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La gripe aviar amenaza los proyectos de la ciencia española en la Antártida

Un brote de esta enfermedad está impidiendo a los investigadores acceder a los animales.

Vista de la base de Gabriel de Castilla, en la Antártida.
Vista de la base de Gabriel de Castilla, en la Antártida.
Ejército de Tierra

La gripe aviar amenaza una de las joyas de la corona de la ciencia española. Un brote de esta enfermedad está frenando la posibilidad de acercarse a los animales y ha comenzado a poner en peligro los proyectos que desarrollan los investigadores de las bases Juan Carlos I y Gabriel de Castilla con pingüinos, focas y otras especies en este rincón del mundo.

"Este año se han cancelado varios proyectos, porque queríamos reducir el riesgo de infección de personas o de ser el vector que propaga la enfermedad entre distintas colonias de animales", explica en la revista Nature el microbiólogo Antonio Quesada del Corral, que dirige el programa de investigación español en la Antártida. «Habíamos programado para el año que viene más proyectos nuevos sobre colonias de animales; ahora es probable que algunos de ellos no se lleven a cabo».

Hace tres semanas, científicos del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), dependiente del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades, anunciaron que habían detectado por primera la presencia en la Antártida del virus de la Gripe Aviar Altamente Patogénica.

El grupo de científicos, liderado por el investigador del CSIC Antonio Alcamí, que trabaja en la Base Antártica Española Gabriel de Castilla, en la Isla Decepción, confirmó la presencia del virus este pasado 24 de febrero. El virus se encontró en dos muestras de skuas (págalos) muertas que fueron halladas por científicos argentinos en las proximidades de la base antártica argentina Primavera.

El temor a la llegada de la gripe aviar ya había obligado a los científicos españoles a revisar el programa de investigación antártica para la temporada de verano, que va desde octubre hasta finales de marzo. Ahora, solo los investigadores especializados en enfermedades infecciosas y virus pueden llegar hasta los animales.

Los científicos necesitan acercarse a los ejemplares para recoger información de los sensores colocados en las colonias de pingüinos, elefantes marinos, leones marinos o focas leopardo, pero la posibilidad de contacto con estas especies se ha reducido de forma significativa. Queda una esperanza, señala Quesada: la batería de estos sensores tiene una duración de hasta dos años, lo que podría hacer que no se pierdan todos los datos, aunque también existe la posibilidad de que los dispositivos fallen. "Solemos cambiar la batería cada año. Con suerte, el año que viene tendrán al menos datos parciales recogidos, pero temo que la temporada que viene sea peor que esta".

Por el momento, los investigadores no han podido recoger datos de los dispositivos de seis proyectos. "Teníamos varios proyectos que necesitaban descargar información de algunos sensores [situados] en colonias de pingüinos, leones marinos, elefantes marinos, focas leopardo... y no pudieron entrar allí", añade Quesada. Estos proyectos tratan de descubrir, por ejemplo, cuándo salen del cascarón los pingüinos, cuándo cambian de piel o cómo se desplazan entre las colonias. También siguen el impacto de los animales en el medio ambiente o toman muestras de bacterias en los aerosoles producidos por las colonias.

España tiene dos bases en la Antártida situadas en las islas Shetland del Sur. La base Juan Carlos I, que se inauguró en 1988, se ubica en la isla de isla Livingston y la base Gabriel de Castilla, levantada en 1989, se encuentra en la isla Decepción. Desde el 2001 también tiene un campamento temporal, llamado campamento Byers en la península Byers de la isla Livingston.

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