Triunfal tarde de Alejandro Talavante en la Misericordia

El extremeño le cortó las dos orejas al quinto de la tarde en una faena para el recuerdo Andrés Roca Rey se llevó una de cada uno de su lote y Castella no terminó de convencer.

El diestro extremeño ejecuta uno de los naturales marca de la casa que enloquecieron a la Misericordia.
El diestro extremeño ejecuta uno de los naturales marca de la casa que enloquecieron a la Misericordia.
Aránzazu Navarro

Otra vez Talavante. Otra vez ese loco cuerdo. Esa mágica muñeca le formó un auténtico lío al quinto de la tarde y volvió a poner la Misericordia como un manicomio. Qué difícil es y qué fácil lo hace. Simplemente torear. Comenzó la faena rodilla en tierra trasteando como muchos soñarían saber hacerlo de pie. Ya en los medios, citó de largo al animal para dibujar cinco naturales de seda. Preciosos. Vaciados detrás de la cadera. Con la vertical relajada y los riñones metidos, dibujó series tremendas con la mano derecha. Lo enganchaba delante, se reunía con él y lo despedía con dulzura. Sensacional. Sólo falló la espada. La estocada, bastante trasera, emborronó en parte otra faena para el recuerdo de Talavante en Zaragoza.

Con su primero le faltó rotundidad. Una faena pulcra y con el temple como hilo conductor, volvió a levantar los tendidos. Una tanda al natural para enseñar en las escuelas. Con ritmo, con profundidad, al ralentí y templando la embestida del burel. Asentado, relajado. Una estocada trasera y con poca muerte hizo que los tendidos se enfriasen y perdiese una más que segura segunda oreja.

Sebastián Castella le cortó una oreja al que abrió plaza. Un llavero que se dolió en el caballo y con los palos, y que simplemente se movió. Castella estuvo aseado con la capa y toreó bien sobre la mano derecha con la pañosa. Siempre en redondo, evitando que el mansurrón se fuese a las tablas. Tampoco rompió ningún plato y, además, falló con la espada.

Con el que hizo cuarto compuso una faena vulgar. El sota, caballo y rey. Bien técnicamente y frío como un témpano, mandó al animal siempre a la recta. Perfilero, tiralíneas. Terminó aburriendo. Lo mejor, la estocada.

Sólo la actitud de Roca Rey

El jovencísimo peruano, que todavía no había pisado la Misericordia, consiguió que el papel se agotase y que la reventa se pusiese por las nubes. Una locura. Con sus maneras, no dejó indiferente a nadie. Mucho valor, pero poca muñeca. Demasiada bisutería y poco toreo del caro. Tremendismo sin poder. Sin embargo, el chaval fue todo actitud. Un sensacional quite por gaoneras al tercero dio a entender que no había venido a Zaragoza a pasar la tarde. Clavó las zapatillas en los medios y se lo pasó por la barriga sin moverse ni un sólo centímetro.

A su primero terminó por aburrirlo con tantos cambiados por la espalda y con su segundo sobraron tirones y enganchones. No se fajó y faltó ajuste.

Por lo demás, el palco volvió a no estar a la altura de la categoría de la plaza. La ahora desnortada Misericordia debe recuperar ese criterio que nunca debió perder y eso depende del presidente. Hay que aguantar más las orejas y concederlas a su debido tiempo. No mientras está siendo arrastrado el toro obligando a correr tras el tiro de mulillas a la cuadrilla de Castella.

En los tendidos sigue faltando muchísimo respeto por lo que acontece en el ruedo. Son muy molestas las idas y venidas a los bares en mitad de la lidia y los gritos constantes contra Cataluña. Además, recordar que se han de picar los toros y que su sitio es en la contraquerencia y no entre los tendidos dos y tres.

La ficha

La Misericordia, séptima de feria. Lleno de no hay billetes en tarde soleada.

Seis toros de Núñez del Cuvillo, mal presentados, mansos.

Sebastián Castella, de grana y oro, oreja y ovación.

Alejandro Talavante, de carbón y azabache, oreja y dos orejas tras aviso.

Andrés Roca Rey, de gris plomo y plata, oreja y oreja tras aviso.

Presidió el festejo Antonio Placer, mal.

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