¿Se pueden fabricar zapatillas de deporte con chicles reciclados?

Masticar chicle es para muchos una actividad diaria de la que no se puede prescindir. Sin embargo, esta goma elástica, que se puede encontrar de mil sabores, formas y formatos y hasta para acabar con la resaca, tiene un impacto negativo en las ciudades, pues, a pesar del poco esfuerzo que implica envolverlo en un papel y depositarlo en la basura más cercana, muchos acaban componiendo sucios mosaicos difíciles de eliminar en aceras y carreteras, pues se pegan con fuerza al suelo y tardan años en descomponerse.

Las ciudades españolas no son las únicas que sucumben a este fenómeno contaminante, ya que se da en todos los países donde se consumen chicles con asiduidad. Pero en algunos como Holanda ya están dando ejemplo de cómo acabar con la suciedad metropolitana dando una segunda vida al masticable al convertirlo en algo cotidiano que arrase en el mercado. ¿Cómo? En este caso, en unas zapatillas de deporte del color rosa chicle, con una suela original y un mensaje sostenible.

Esta original iniciativa viene de la mano de Gumbudy, una organización holandesa que instala tableros con un dibujo del mapa del mundo en las principales ciudades del país (y las que más turistas reciben a lo largo del año) para que la gente pegue el chicle ahí en lugar de en el suelo. Y no es para menos, ya que, según recogen en su web, en Holanda se recogen cada año más de un millón y medio de kilos de este pasatiempos pegajoso de las aceras.

Es con estos chicles que recogen con los que elaboran el calzado ecológico llamado Gumshoe, el primero hecho de este material, que se distingue por tener dibujado en las suelas el mapa de la ciudad de Amsterdam, lo que permite distinguir las originales de cualquier otro calzado.

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