Tercer Milenio

En colaboración con ITA

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El estrés crónico puede empeorar el pronóstico del paciente de cáncer: así influye en la metástasis

Con el estrés crónico, un tipo de células del sistema inmunitario llamadas neutrófilos genera una red pegajosa que facilita la metástasis.

Neutrófilo (verde) lanzando una red de ADN (amarillo).
Neutrófilo (verde) lanzando una red de ADN (amarillo).
José M. Adrover-Egeblad labCS-HL, 2022

Si has leído por encima el titular de este artículo, quizá te asomes a este primer párrafo con una sensación de angustia en la boca del estómago. ¿Acaso el estrés produce cáncer? Cuidado. Vuelve a leer el título. Es cierto que aparecen dos condiciones que por sí solas dan mucho miedo, no digamos ya juntas. Estrés crónico y cáncer. Pero de lo que vamos a hablar aquí es de cómo el estrés crónico afecta a una persona que ya tiene un tumor. 

No vamos a entrar en si el estrés crónico es o no un factor de riesgo a la hora de desarrollar esta enfermedad, ya que esa relación todavía no está clara. En este artículo explicaremos qué es el estrés y cómo, en personas que padecen cáncer, podría facilitar que las células tumorales viajen de una zona del cuerpo a otra. Es decir, cómo el estrés crónico puede promover la metástasis.

La respuesta de ‘lucha o huida’

Aunque tendemos a pensar en el estrés como algo negativo, lo cierto es que no tiene debería serlo. Al contrario, se trata de un mecanismo de supervivencia. El estrés es el conjunto de respuestas que se activan en nuestro cuerpo cuando nos encontramos ante una situación que nos resulta amenazadora.

Por ejemplo, imagina que vas caminando por la calle de noche y notas que alguien te sigue. Eso te va a preocupar, te va a dar miedo, así que tu cuerpo va a dotarte de herramientas para que puedas hacerle frente. Tu corazón comenzará a latir más deprisa, se te van a dilatar las pupilas, respirarás más rápido… Esas son algunas de las sensaciones que notarás de inmediato. Además, aunque no seas consciente, tu cuerpo también estará poniendo en pausa todo aquello que no sea necesario en ese momento, como la digestión o la producción de orina en los riñones. En ese momento, su máxima prioridad es dirigir toda la energía disponible a los sistemas que, o bien te van a sacar pitando de allí, o bien te ayudarán defenderte si la persona que te sigue decidiese agarrarte. Esto es lo que se conoce como respuesta de ‘lucha o huida’. En cuanto esa amenaza desaparezca, la respuesta a estrés se desactivará y tu cuerpo volverá al estado basal.

Pero, ¿qué pasa si el estresor al que nos enfrentamos no desaparece? En ese caso, nuestro cuerpo se va a mantener en un estado de alerta constante. Pasamos entonces a hablar de estrés crónico. Esta situación resulta muy perjudicial para el cuerpo, ya que la respuesta a estrés no está pensada para mantenerse en el tiempo. Debería ser algo puntual. Si se prolonga, el funcionamiento de muchos órganos y sistemas puede verse afectado. 

El estrés crónico puede causar problemas tanto físicos, como dañar la salud cardiovascular, producir dolores de cabeza y molestias digestivas, como psicológicos, aumentando el riesgo de padecer trastornos como ansiedad y depresión. Todo esto en personas sanas. ¿Qué ocurre cuando esto lo padece alguien que ya estaba sufriendo una enfermedad grave, como es el caso del cáncer?

El estrés en el paciente de cáncer

Sentir miedo es una parte innegable del cáncer. Padecer una enfermedad de tales dimensiones va de la mano de la incertidumbre, el temor y la angustia. Este cóctel de emociones fuertes va a ser interpretado por nuestro cerebro, comprensiblemente, como una grave amenaza. Por ello, va a activarse la respuesta a estrés, ya que es su forma de intentar dotarnos de herramientas para hacerle frente. No obstante, en este caso estas herramientas no sirven. Al contrario, incluso pueden volverse en contra del paciente.

Se ha observado que aquellos pacientes de cáncer aquejados de estrés crónico presentan un peor pronóstico, debido principalmente a una mayor tasa de metástasis que complica mucho el tratamiento. Hasta ahora, no se tenían muy claros los motivos, pero una investigación reciente arroja algo de luz sobre esta relación. En esta investigación se han centrado en el efecto del estrés crónico sobre el sistema inmunitario de los pacientes de cáncer. 

El sistema inmunitario es uno de los más afectados por el estrés crónico, pudiendo desactivarse la respuesta inmune y dejarnos a merced de virus, bacterias y otros patógenos o puede que incluso aumentar el riesgo de desarrollar un trastorno autoinmune. En concreto, en este trabajo se han centrado en el efecto del estrés crónico sobre un tipo de células del sistema inmunitario llamadas neutrófilos. En condiciones normales, los neutrófilos tienen un papel clave a la hora de eliminar a un patógeno. Su mecanismo de ataque consiste en ‘escupir’ parte de su ADN para crear una especie de red pegajosa en la que los patógenos quedan atrapados, evitando que continúen su avance. No obstante, estas redes de ADN pueden servir a las células cancerosas como vía de escape del tumor, dejándolas libres para llegar a otros tejidos, colonizarlos y formar así un segundo tumor en otra parte del cuerpo, según se vio en un experimento con ratones.

La conclusión principal a la que podemos llegar tras leer este artículo de investigación es que el manejo del estrés debería ser considerado una parte esencial del tratamiento del cáncer. Así como es necesario un oncólogo para estudiar el tumor y dar con la terapia más adecuada, el paciente también debería estar acompañado por profesionales de la psicología que le den herramientas para controlar el estrés, evitando así que sus neutrófilos puedan empeorar su pronóstico. 

Por supuesto, controlar el estrés también debe ser una prioridad para las personas sanas, pero en el caso de los pacientes de cáncer, la terapia psicológica podría marcar la diferencia entre una recuperación exitosa y el peor escenario posible.

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