Heraldo del Campo

Vino y cava para brindar por 150 años

Han pasado 150 años desde que Mariano Langa Gállego puso en marcha un negocio vitivinícola en la comarca de Calatayud. Echaba así a andar una bodega que tomó el nombre de una saga familiar que ha conquistado mercados de todo el mundo con sus vinos y sus cavas

Juan -izquierda- y César Langa, quinta generación de la saga familiar vitivinícola, en el interior de Bodegas Langa.
Juan -izquierda- y César Langa, quinta generación de la saga familiar vitivinícola, en el interior de Bodegas Langa.
Macipe

En la antigua ciudad celtíbera de Segueda (en la comarca de Calatayud) se encuentran los restos de un lagar de vino con capacidad para 2.000 litros, uno de los más antiguos de España y también de Europa y de los pocos de ese tamaño que aún se conservan, a pesar de que fue abandonado en el año 153 A. C.

Es allí donde quizá habría que situar el germen de la historia de una de las más antiguas bodegas de Aragón, porque fue ese legado -y el que aportaron otras culturas elaboradoras de vino- el que encaminó el surgimiento, en el siglo XIX, de algunas instalaciones artesanales que ya tenían visión comercial.

En ese escenario comenzó a echar raíces una tradición familiar vitivinícola, Bodegas Langa, que pasea su apellido por el mundo desde hace 150 años. El pionero fue Mariano Langa Gállego, que a buen seguro no imaginaría en 1867 que su proyecto iba a convertirse en la principal bodega de la Denominación de Origen Calatayud, que ella misma impulsó; que formaría parte de la D. O. Cava, siendo la primera productora de este caldo en Aragón; que exportaría el 98% del casi millón de botellas que produce anualmente a más que 35 países de todo el mundo, y que en 2017, liderada ya por la quinta generación, miraría al futuro con ambiciosos e innovadores proyectos e importantes inversiones.

Pero volvamos a los comienzos. A Mariano Langa Gállego le sucedió, eso sí después de regresar de la Guerra de Cuba en 1898, Juan Langa Mariscal, que impondría un nuevo brío al negocio familiar, si bien sería a partir de 1940 y bajo la tutela de Juan y Sebastián Langa Langa, que conservaban bodegas en Morata de Jiloca, Calatayud y Jaca, cuando sus vinos comenzarían a conquistar mercados más allá de las fronteras españolas. El feroz ataque de las filoxera en los viñedos franceses facilitó que ambos hermanos consiguieran mantener una fluida relación comercial con el país vecino, un mercado que abriría años después la puerta de Europa a los vinos de Bodegas Langa.

Eran todavía tiempos de ventas a granel. No tardaría, sin embargo, en producirse uno de los grandes hitos de esta bodega familiar, como así lo define el actual director técnico, César Langa. Lo protagonizo Juan José Langa Fuentes -padre de la generación que ahora está al frente del negocio- quien en 1954, tras licenciarse como Ingeniero Químico toma, junto con su hermana María Teresa, las riendas de la empresa, a la que deciden dar «un nuevo empujón». Dejan de vender vino a granel y, para ello, instalan en 1967 una embotelladora, la primera que se conoció en la zona.

No fue el único avance que llegó de la mano de los Langa Fuentes. En una cena de amigos y brindando con espumosos producidos en otra comunidad, a Juan José se le ocurrió -a propuesta de los allí reunidos- la posibilidad de elaborar cava. Un «reto personal» que se ha convertido en uno de los productos estrella de la bodega, a la que ha aupado al primer puesto de los productores de cava en Aragón. Y pueden llamarlo así porque, tras sortear dificultades y reticencias del consejo regulador, están integrados en la denominación de origen que controla estas producciones.

Pero esta apuesta por lo nuevo no impidió que Juan José Langa demostrara su fe por los vinos de su tierra. Como prueba, la bodega se puso al frente de un nuevo proyecto que culminaría con éxito en 1989 con la creación de la Denominación de Origen Calatayud.

Aunque naturales de Morata de Jiloca, donde tenían los viñedos y la bodega, la familia Langa se instaló, terminada la Guerra Civil, en Calatayud, donde no ha dejado de invertir -y así continúan- para disponer de una moderna bodega en la que la más puntera tecnología y los materiales más avanzados se integran con un modo tradicional de entender la elaboración del vino.

Fue Juan José Langa quien en los años 80 decidió levantar estas nuevas instalaciones situadas en el Paraje Miravella, al amparo de la sierra Vicor, por donde se esparcen las casi 150 hectáreas de viñedo ecológico, de las que 70 son propiedad de la familia y el resto de pequeños agricultores de la zona que aportan sus frutos, siempre controlados por esta centenaria bodega, ahora en manos de la quinta generación familiar.

Se llaman Juan y César, son ingenieros agrícolas y se incorporaron a la bodega en los 90 no solo para continuar con el negocio familiar sino por «auténtica vocación». «Estamos en la bodega desde que nacimos, hemos respirado lo que es el mundo del vino desde pequeños porque ya entonces nos gustaba y siempre que podíamos echar una mano lo hacíamos muy gustosamente», destaca el director técnico, César Langa. Y reitera que nunca han dejado de estar conectados con el negocio familiar, primero compatibilizándolo con la carrera y, una vez terminada, «entrando de lleno porque mi padre nos necesitaba y nosotros lo queríamos hacer».

Como ha sucedido generación tras generación, los actuales propietarios también fueron dando nuevos aires al negocio familiar. «Aportamos una visión comercial adaptada a lo que nosotros creíamos, y creemos, que el mercado está demandando y apostamos por nuevas tendencias y técnicas de elaboración que han dado un toque de modernizada a la bodega», detalla el actual responsable de Langa, que señala además una tercera aportación: «Internacionalizamos muchísimo la bodega». Un argumento que corroboran las cifras. Actualmente el 98% de la producción de vinos y cavas -cerca de un millón de botellas anuales- está presente en más de 35 países de todo el mundo. Llegan al norte de América. Viajan hasta Australia, Nueva Zelanda y Belice. Cuentan con clientes en Corea de Sur, Japón, China o Taiwan. Han conquistado los paladares rusos, pero también los puertoriqueños y chilenos. Y, por supuesto están presentes en la práctica totalidad de Europa. Y aún así no dejan de abrir nuevas puertas en el exterior. «Hace poco hemos tenido contactos para ampliar nuestra presencia internacional en países como Indonesia y Tailandia, unos mercados muy exóticos, pero muy interesantes y atractivos para nosotros», señala Langa.

Una vocación exportadora que tiene casi tanta historia como la propia bodega, que ya en los años 40 la empresa vendía «casi toda su producción» a Francia, donde la filoxera había afectado a la práctica totalidad del viñedo. Incluso «desde los inicios» la firma se hacía publicidad luciendo siempre la palabra ‘exportador’. «El mercado exterior siempre ha sido nuestro sino y por él nos hemos desvivido siempre», señala César Langa.

Vuelta a los orígenes

Con una trayectoria de siglo y medio a las espaldas, en Bodegas Langa reconocen cuánto ha cambiado la actividad vitivinícola desde los últimos años del siglo XIX en los que el negocio familiar comenzaba a dar los primeros pasos. Pero aún así, la sensación de César Langa es que está habiendo una vuelta a los orígenes. «Ahora hay sistemas de elaboración que se asemejan más a como lo hacía mi tatarabuelo que a como se hace en la actualidad», señala, en referencia, por ejemplo, a la producción de vinos naturales «esos que no tienen ninguna adición de sulfuroso y se elaboran con medios manuales», matiza. Señala además la tendencia cada vez mayor a recuperar variedades autóctonas que quedaron relegadas por el mayor ‘glamour’ que parecían tener aquellas que «llegaban del extranjero». Un «error» que Bodegas Langa quiere contribuir a subsanar. Así ha recuperado la garnacha (muy implantada en la D. O. Calatayud) pero también la concejón, con la que sorprendió al mercado con los vinos de su marca Pi.

Orgullosa de su pasado, Bodegas Langa celebra durante este 2017 su 150 aniversario. Una conmemoración para la que han diseñado un programa de actividades que incluye conferencias, jornadas, catas y hasta la publicación de un libro, ‘La familia del vino’, firmado por la escritora Natalia Demidoff, que retrata con anécdotas y referencias históricas cómo la dedicación de las distintas generaciones de la familia Langa convirtieron una pequeña bodega en una empresa internacional.

Queda mucho por escribir de Bodegas Langa porque, como asegura su director técnico, «tenemos por delante un futuro muy halagüeño cargado de inversiones e innovaciones». De hecho, ya han comenzado las obras para ampliar en 1.500 metros cuadrados sus instalaciones y están cerrando la patente de un «revolucionario» sistema de elaboración de vinos «que nos permitirá salir al mercado con un producto totalmente nuevo, desconocido, fresco y diferente».

Para brindar por este cumpleaños y por ese un futuro «ilusionante» se puede llenar la copa con cualquiera de los caldos -tranquilos o cava- que elabora esta bodega. O poner en ella un Castillo de Ayud edición especial del que se han elaborado 1.800 botellas, una por cada mes de todos estos 150 años de éxito que ya cumplido Bodegas Langa.

Más información en el Suplemento Heraldo del Campo

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