Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Desafíos globales

Fotosíntesis interruptus por culpa del calor

Si la temperatura ambiente supera una cifra crítica, las hojas de los árboles dejan de hacer la fotosíntesis. ¿Cuáles son las consecuencias?

Las selvas y bosques albergan una gran parte de la biodiversidad del planeta
Las selvas y bosques albergan una gran parte de la biodiversidad del planeta
Sigit Deni Sasmito / CIFOR

Las hojas de los árboles cesan en su actividad fotosintética cuando la temperatura ambiente supera los 46,7ºC. Un valor al que se acercan -e incluso superan por momentos- peligrosamente las cubiertas de los bosques y selvas tropicales por efecto del progresivo calentamiento global. ¿Cuáles son las consecuencias actuales? ¿Y cuáles serán si la temperatura sigue aumentando hasta superar ese límite?

En 2021 un estudio concluyó que la temperatura crítica media por encima de la cual las hojas de los árboles se ven incapacitadas para efectuar la fotosíntesis es de 46,7 ºC.

Ahora, en 2023, un nuevo estudio efectuado por un panel de investigadores internacionales y publicado en 'Nature' ha determinado que una de cada cien mil hojas de la parte superior del dosel arbóreo de los bosques y selvas tropicales del planeta supera esa temperatura crítica al menos una vez al año.

En fin, estamos hablando de solo una de cada 100.000 hojas. Y de una vez al año. Tampoco parece tan dramático, ¿no? Tal vez no, pero la percepción empieza a cambiar (o debería hacerlo) cuando se tienen en cuenta otros aspectos:

En primer lugar, no es simplemente que ese día en concreto las hojas no puedan efectuar la fotosíntesis. El daño es más profundo. Cuando las hojas exceden esa temperatura crítica, lo que sucede en su interior es que las proteínas que participan en el proceso fotosintético se desnaturalizan: pierden su estructura tridimensional, su forma original y por lo tanto dejan de ser funcionales. Una pérdida que es necesario subsanar para que la fotosíntesis vuelva a poder realizarse. 

Una forma muy fácil de verlo es pensar en que el aparato del aire acondicionado de tu casa se estropea un día en plena ola de calor al sobrecalentarse. El fastidio no se limita a esa jornada; es que hasta que no vengan los técnicos y sustituyan la pieza dañada por otra nueva seguirá sin estar operativo.

Más aún, la pérdida de capacidad fotosintética puede llegar a provocar que las hojas se sequen y caigan, lo que a su vez desencadena un efecto cascada, al dejar descubierta la siguiente capa de hojas del dosel, que su vez están más expuestas y sufren las consecuencias de las elevadas temperaturas con mayor intensidad. Algo especialmente preocupante en episodios de calor extremo que se prolongan durante días y que, por desgracia, cada vez son más frecuentes.

Además, y según la simulación efectuada por los investigadores, un aumento de 4ºC en la temperatura media actual en la zona tropical podría causar la muerte en masa de las hojas en las masas boscosas de esa región. Un escenario que, según la citada simulación, puede llegar a darse antes de que acabe este mismo siglo si se mantiene el ritmo de emisiones de gases invernadero actuales.

Y a todo ello hay que añadir que las selvas y bosques tropicales albergan una gran parte de la biodiversidad del planeta; al tiempo que desempeñan un papel clave como reguladores del clima global al actuar como vasto reservorio de CO₂ y contribuir al enfriamiento del aire. Por lo que su muerte o deterioro comprometería la supervivencia de muchas especies animales y vegetales y (previsiblemente) retroalimentaría el proceso: la pérdida de capacidad reguladora de la temperatura contribuiría al incremento de la temperatura ambiente y con ello a que más y más hojas muriesen.

Dicho lo cual, los responsables del estudio presentan sus conclusiones con todas las reservas y cautela del mundo, ya que se trata solo de una simulación efectuada mediante un modelo informático que procesa una serie de datos experimentales, pero que deja fuera otras variables. Una cautela justificada además porque aún hay muchos aspectos que están poco estudiados. 

Por ejemplo, los investigadores explican que todavía no conocemos bien la adaptabilidad de los árboles al calor ni las consecuencias que tendría en cada ejemplar la muerte de las hojas superiores. Ni tampoco sabemos aún cómo afecta este incremento de temperatura a cada especie en particular. Y por ello que es posible que estemos sobreestimando la vulnerabilidad de los bosques tropicales.

Sí; pero -y esto ya es una reflexión propia- también es posible lo contrario, que la estemos subestimando y el daño generado por las temperaturas extremas sea más grave y/o duradero. Llegados a este punto, la cuestión es si merece la pena (y si tiene sentido) esperar a comprobar cuán fiable y acertada es la simulación… o mejor actuar desde ya para no llegar a ese límite.

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