La Armada mantiene activa la búsqueda del Reina Regente, su gran expediente X

El mar del Golfo de Cádiz se tragó el buque de guerra en 1895 con 412 marinos a bordo. Las últimas investigaciones acotan su localización a la espera de hallar restos tras 20 intentos de búsqueda desde 2001.

El Reina Regente.
El Reina Regente.
Vocento

Es el gran expediente X de la Armada española. Un tremendo naufragio del que no quedó rastro de las 5.000 toneladas de hierro del Reina Regente, un soberbio navío de guerra desaparecido el 10 de marzo de 1895 en aguas del Estrecho en medio de un fuerte temporal. En su interior, 412 marinos. Uno de los siniestros más dolorosos en tiempos de paz que conmocionó a la opinión pública de la época. «Se lo tragó literalmente el mar y aún hoy, 127 años después, no ha mostrado ni un solo resto pese a la presencia de componentes de artillería más duraderos», comenta el coronel de Infantería de Marina Alfredo González Molina.

Construido en los astilleros de Clydebank (Escocia) en 1887, solo ocho años antes de su hundimiento, el Reina Regente costó 243.000 libras esterlinas. Formaba parte de la clase de cruceros rápidos adquiridos en el extranjero ante la necesidad de defender nuestros intereses en los dominios de ultramar. Estaba diseñado para ser un buque de gran radio de acción gracias a sus dos hélices de cinco metros de diámetro y cuatro máquinas de 12.000 caballos, que permitían mover esta mole de casi 100 metros de eslora hasta alcanzar los 20 nudos.

En la mañana del sábado 9 de marzo de 1895 el buque salió de Cádiz sin apenas levantar expectación. En la tarde del mismo día arribó a Tánger comandado por el capitán de navío Francisco de Paula Sanz de Andino, cartagenero de 58 años. No entró en puerto, sino que fondeó al resguardo de la rada para pasar la noche. A la mañana siguiente, tras desembarcar a una delegación marroquí que se había trasladado a Madrid para asistir a una reunión bilateral, emprendió viaje de regreso pero nunca llegó a Cádiz.

Durante los días posteriores a la desaparición se movilizaron dos cruceros y más de diez vapores mercantes, que rastrearon por ambas embocaduras del Estrecho y por las proximidades de la costa española y africana sin resultados. Tan solo diversos objetos de pequeño tamaño aparecieron dispersos por playas gaditanas. Incluso tres meses después se halló una tablilla correspondiente a un bote en la costa de Sidi Ferruch (Argelia). Pero, debido a que estos restos fácilmente pudieron haber sido arrancados por el temporal, continuó la duda sobre lo sucedido, perdurando la idea de que el buque «se fue por ojo» sin otra explicación.

De acuerdo con la documentación que consta en el Departamento de Estudios e Investigación del Instituto de Historia y Cultura Naval, entre el 2 y el 9 de marzo de 1895 se produjeron varias comunicaciones en las que no se advirtió de ningún problema. En cambio, no consta ninguna orden de Tánger a Cádiz ni instrucciones al comandante.

Se tambaleaba en mala mar

La reconstrucción actual permite conocer que el Reina Regente entró en un temporal muy duro de sur/suroeste dos horas después de salir de Marruecos. Con viento sostenido de unos 45 nudos, mar muy gruesa a arbolada (olas de seis a nueve metros) y mala visibilidad a causa de persistentes chubascos. Una situación que obligó al comandante a desviar la ruta a Algeciras.

Desde el punto de vista técnico, presentaba deficiencias relativas a la estabilidad, motivada sobre todo por la decisión de montar cuatro cañones de 240 milímetros de calibre y 21 toneladas de peso cada uno frente a los de 200 del diseño inicial. Este aumento se debió a un informe favorable de la comisión que, encabezada por el brigadier González Hontoria, se había desplazado a Escocia durante la construcción.

Sin embargo, en varias ocasiones sus comandantes se refirieron al negativo comportamiento ante una mala mar: «Daba grandes balances de los que le costaba mucho recuperarse», escribió el capitán de navío Paredes. En sus informes recomendó la sustitución de su artillería por otra de menor calibre. Una apreciación que fue tenida en cuenta en una real ordenanza de noviembre de 1892, que aprobó la obra aunque no llegó a realizarse.

También tenía deficiencias de estanqueidad en las escotillas de toldilla y castillo que pudo provocar la inundación progresiva del crucero e incluso, si el agua llegó a la sala de máquinas y calderas, causar un fallo de propulsión.

Además de las labores de búsqueda se tomó declaración a los capitanes de cargueros que estaban por la zona y se empezó a acotar la zona del hundimiento entre Trafalgar y Tarifa. Desde el año 2001 se han realizado más de 20 intentos para localizar al Regente, la mayor parte campañas de oportunidad aprovechando otras colaboraciones. Hasta la fecha se han visto varios pecios, alguno de los cuales podría corresponder con el navío. Sin embargo, no existen datos concluyentes, entre otros motivos porque no se han podido localizar algún elemento identificativo de la artillería.

Los investigadores dan plena veracidad al testimonio dado en abril de 1895 por dos campesinos de la pedanía de Bolonia (Tarifa), quienes afirmaron haber visto el buque el fatídico 10 de marzo en las inmediaciones de la playa. Unos testimonios que llegaron al Congreso junto al resto de conclusiones del naufragio.

El nuevo proyecto de búsqueda es una continuación de los múltiples trabajos que se han realizado en estos 127 años. Con especial atención al modelo físico-matemático más reciente que reproduce las condiciones de un temporal en la zona de similares características al de la desaparición. Quizá el punto más novedoso sea el cálculo realizado de las trayectorias de partículas virtuales que simulan los restos encontrados en las semanas posteriores.

La Armada mantiene su interés por encontrar el pecio para determinar las causas del naufragio y como homenaje a los 412 fallecidos. «Es una deuda pendiente y su consideración de enterramiento permanente debe ser la premisa fundamental a la hora de realizar cualquier actividad sobre el buque», concluye González Molina. La búsqueda del Reina Regente continúa.

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