Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Aquí hay ciencia

Domesticación del lobo: ¿cómo se convirtió en el mejor amigo del hombre?

El lobo es el único gran depredador que ha sido domesticado por los humanos. Los primeros restos inequívocos de perros son anteriores al Neolítico.

La mayoría de los estudios apuntan a que la domesticación del lobo tuvo lugar antes de la última glaciación, varios miles de años antes del origen de la agricultura.
La mayoría de los estudios apuntan a que la domesticación del lobo tuvo lugar antes de la última glaciación, varios miles de años antes del origen de la agricultura.
Wikimedia Commons

La domesticación de animales y plantas ha sido un proceso gradual que ha tenido lugar a lo largo de los últimos diez milenios. Desde el Neolítico y hasta la actualidad, los humanos han establecido relaciones de beneficio mutuo con las especies domesticadas. Pero hay una excepción. Una de estas relaciones empezó a forjarse mucho antes en las sociedades de cazadores-recolectores del Pleistoceno, y es la domesticación del lobo. Es fácil imaginar cómo los lobos se sentían atraídos por los restos de comida de los campamentos de cazadores-recolectores y se acercaban a ellos. Humanos y lobos competían por las mismas presas, y los primeros también debían de observar a los lobos cazar y, tal vez, en algunos casos, aprovechaban la ocasión para participar.

En ese momento, empezó a forjarse una relación cooperativa que proporcionaba alimento suficiente para ambos. Los lobos detectaban rápidamente a las presas y las rodeaban, acorrálandolas e intimidándolas, y los humanos tomaban posiciones para lanzar sus mortíferas armas de caza: lanzas, jabalinas, arcos y flechas. Se ha demostrado que la caza con perros resulta en una mayor cantidad de presas que las que cada especie obtiene por su cuenta.

Así podría haberse iniciado un proceso que condujo a la transformación del feroz lobo en el mejor amigo del hombre. El perro se convirtió en una especie de herramienta viva. Más allá de asistir en la caza, los perros podían ahuyentar a otros depredadores o grupos humanos hostiles y servían también para arrastrar carga.

El perro es una subespecie del lobo que deriva de una población ancestral de lobos del Pleistoceno Superior que ya no existe

La mayoría de estudios apuntan a que la domesticación del lobo tuvo lugar antes del Último Máximo Glacial, la época de la última glaciación en la que las capas de hielo alcanzaron su máxima extensión, hace entre 26.000 y 20.000 años, varios miles de años antes del origen de la agricultura, cuando fueron domesticados otros animales y plantas. Los primeros estudios genéticos, basados en el ADN mitocondrial, indicaron que habría tenido lugar hace entre 32.000 y 19.000 años. Posteriores estudios genómicos más precisos han determinado que el perro es una subespecie del lobo y que deriva de una población ancestral de lobos del Pleistoceno Superior que ya no existe.

En 2015 se secuenció el primer genoma de un lobo del Pleistoceno procedente de Siberia, de hace 35.000 años. Este estudio sirvió para recalibrar la tasa de mutación del genoma de los lobos –mucho más lenta de lo que se había estimado previamente– y con ello calcular que los ancestros de los perros divergieron de los ancestros de los lobos modernos hace un mínimo de 27.000 años y un máximo de 40.000 años. La tasa de mutación es la frecuencia con la que se acumulan nuevas mutaciones a lo largo del tiempo. Analizando las diferencias entre el ADN de dos especies, los genetistas pueden realizar una estimación de cuándo divergieron.

El punto de divergencia de estos dos linajes sirve para acotar la fecha más antigua para el comienzo del proceso de domesticación, pero no necesariamente representa el momento en el que esta empezó y que, probablemente, sucedió más tarde. 

Un segundo estudio, en 2016, determinó que primero se separaron los linajes de los lobos del Nuevo Mundo y los del Viejo Mundo. Y después se produjo la divergencia entre estos últimos y los perros. Estos resultados también apuntan a que la domesticación del lobo tuvo lugar en el Viejo Mundo.

Calco realizado por el arqueólogo Henri Breuil a partir de la pintura rupestre de un cánido parecido a un lobo descubierta en la cueva Font-de-Gaume, Dordoña, Francia, que data de hace 17.000 años.
Calco realizado por el arqueólogo Henri Breuil a partir de la pintura rupestre de un cánido parecido a un lobo descubierta en la cueva Font-de-Gaume, Dordoña, Francia, que data de hace 17.000 años.
Wellcome Images

Por otro lado, ninguna población de lobos actual está más estrechamente emparentada con los perros que otra, y ello refuerza la idea de que todos los perros derivan de una población ancestral de lobos actualmente extinta.

Las poblaciones de lobos empezaron a disminuir hace por lo menos 30.000 años y su declive podría estar relacionado con la llegada del Homo sapiens anatómicamente moderno a Europa. Con el tiempo, se fue forjando una relación cooperativa entre humanos y algunos grupos de lobos que condujo a su domesticación. Ello llevó a la expansión de las poblaciones de perros, que también entraban en competición con los lobos, a los que fueron relegando. Después de su domesticación se han producido a lo largo del tiempo mezclas entre perros y lobos, que complican los estudios genéticos. Estos nos cuentan que hasta el 25% de los genomas de los lobos euroasiáticos muestran signos de ascendencia canina.

Finalmente, a partir del Neolítico y sobre todo de mediados del siglo XIX, la selección artificial en la cría de perros ha influido en su comportamiento, forma y tamaño, generando una variabilidad de perros sorprendente –de criaturas enormes y feroces a otras minúsculas y bastante inofensivas–, todas ellas descendientes de los lobos del Pleistoceno.

Hombres y perros, de viaje por el mundo

La domesticación de los lobos es uno de los grandes logros de los cazadores-recolectores del Paleolítico. Sin embargo, el área geográfica donde esta se produjo y si tuvo lugar una sola o múltiples veces son cuestiones todavía sin resolver.

Basándose en la evidencia genética se han sugerido como posibles lugares el este de Asia, el Asia Central o Europa. En Francia, Alemania, Italia, Suiza e Israel, se han encontrado restos óseos que, con certeza, podrían corresponder a perros domesticados. También podrían ser de perros los encontrados en distintos yacimientos de Siberia. Y en América del Norte, se han identificado restos de perros de unos 10.000 años de antigüedad en los yacimientos de Koster y de Stilwell II.

Los perros formaban parte de la cultura de los pueblos cazadores-recolectores. Eran una ‘herramienta viva’ que utilizaban para la caza, para protegerse de los depredadores, transportar pertenencias, y también les proporcionaba pieles, calor y compañía. Por esta razón, probablemente contribuyeron a la dispersión de los humanos por el hemisferio norte y el continente americano.

Durante las últimas edades del Pleistoceno, los perros acompañaron a los grupos humanos en sus migraciones por el mundo y, cuando estos se separaban, es de suponer que también lo hacían sus perros. Por esta razón, no es de extrañar que los estudios con ADN antiguo encuentren paralelismos entre la divergencia y los patrones de migración de los grupos humanos y de los linajes caninos.

Un caso paradigmático es el poblamiento de América. Los perros americanos antiguos no fueron domesticados a partir de lobos norteamericanos, sino que se originaron a partir de un ancestro siberiano. Los datos genéticos sugieren que ya habían sido domesticados hace 21.000 años cuando la población humana que había permanecido aislada durante el Último Máximo Glacial en Beringia se separó en dos grupos; uno de ellos, los nativos americanos ancestrales (ANA). Beringia era el territorio terrestre que entonces conectaba el extremo oriental de Siberia con América y de donde se cree que procedían los humanos que poblaron el continente.

Paralelismo entre los principales eventos de separación de las poblaciones humanas que terminarían por poblar América y los principales linajes de perros que, muy probablemente, las acompañaron.
Paralelismo entre los principales eventos de separación de las poblaciones humanas que terminarían por poblar América y los principales linajes de perros que, muy probablemente, las acompañaron.
Perri et al.

El estudio del ADN mitocondrial indica que todos los perros americanos antiguos (fuera del Ártico) pertenecen a un mismo linaje (haplogrupo A2b), que solo se encuentra en América. También muestra que están emparentados con los antiguos perros siberianos (haplogrupo A2a), con los que compartieron un ancestro común hace unos 16.000 años. Por otro lado, hace unos 15.000 años los perros americanos se diversificaron en cuatro sublinajes (A2b1–b4). Estas fechas coinciden con las que se barajan para el primer poblamiento humano de América y, por esta razón, se piensa que los humanos que poblaron el continente iban acompañados de perros.

Finalmente, la coincidencia de las historias genéticas de hombres y perros en Siberia sugiere que esta podría ser la región donde humanos y lobos forjaron por primera vez una relación de cooperación que condujo a la domesticación de estos animales. Todos los perros del haplogrupo A comparten un ancestro común hace entre 26.000 y 19.700 años. Esto es varios miles de años antes de que aparezcan en el registro arqueológico de Eurasia las primeras evidencias inequívocas de perros.

¿Cómo eran los primeros perros?

Algunos autores han propuesto fechas muy tempranas para la domesticación de los perros, hace unos 40.000 años, basándose en datos morfológicos, isotópicos y genéticos de restos de cánidos arcaicos. Sin embargo, precisar si estos cánidos ya habían sido domesticados no es fácil. Por un lado, el comportamiento no fosiliza y, por otro, ninguno de estos métodos es infalible; y más si tenemos en cuenta que los primeros perros domesticados probablemente se parecían mucho a los lobos.

Durante el largo proceso de domesticación, el tamaño corporal del animal se reduce, también la longitud de su hocico, sus dientes se vuelven más pequeños y se apiñan en la mandíbula, rotando ligeramente para encajar mejor. Aún así, ninguno de estos rasgos por separado puede utilizarse para identificar a los primeros perros, porque algunos lobos también presentan un apiñamiento de los dientes, aunque no tan pronunciado como en los perros actuales. 

Y pese a que los perros completamente domesticados probablemente eran más pequeños que los lobos, también existe una variabilidad de tamaño en los lobos; los de menor tamaño podrían ser similares a los perros de mayor peso. 

Tampoco es fácil distinguir si los cánidos arcaicos eran lobos o perros estudiando su dieta por las marcas de desgaste de sus dientes o los datos isotópicos de sus huesos. También aquí probablemente existía un solapamiento y las dietas de ambos no eran tan distintas en las primeras etapas de la domesticación. 

Finalmente, los datos genéticos han revelado que gran parte de los cánidos que se creía que podían ser algunos de los primeros perros no pertenecen a los mismos linajes que otros perros arcaicos o modernos.

El perro más antiguo conocido

En 1914, trabajadores de una cantera en el suburbio de Oberkassel en Bonn (Alemania), descubrieron dos esqueletos humanos y distintos objetos labrados con huesos y astas de animales. Los esqueletos correspondían a una mujer de unos 20-25 años y un hombre de unos 50 que fueron enterrados a finales de la Edad de Hielo, hace unos 14.000 años. Junto con ellos también se localizó un esqueleto de perro. Se trata de los restos del primer perro domesticado del que se tiene constancia con certeza.

Perro de Oberkassel
Perro de Oberkassel
Don Hitchcock / Wikimedia Commons

Tanto los rasgos anatómicos como genéticos indican que era distinto de los lobos de la zona, y el contexto en el que fue encontrado refuerza la conclusión de que se trata de un perro domesticado. Fue enterrado con poco más de medio año de edad y las lesiones de su cavidad bucal señalan que padecía una grave infección producida probablemente por el virus del moquillo. Las marcas en el esmalte de sus dientes sugieren que sufrió tres brotes de la enfermedad: a las 19, 21 y 23 semanas de edad. El moquillo tiene una elevada mortalidad y la supervivencia del perro habría sido poco probable sin el cuidado humano. Enfermo, el perro no pudo tener ningún uso utilitario para sus amos. No obstante, los arqueólogos apuntan que su cuidado indicaría que algunos humanos del Pleistoceno tardío consideraban a los perros no solo de manera materialista, sino que habían desarrollado vínculos emocionales y afectuosos con ellos. Un estudio reciente de los restos ha identificado el diente de un segundo perro, de más edad y más pequeño.

-Ir al suplemento Tercer Milenio

Apúntate y recibe cada semana en tu correo la newsletter de ciencia

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión