Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Desafío global

¿Una amenaza silenciosa bajo nuestras ciudades?

Este relato de ficción se basa en otro de los posibles efectos del calentamiento que, aparte de problemas, podría proporcionar oportunidades.

La intensa actividad humana provoca el calentamiento del aire y convierte a las ciudades en islas de calor... y también en icebergs de calor
La intensa actividad humana provoca el calentamiento del aire y convierte a las ciudades en islas de calor... y también en icebergs de calor
Quist

Y entonces la retransmisión deportiva se interrumpió para dejar paso a un boletín informativo de última hora: en directo y desde las proximidades del desastre, con los escombros recién caídos a su espalda, el periodista, visiblemente alterado, informa de que “uno de los edificios más emblemáticos de la metrópoli se ha venido abajo derrumbándose sin que, de momento, policía ni bomberos hayan identificado el motivo. La situación es dantesca, y las víctimas se cuentan por decenas, por no hablar del ingente número de heridos…”.

En mitad del relato, la emisión es de nuevo interrumpida y cuando se recupera la señal otro excitado periodista informa de una tragedia similar en el otro lado del país. 

En las horas y días siguientes, los mismos escenario y relato de pesadilla se replican en muchas de las principales ciudades de todo el mundo. Desde Londres a Tokio, de París a Melbourne… Grandes edificaciones se precipitan bajo su propio peso sin que nadie sea capaz de identificar el origen de esta plaga.

-¿Alguien puede explicarme qué demonios está pasando? -exigió el presidente de la superpotencia reunido con los miembros del gabinete de crisis creado para enfrentar la situación.

-Señor, creo que debería hablar con el profesor Lotia- sugirió uno de los asesores.

-¿Con quién?

-El profesor Lotia es un científico de la Universidad de Northwestern que lleva tiempo advirtiendo sobre esta posibilidad.

-¡¡¿Y por qué no está aquí ya?!!! ¿Qué espera para traerlo?

Apenas media hora después, el profesor Lotia, escoltado por agentes de los servicios especiales, entra en el despacho presidencial, donde aguardan expectantes para oír sus explicaciones.

-Por favor, profesor, explíquenos qué es lo que está pasando -solicitó el presidente en primera persona-, a poder ser en términos que resulten comprensibles para no expertos.

-Pues verá, señor presidente, resumiendo: durante las últimas décadas, el suelo bajo las grandes ciudades se ha ido calentando por efecto del calentamiento global y la actividad humana. Un aumento de temperatura que afecta y modifica las propiedades de los distintos materiales que lo forman.

-¿A qué se refiere con eso del sobrecalentamiento del subsuelo?

-Bueno, verán, generalmente se habla de las ciudades como islas de calor debido a que la intensa actividad humana y sus edificaciones provocan el calentamiento de la burbuja de aire que las rodea. No obstante, sería más apropiado considerarlas icebergs de calor puesto que las áreas urbanizadas también provocan el calentamiento del subsuelo y la acumulación de calor bajo su superficie.

-¿Cómo?

-El calor almacenado en el subsuelo de las ciudades es consecuencia directa de la actividad humana y de la urbanización: del calor liberado por estructuras subterráneas como aparcamientos, garajes, túneles o líneas de metro; y de los materiales empleados en las superficies urbanizadas, como cemento y asfalto, que absorben gran cantidad de energía solar. Una parte de la cual la reemiten a la atmósfera, contribuyendo al efecto isla de calor; pero otra parte es transferida al subsuelo donde queda acumulada. De hecho, las estimaciones apuntan a que, en las grandes urbes, los primeros 100 del suelo ha experimentado un calentamiento de entre 0,1 a 2,5ºC por década durante el último siglo.

-¿Pero por qué se caen los edificios?

-Porque este aumento de temperatura afecta tanto a las propiedades de los materiales que constituyen esa franja del subsuelo, deformándolo, como también a los materiales de las estructuras y cimientos que soportan a las edificaciones.

-Intente ser un poco más claro, profesor. Recuerde que no somos expertos en la disciplina.

-Sí claro. En realidad es muy sencillo de ver: las propiedades de las distintas sustancias y materiales varían con la temperatura. Y concretamente su densidad y viscosidad. Piensen por ejemplo en la miel, que fría es prácticamente sólida, pero que cuando se calienta se vuelve fluida. O en la mantequilla, que recién sacada de la nevera cuesta mucho untar, pero que si está a temperatura ambiente es fácilmente penetrable por el cuchillo.

Pues algo similar se puede aplicar a los materiales del subsuelo -y también a los materiales constructivos-. Que al aumentar la temperatura ven alteradas o modificadas sus propiedades. En este caso, su densidad, es decir, el volumen que ocupa por unidad de masa. Hay materiales en el subsuelo que con el calor se expanden, como la roca caliza y la arena. Y por el contrario otros, como la arcilla, se contraen. Esto provoca a su vez pequeños movimientos y desplazamientos del terreno que afectan a la estabilidad de las estructuras; que, además, y como consecuencia de estos desplazamientos, son sometidas a un estrés mecánico que puede desembocar en la formación de fisuras y en un incremento de la fragilidad.

Y estoy convencido de que eso es lo que está pasando. Que los cimientos de los grandes edificios de todas las grandes urbes del planeta están comenzando a decir basta, ya sea por debilidad propia (de sus cimientos) o porque los movimientos del terreno han provocado su inestabilidad.

-¿Y qué podemos hacer?

-Evacuar a la población. Ahora ya es tarde para ponerle remedio. Siento recordarles algo que, seguro, ya saben ustedes, aunque nunca han querido asumirlo del todo: el calentamiento global, ya sea atmosférico o del terreno, no se puede revertir de un día para otro.

Un subsuelo cada vez más caliente

Suena a uno de esos 'blockbusters' catastrofistas, ¿verdad? Como 'San Andrés', 'El núcleo', 'Volcano', 'Geostorm', 'Moonfall'; o, más acertadamente, 'El día de mañana', en la que el desencadenante del desastre a escala global es también el cambio climático.

Aunque no se puede descartar que pronto veamos alguna gran producción con un argumento en esta línea. Pero, de momento, no se trata de una película hollywoodense, sino de una amenazadora posibilidad de futuro inmediato basada en un estudio recientemente publicado que concluye que el sobrecalentamiento del subsuelo bajo las grandes ciudades constituye una amenaza silenciosa que es necesario tener presente.

No obstante, el estudio también deja abierta la puerta a un final feliz. O, dicho de otro modo, a la posibilidad de sacar rédito de este calentamiento al tiempo que se contribuye a disiparlo. En este sentido, recoge el testigo de trabajos previos, como este publicado en 2022 en 'Nature' que planteaba la alternativa de reciclar el ingente calor acumulado en los 20 primeros metros bajo la superficie de las grandes urbes tras analizar las condiciones de más de 8.000 localidades de Europa, Norteamérica y Australia y verificar que más de la mitad almacenan bajo sus cimientos importantes reservas de energía calorífica.

De hecho, según refleja el estudio, acumulan calor suficiente en esa estrecha franja bajo su superficie como para satisfacer la demanda de energía calorífica local por un año. Y no solo eso, sino que esta fuente de calor presentaría otras ventajas a considerar: 

  1. Es una energía limpia. 
  2. Al contrario que la energía solar o la eólic,a es independiente de la meteorología.
  3.  Supone un impacto mínimo sobre los ecosistemas y el medio ambiente -parte del cual es, además, positivo porque al retirar el calor acumulado, acerca al subsuelo a sus condiciones originales-. 
  4. No necesita ser transportada, ya que la fuente de calor se encuentra justo bajo la urbe que la demanda. 
  5. Además la infraestructura necesaria para su reciclaje ya existe, pues sería análoga a la empleada en las centrales geotérmicas y de más fácil implantación debido a que sería a ras de superficie.

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