antes de que la clase obrera se convirtiese en media, bien asentada, mi zona era peligrosa. Había quinquis por doquier, compañeros de clase acabaron en la cárcel y otros muertos con metadona en el cuerpo. El cruzar el puente de San José para ir al colegio –público- era como cuando los Ñus atraviesan el Serengueti y saben que al final del río les espera un cocodrilo. En este caso los reptiles se llaman “El Charli”, “El Cubeles”… también esta coyuntura me sirvió para sacar un notable en pretecnología sin haber realizado la manualidad. La excusa era tan creíble y veraz, que a la maestra la convencí de no haber llevado la estatuilla de yeso pintada a la tempera porque me la habían robado y destrozado los indocumentados del barrio. Correr siempre me ha dado una sensación de plena libertad, de ser uno mismo. Hay varias películas que tratan este tema acercándose bastante a las sensaciones que te genera practicar este deporte, que en el fondo es una concepción de vida. “La soledad del corredor de fondo”, “Carros de fuego”, “Sin límites”, “Marathon man”… son películas integradas en mi memoria, en mi retina, en mi inconsciente. Llenas de valores, de contradicciones, como el propio ser humano. Correr es una catarsis, un autoconocimiento, una introspección, un deshago… me da el equilibrio físico y mental para no volverme loco en este mundo insípido. Ahora correr por la ribera del Ebro es una maravilla, pudiendo sentir la naturaleza a tu alrededor y a la vez la vida de la ciudad.

No sé si huyo de mi o de algo, no sé si con este acto dinámico y repetitivo me encuentro a mí mismo. Sé que corriendo contra del Cierzo, ese viento característico de la depresión del Ebro, me he vuelto más fuerte, pero más escéptico. El carácter del aragonés está muy marcado e influenciado por esta situación meteorológica. Dicen que somos afables pero tercos, dicen que somos muy críticos ante todo -sobre todo lo que acontece en nuestro territorio-. Nos llaman "cheposos" porque nos encojemos para intentar avanzar cuando el viento nos da de cara (a veces coge 80 km/h, sobre todo con el efecto Venturi, el cauce del río hace de embudo y el viento incrementa su velocidad). Dicen que es una tierra de locos, pero de locos muy cuerdos, de locos con mucho ingenio y genio, genio creativo y genio de mala leche como Goya y Buñuel –casualidades los dos sordos-. Dicen las estadísticas que cualquier producto antes de sacarlo al mercado lo testean en Zaragoza, y si tiene éxito aquí, saben que funcionará en todo el mundo, ya que somos muy exigentes. Dicen que los aragoneses ilustres nunca fueron profetas en su tierra, y tenemos multitud de ejemplos que sólo han sido reconocidos por sus paisanos una vez que han triunfado fuera de sus fronteras...Dicen que somos unos brutos, que hablamos como los de pueblo –sólo hace falta ver la televisión cuando sacan entrevistando a algún autóctono, el acento de repente se enfatiza...Dicen que el Cierzo ventila la ciudad y la limpia de polución, que la capital aragonesa es la que menos impurezas tiene... Mientras Ellos dicen, yo sigo corriendo contra el Cierzo, pero lo increíble es que cuando lo cojo a favor, ¡vuelo! Y nada me puede parar.


Sergio Muro San José