Tercer Milenio

En colaboración con ITA

La técnica clave para una producción sostenible

El Grupo Operativo Agrobiosol, integrado por entidades como el CSIC o el CITA, permite mejorar los cultivos hortícolas con materiales biobasables y biodegradables.

Primera reunión del Grupo Agrobiosol el 17 de julio en la Estación Experimental de Aula DEI (EEAD).
Primera reunión del Grupo Agrobiosol el 17 de julio en la Estación Experimental de Aula DEI (EEAD).
CSIC

El plástico y el papel ocupan un lugar destacado en los cultivos hortícolas. A través de los acolchados, muy útiles para proteger los terrenos de la evaporación excesiva y las plantas competidoras, o bien de otras técnicas como el embolsado de frutos, el uso de estos materiales es muy común en Aragón, por lo que su correcto tratamiento es clave para que no tengan efectos en la contaminación.

Con el objetivo principal de impulsar la producción sostenible en estos cultivos, el Grupo Operativo Agrobiosol, integrado por entidades como el CSIC o el CITA, se constituyó el pasado mes de junio basándose en el empleo de materiales biobasables y biodegradables a la hora de tratar las frutas y las hortalizas para que estas sean saludables, de alta calidad y obtenidas por prácticas que respetasen el medio ambiente. Un proyecto innovador que pretende mejorar la producción agrícola –tanto la calidad del producto como la gestión de la explotación–, y que parte de una convocatoria de la Unión Europea correspondiente al programa ‘Life’. Un plan en el que se vienen desarrollando desde hace tres años materiales biobasados que no provienen de fuentes fósiles y biodegradables, que se integran en el suelo tras el periodo de cultivo, sin generar contaminación y que además mejoran sus propiedades de fertilidad y textura.

Una sinergia entre varios socios

La iniciativa pretende extender la práctica a comunidades punteras en los cultivos de calidad de sus productos hortofrutícolas como Aragón, Cataluña, Comunidad Valenciana y La Rioja. Unas líneas de trabajo tras las que se encuentran socios participantes de las citadas autonomías, otros de ámbito nacional como la empresa Aneecoop e incluso el clúster ‘Food+i’, que integra asociados del sector agroalimentario de diversas zonas de España.

De entre todos estos agentes, el CSIC asume la coordinación de actividades y se encarga de la validación agronómica de los nuevos materiales. Una labor que se lleva a cabo en coordinación con la empresa que ha desarrollado esta innovadora tecnología, la Fundación Aitiip, y con la Fundación Parque Científico Tecnológico Aula Dei, cuya Escuela Experimental (EEAD) determina las propiedades del suelo y cómo estas se modifican por la incorporación de estos materiales, además de los parámetros de crecimiento de las plantas y la calidad de los productos en recolección.

El director de la EEAD, Jesús Val, apunta que estos nuevos materiales "se han aplicado con éxito en cultivos hortícolas para el acolchado que sirve para evitar la proliferación de malas hierbas y reduce las necesidades de agua porque se regula la evapotranspiración del suelo". Val añade que estos se van incorporando progresivamente al suelo y, tras el ciclo de cultivo, con una sencilla labor de labranza, este "se enriquece, mejora sus propiedades y no queda residuo de material ajeno al cultivo". Ante una normativa europea cada vez más exigente en los aspectos de sostenibilidad, el director de la EEAD sostiene que la labranza de frutas y hortalizas "no puede ni debe quedar al margen". "Nuestras producciones deben alcanzar cotas de alta calidad con absoluto respeto al medio ambiente, y esta tecnología contribuye a mejorar los cultivos, reduce la huella de carbono y evita la acumulación de residuos plásticos de la agricultura", manifiesta.

La eficacia en el control de las malas hierbas es otra de las ventajas de este ambicioso proyecto, una técnica que normalmente se consigue mediante la aplicación de herbicidas de síntesis o evitando que las especies competidoras con el cultivo reciban luz para llevar a cabo la fotosíntesis. "Con la tecnología que proponemos, evitamos el uso de herbicidas sin generar desechos. El resultado de los trabajos dará respuesta a una problemática transversal de ámbito nacional y europeo y será extrapolable a otras zonas del país con producción hortofrutícola", afirma Val.

Alicia Cirujeda y Gabriel Pardo son los dos investigadores del CITA que colaboran en este proyecto gracias a su experiencia en el uso de los polímeros que provienen del sector industrial del papel. "Existen malas hierbas que causan problemas en todo el valle del Ebro, como la juncia, que es muy puntiaguada y dañina para estos cultivos, pues puede atravesar algunos plásticos, pero no el papel que hacemos con materiales biodegradables y de origen vegetal", apunta Cirujeda.

El Grupo Operativo Agrobiosol está financiado por por el Programa Nacional de Desarrollo Rural del Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y por el Fondo Europeo Agrícola de Desarrollo Rural.

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