Tercer Milenio

Ciencia ciudadana

¿A qué huele el mundo?

Un aroma puede avivar un recuerdo, despertar el apetito, salvarnos de un incendio... o molestarnos. La contaminación por olor es el segundo motivo de queja ambiental.

Ruta de buenos olores por las cubiertas verdes de Barcelona, generadoras de un bienestar que también se huele.
Ruta de buenos olores por las cubiertas verdes de Barcelona, generadoras de un bienestar que también se huele.
Science for Change

Cuando huele a chimenea de leña, a bosque verde, a naturaleza, a flores..., aunque esté muy lejos de allí, Rosa Arias se transporta a Galicia. Es también un viaje en el tiempo. "Me da tranquilidad", suspira. La capacidad evocadora de un aroma es poderosa, sorprendente a veces, responsable de que, "como mis abuelos tenían vacas, el olor a estiércol también me gusta". 

Con su propio móvil, esta ingeniera química podría etiquetar y localizar sobre el mapa cualquiera de estos olores a través de una ‘app’ que ella misma creó. Se llama ‘OdourCollect’, con ella se están mapeando olores por todo el mundo y es la única herramienta gratuita disponible en el mercado que incorpora el tono hedónico, que permite indicar si un olor es agradable o desagradable. Algo que depende de cada cual porque la percepción del olor es muy subjetiva. "Que te guste o no un olor depende de dónde vives y dónde te has criado", asegura. Por eso, olores relacionados con la agricultura o la ganadería pueden resultar hirientes para algunas personas o soportables e incluso agradables para quienes conviven a diario con ellos. 

El olor forma parte de nuestra vida cotidiana. Desde el café del desayuno a la fragancia de un jardín mojado o los gases de los tubos de escape.
El olor forma parte de nuestra vida cotidiana. Desde el café del desayuno a la fragancia de un jardín mojado o los gases de los tubos de escape.
OdourCollect

"Depende muchísimo de nuestro gusto personal y de la cultura –precisa Arias–, por ejemplo, en algunas tribus de África construyen el techo de las casas con excrementos de vaca y ese olor indica un estatus, significa que tienes casa, y estás mejor considerado socialmente si hueles a caca que si no". En Europa, agradan más los perfumes con fragancia más intensa, mientras que en Estados Unidos los prefieren más frescos, "que huelan a limpio", porque lo relacionan con la higiene. Y hay una razón histórica. En la Vieja Europa los perfumes surgen para tapar otros olores, para encubrir los tufos corporales propios y alejar los olores pútridos o miasmas, que se pensaba que propagaban las pestes y otras enfermedades. "A EE. UU. llegaron más tarde y se asocian más a la limpieza, por eso gustan aromas más cítricos, más frescos".

Curiosamente, respecto a los olores sintéticos, como pintura, pegamento o gasolina, hay dos bandos. "No tenemos un criterio porque no existen en la naturaleza –explica Arias–, dicen que odiarlos o amarlos está asociado a tu primer recuerdo, a cuando los oliste por primera vez".

Un genial sensor en cada cara

La nariz humana es el mejor sensor que tenemos para medir olores. Podemos detectar y discriminar una extraordinaria gama, más de un billón. Nos va la vida en ello. Nuestro olfato es especialmente sensible a sustancias que pueden ser dañinas para la salud. Solemos olerlas antes de que sea demasiado tarde. Por ejemplo, nuestra nariz percibe el letal sulfuro de hidrógeno en concentraciones bajísimas, por debajo de 10 partes por billón. 

Evolutivamente, olfato y supervivencia van unidos, al ser un sentido que nos ayuda a alejarnos de alimentos podridos y nos alerta de la presencia de depredadores. "Es nuestro sentido de defensa, diseñado para saturarse a los dos o tres minutos de exposición para seguir siendo capaces de detectar un olor nuevo que te puede matar y salir corriendo". El olfato de las mujeres se agudiza durante el embarazo, periodo en que son más sensibles a olores desagradables como forma de protección al feto.

La contaminación por olor es la segunda causa de molestias medioambientales en la población europea, solo detrás de las quejas por ruido

Hay olores que, aunque no matan, pueden afectar a nuestra calidad de vida e incluso perjudicar la salud. Cualquier olor, dependiendo de la frecuencia o la intensidad, puede causar molestias. Especialmente cuando ese olor molesto es uno más en el vecindario. Si la exposición a un determinado olor ambiental es prolongada, incluso un aroma agradable, como por ejemplo la torrefacción del café, es posible que se convierta en un problema y acabe amargando la vida de los vecinos y vecinas de las comunidades afectadas.

Pese a ser la contaminación odorífera –tras el ruido– el segundo motivo de quejas ambientales en Europa, es una gran ignorada en las legislaciones. "Y eso que el mal olor puede ser un indicador de problemas medioambientales más graves", apunta la ingeniera barcelonesa.

La aprobación de la norma española ‘Construcción de mapas de olor colaborativos mediante ciencia ciudadana’ se encuentra en la recta final

En España, "la contaminación por olor no está regulada", señala, pero se espera que en septiembre se apruebe un estándar nacional que utiliza la ciencia ciudadana para evaluar este tipo de contaminación. "Ya tenemos el borrador final de la nueva norma –que fue publicado en mayo en el BOE– en el tejado de UNE", la Asociación Española de Normalización. Es fruto de años de trabajo en colaboración y "sienta precedente, porque es una nueva metodología más para medir olores, pero en este caso desde el punto de vista del receptor, de quienes lo viven en su día a día", con lo que permite estimar el grado de molestia que existe en la población.

‘App’ ‘OdourCollect’.
‘App’ ‘OdourCollect’.
Science for Change

Todo empezó con la creación de la ‘app’ ‘OdourCollect’, que permite registrar observaciones de olor en tiempo real, así como describir el tipo de olor percibido, su intensidad y si es agradable o desagradable (tono hedónico). "Es un poco como mi bebé", reconoce Arias, quien, a través de la zaragozana Fundación Ibercivis, lideró de 2018 a 2021 un proyecto europeo llamado D-Noses. Abordó el problema de la contaminación por olor a escala mundial mediante diez casos de estudio en Europa, Chile y Uganda que sirvieron para validar la metodología de ciencia ciudadana para monitorizar la contaminación por olor.

En España, los olores que más quejas levantan proceden de actividades de tratamiento de residuos y depuradoras de aguas residuales

Miles de observaciones tomadas por ciudadanos con la ‘app’ se han ido colocando sobre los mapas colaborativos que muestran, como datos abiertos, a qué huele el mundo. Allí dejan su rastro el tratamiento de aguas residuales domésticas e industriales, los residuos, los vertidos ilegales, las actividades de refinería... A partir de esta experiencia, Science for Change, la empresa creada por Arias, ha impulsado un grupo de trabajo con el objetivo de regular la contaminación por olor en España. "En Chile, están sacando regulaciones por sectores, la primera para el porcino, el principal motivo de queja; la segunda para el sector pesquero y luego, las papeleras". En nuestro país, los olores que más quejas levantan proceden de actividades de tratamiento de residuos y depuradoras de aguas residuales.

Una nariz en cada esquina

Contar con la participación de la ciudadanía para seguir la pista de este impacto invisible les da la vuelta a las metodologías tradicionales, que miden los gases olorosos en el foco desde el que se emiten. Con los datos de la ‘app’ cargada en los ‘smartphones’ de la gente "tenemos además la ventaja de identificar situaciones de máximo impacto para los vecinos en el momento en que ocurren, y así mandar una alerta al emisor y que pueda tomar medidas correctoras sencillas, sin grandes inversiones. De otra manera, no podrías saberlo". 

Que una ‘peste’ sea más insoportable depende de las condiciones de emisión, de cuánto olor se trata y también de las condiciones meteorológicas. "Si ves que el viento va hacia la población y tu actividad emite olor, tal vez la puedes hacer más tarde o bien cerrar las puertas –propone Arias–. No se trata de poner sistemas de olorización carísimos ni de aumentar la altura de tu chimenea, sino de medidas pequeñas en un plan de gestión de olores de tu actividad industrial".

Sin palabras

Muchas veces, lo que ocurre es que nos faltan palabras para describir algo tan volátil como un aroma y tomamos prestados adjetivos de otros sentidos: dulce, suave, fuerte... En su labor divulgativa en escuelas, museos y bibliotecas, Science for Change trabaja entrenando el lenguaje olfativo con los juegos de su ‘Kit Olfato’. En el taller ‘C-Olores de Alejandría’, conectan los olores con el sentido de la vista. Y a partir de septiembre, empezarán a trabajar con personas mayores en el proyecto ‘OdourCollect y personas de edad avanzada: digitalizando y cocreando nuestra memoria olfativa’, financiado por la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología–Ministerio de Ciencia e Innovación. Harán tres talleres piloto y buscan centros de día interesados en explorar un sentido que hace viajar en el tiempo con tal fuerza que incluso personas con alzhéimer reconectan con sus recuerdos. No en vano, el olfato enlaza directamente con áreas cerebrales vinculadas con la memoria y las emociones.

En cifras

  • Los seres humanos tenemos entre 10 y 20 millones de neuronas receptoras del olfato, cuyos cilios están cubiertos de receptores olfativos. Existen casi 1.000 genes diferentes que codifican estos receptores, lo que convierte al olfato en nuestro sentido más complejo.
  • Más de 1 billón de olores distintos es capaz de distinguir el bulbo olfatorio, situado en el cerebro.
  • Nuestro olfato pierde su sensibilidad después de 2-3 minutos de exposición a un olor, quedando listo para detectar nuevas sustancias olorosas que pudieran ser perjudiciales para nuestra salud.
  • El umbral de percepción del sulfuro de hidrógeno, letal para nuestro organismo, es inferior a 10 partes por billón. Nuestro olfato, el sentido más primitivo, es muy sensible a sustancias dañinas para la salud.
  • Hasta el 80% del sabor que percibimos se debe al olfato. Si probamos una comida con la nariz tapada, solo percibiremos si es dulce, salada, ácida o amarga.
  • Cada persona tiene al menos un punto ciego olfativo; por ejemplo, hay gente incapaz de percibir el olor a vainilla.

Fuente: ‘Unidad didáctica de OdourCollect’
Etiquetas de olor sobre la obra de George Dunlop Leslie, ‘Rosas’.
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Reconstruir olores del pasado

La mayoría de los olores proceden de sustancias orgánicas que se descomponen rápidamente, lo que deja pocos rastros para que los arqueólogos los investiguen miles de años después. Un equipo del Instituto Max Planck para la Ciencia de la Historia Humana (Alemania) está buscando nuevas formas de revivir los paisajes olfativos del pasado y utilizar el olor para estudiar la experiencia, el comportamiento y la sociedad de la antigüedad. El estudio del patrimonio olfativo de la humanidad puede desvelar aspectos del pasado como los rituales, la perfumería, la higiene, la cocina, el comercio y el intercambio. Pero los olores antiguos también pueden aportar información sobre la jerarquía, las prácticas sociales y la identidad de grupo. 
"Rastrear el olor en el pasado profundo no es tarea sencilla", afirma a Sinc la investigadora Barbara Huber, "pero el hecho de que la historia recoja expediciones, guerras e intercambios a larga distancia para adquirir materiales con fuertes propiedades olfativas −como el incienso y las especias− revela lo importante que ha sido el olor para la humanidad". 
Los nuevos avances biomoleculares permiten analizar los aromas que se conservan en objetos arqueológicos de épocas pasadas. Unos datos que se vinculan con la información de los textos antiguos, las representaciones visuales y los registros arqueológicos y medioambientales. Así, Huber ha estudiado los quemadores de incienso del yacimiento de Tayma, en Arabia Saudí. En edificios privados, tumbas y templos, detectó metabolitos que revelaron el uso de resinas perfumadas que contenían incienso, mirra y pistacho. Junto a un perfumista han tratado de recrear cómo podrían haber olido estos lugares hace 5.000 años.
Por su parte, historiadores, museólogos y lingüistas digitales de Países Bajos, Inglaterra, Alemania, Italia, Francia y Eslovenia han unido fuerzas en ‘Odeuropa’, para desarrollar, con ayuda de inteligencia artificial, una enciclopedia 'online' del Patrimonio Olfativo. "Es, en definitiva, una lucha contra el olvido", afirma Cecilia Bembibre, del Instituto de Patrimonio Sostenible del University College de Londres, que ha desarrollado técnicas para preservar el olor de libros antiguos de la catedral de San Pablo. Otro equipo ha recreado el olor de los guantes de piel que aparecen en manos de una dama del XVII en un cuadro del museo de Ulm.

Ciertas enfermedades dejan un rastro de olor
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¿Se puede oler la enfermedad de Parkinson?

Nuestros cuerpos lanzan al aire constantemente sustancias volátiles. El aroma del aliento, sudoración, excreciones, etc. varía según la edad, el estilo de vida, la dieta y también si una enfermedad produce alteraciones en nuestro organismo. El olor de una persona cambia cuando está enferma. 
​La escocesa Joy Milne, esposa de un enfermo de párquinson que notó un cambio en el olor de su marido, puso a los investigadores en la pista para estudiar si el olfato podría servir para hacer diagnósticos precoces. En una prueba a ciegas, "consiguió identificar las prendas de las personas enfermas y, además, marcó la prenda de uno de los controles sanos como si tuviese la dolencia. Un buen porcentaje de acierto que intrigó aún más a los investigadores cuando la persona supuestamente sana fue diagnosticada con párquinson nueve meses después", narra Maider Zubelzu Irazusta, de la Universidad del País Vasco, en un artículo publicado por The Conversation. 
A partir de entonces, se fueron centrando en el estudio de los lípidos presentes en el sebo excretado por las glándulas sebáceas de la piel; su sobreproducción, conocida como seborrea, es un síntoma de la enfermedad de Parkinson. Encontrar biomarcadores de acceso tan fácil podría abrir las puertas al diagnóstico temprano de dolencias como esta, difíciles de diagnosticar.

Un pequeño dispositivo es capaz de hacer que sintamos olores virtuales
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Los aromas llegan a la realidad virtual

La realidad virtual ha resuelto cómo simular la visión, el sonido y el tacto mediante interfaces ser humano-máquina, pero diseñar un sistema para el olfato ha sido todo un reto. Un equipo de la Universidad de Beihang (China) ha diseñado dos formatos portátiles de interfaz olfativa inalámbrica que llevan al usuario a sentir olores como romero, mojito o tortitas. Convencidos de que un mundo de realidad virtual que se pueda oler ofrecerá una experiencia mucho más inmersiva y realista, los autores del artículo publicado en ‘Nature Communications’ sugieren que la percepción de olores acabará llegando a videojuegos, películas en 4D y entornos virtuales de enseñanza. Los investigadores utilizaron generadores de olores a escala milimétrica. El primer dispositivo, con dos opciones de olor, se adhiere a la piel bajo la nariz; el otro es una máscara blanda que genera nueve olores distintos.

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