Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Tecnociencia en el Duniverso

‘Dune’ y la ciencia: dunas y gusanos de arena en el planeta desértico Arrakis

¿Podrían existir esos gusanos descomunales que se zambullen en las arenas del planeta Dune? ¿Cómo realizar viajes espaciales sin la ayuda de ordenadores? ¿Funcionarían vehículos voladores que baten sus alas? ¿Y qué hay de los escudos de fuerza que obligan a utilizar armas de mano? Un repaso a la tecnociencia de ‘Dune’.

Este año se ha estrenado ‘Dune, parte 1’, dirigida por el canadiense Denis Villeneuve.
Este año se ha estrenado ‘Dune, parte 1’, dirigida por el canadiense Denis Villeneuve.
Legendary Pictures / Villeneuve Films / Warner Bros

En el seno de un imperio de dimensiones galácticas, las profecías anuncian la aparición de un mesías. En medio de las intrigas políticas, el Emperador envía a los dirigentes de la Casa Atreides al planeta Arrakis, conocido como Dune. Un desértico e hipnótico planeta donde se extrae una sustancia de importancia tanto política como económica crucial para el mantenimiento del Imperio: la especia.

Sectas religiosas femeninas, culturas adaptadas al entorno (los fremen), misticismo, poderes psíquicos y una ecología sorprendente son, entre otros, los elementos cuya conjunción conforma la originalidad de la monumental e inabarcable saga literaria ‘Dune’ (‘Duna’), obra del escritor estadounidense Frank Herbert (1920-1986). La primera novela, ‘Dune’, se publicó en 1965 y recibió los premios más prestigiosos de la ciencia ficción, el Nebula (1965) y el Hugo (1966). Está considerada la mejor novela del género.

La nueva adaptación cinematográfica que se ha estrenado este año tenía que estar a la altura. Tras el intento frustrado del artista chileno A. Jodorowsky y la controvertida versión del estadounidense D. Lynch (1984), esta tercera aproximación a su universo (o Duniverso) parece haber colmado las expectativas. Su director es el canadiense Denis Villeneuve, autor también de la continuación de otro clásico indiscutible: ‘Blade Runner 2049’ (2017). Se trata de ‘Dune, parte 1’ (2021). Por el título, habrá más.

Viajes interestelares a golpe de especia

En la novela se especifica que el ficticio planeta Arrakis es el tercero de la estrella Canopo de la constelación de Carina, situado a 309 años luz. Una estrella supergigante, la segunda más brillante después de Sirio. Por el momento no se ha hallado ningún planeta a su alrededor, aunque al ritmo actual de descubrimientos (más de 4.850 desde 1995) no está descartado. Las elevadas temperaturas de Arrakis estarían justificadas, pero no la existencia de vida autóctona puesto que la longevidad de estas estrellas (centenares de millones de años) es bastante inferior a las de tipo solar. Así que, a buen seguro, de existir vida arrakiana esta debería ser de importación.

El planeta sede de la Casa Atreides, Caladan, es también el tercero, pero de la estrella Delta de la constelación del Pavo. Es una estrella enana de tipo solar objetivo de la búsqueda de exoplanetas por su cercanía (menos de 20 años luz) y por tener su zona de habitabilidad a una distancia similar a la que separa la Tierra del Sol.

Si se admite que la separación entre Caladan (Delta Pavonis b, en notación habitual para exoplanetas) y Arrakis (Canopo b) es de unos 300 años luz, aproximadamente la distancia entre sus estrellas, se cae enseguida en la cuenta de la dilatada duración del viaje de uno a otro. Prohibitivo para tripulaciones humanas. No importa. En el universo de Dune los viajes interestelares están resueltos.

Herbert plantea un original método para desplazarse por la galaxia: la existencia del gremio de los Navegantes de la Cofradía Espacial. Humanos mutantes a quienes el consumo de una sustancia de propiedades místico-alucinógenas, la especia, les ha dotado de capacidades mentales extraordinarias para navegar por el espacio. La facultad de ver todos los futuros (precognición) les permite escoger la ruta más corta y segura entre todas las posibles. Sin embargo, la paradoja está en que si existen infinitas posibilidades, también deberían existir infinitas rutas seguras y, de hallar una óptima, el tiempo para encontrarla resultaría también prohibitivo. Tal vez cuando un Navegante encuentra la primera ruta óptima deja de rastrear el futuro. En todo caso, el gremio mantiene el monopolio de los viajes interestelares y con ello su poder e influencia política.

El efecto Holtzman

Por último, queda por disponer de una tecnología que haga factible el viaje interestelar. Aquí también hay que reconocer la habilidad de Herbert al proponer el efecto Holtzman. Un extraño fenómeno que permite literalmente plegar el espacio y recorrer distancias intragalácticas en tiempos razonables, humanamente hablando. Una especie de origami a escala cósmica, solo que con el tejido del espacio-tiempo. ¿Posible? Por lo menos no imposible, dado que la teoría de la Relatividad General admite que el espacio-tiempo se pueda curvar, doblar o deformar, quizás hasta plegarse o comprimirse. Otra cosa es cómo conseguirlo.

Se entiende que la recolección de la especia en Arrakis, el único planeta donde se produce, sea la clave para el afianzamiento del imperio. Los ordenadores imprescindibles para el manejo de cualquier nave espacial que se precie (de la ficción o real) no aparecen en toda la saga de 'Dune' ni en el filme. No son necesarios. De los excrementos de las larvas de gusanos de arena a los saltos a años luz por la galaxia. Fascinante. Especia, ¿estás ahí?

Gusanos de arena por siempre misteriosos

Mientras la luna Pandora de ‘Avatar’ (2009) es un espléndido ejemplo de ecosistema extraterrestre creíble, el del planeta Arrakis adolece de ciertas incongruencias. Nada que la majestuosidad de los gusanos de arena (Shai-Hulud), dueños y señores de esas tierras, no compense (visualmente, al menos). El desierto arrakiano es un entorno hostil. Nunca llueve, temperaturas de hasta 70ºC obligan a cualquier bicho viviente a buscar la sombra y soplan vientos devastadores de 700 km/h. En el filme, la fauna se reduce a un solitario ratoncillo y unos impresionantes gusanos, pero no aparece ningún tipo de espécimen intermedio.

Los gusanos de arena, parientes lejanos (muy lejanos) de las lombrices de tierra, son de dimensiones descomunales. Pueden alcanzar los 400 m de longitud y 80 de diámetro. Son los gigantes alienígenas de mayor envergadura de la ficción. Y adolecen de graves problemas. Su masa, tomando como modelo una lombriz (10 cm de longitud y 1 g de masa; factor de escala 4.000), sería de… ¡64.000 toneladas! Comparable a la de un superpetrolero. Difícil que estas estructuras se sostengan en tierra. Nada que objetar si sus corpachones están hechos de un material alienígena resistente y ligero.

El tamaño limita la reacción rápida y efectiva a estímulos externos: puede pasar tiempo antes que el animal detecte, por ejemplo, que un aborigen fremen (hombres libres, los únicos humanos que son capaces de cabalgarlos) le está pinchando por un extremo. En cambio, su notable sensibilidad a los sonidos rítmicos les permite detectar el caminar lejano de un humano. El golpeteo continuado de los pies con la arena produce ondas mecánicas que avanzan a gran velocidad por el medio sólido (unas 15 veces más deprisa que el sonido) aunque dada su baja intensidad se dispersan rápidamente. Aun así los gusanos son capaces de detectarlas y dirigirse a gran velocidad a zamparse al incauto. 

En la versión de 1984, los gusanos al desplazarse generaban, correctamente, descargas eléctricas apreciables. El rozamiento entre la piel del gusano y la arena produce la acumulación de electricidad estática. Plantarse delante de uno, por mucho control mental que se tenga, como hace Paul Atreides, no es una buena decisión. No obstante, es un buen método para obtener electricidad ecológica siempre y cuando se haya llegado a un pacto con el gusano.

Estos titanes, por lo menos, tienen una dieta alimenticia a su alcance. No puede decirse lo mismo del gusano de dimensiones similares único habitante de un asteroide en 'Star Wars V' (1980). Se alimentan fundamentalmente de un tipo de plancton de la arena. Una equivalencia más entre el mundo marino terrestre y el arenoso arrakiano. Dada su voracidad innata, engullen todo lo que encuentran y es ruidoso: humanos y hasta cosechadoras. Se tragan sin contemplaciones las grandes máquinas recolectoras de la especia. Pese a sus dimensiones (120 metros cuadradros) caben con holgura en sus bocas triangulares.

Su desplazamiento subterráneo, como si nadasen bajo un mar de arena, resulta espectacular, aunque difícil de justificar por muy extraterrestre que se sea. En comparación, la lombriz de tierra se mueve por la superficie hinchando y contrayendo una parte de su cuerpo (movimiento peristáltico) y avanza con mucha lentitud (a 2 cm/s). Los gusanos de arena forman parte inseparable del ciclo biológico que da lugar a la especia. Será por eso que son bastante celosos de su extracción. Herbert deja de lado la biología de estos seres para centrarse en su comportamiento y en la relación con los humanos.

Escudos de fuerza y suspensores gravitatorios

En el Duniverso, las batallas entre las casas imperiales se realizan a golpe de espada. ¿Cómo es posible en una sociedad avanzada tecnológicamente? Lo de la violencia no tiene solución. Los humanos de la galaxia siguen empeñados en dirimir así sus diferencias. Y el uso de artilugios arcaicos, espadas y demás, obedece a una ley. Según los anales del Imperio, en un momento determinado de la historia se llevó a cabo una cruzada contra las máquinas pensantes, incluidos robots y ordenadores. Se fijó un mandamiento: "No construiréis una máquina a semejanza de la mente humana". Por extensión, cualquier artilugio tecnológico que huela a modernidad está prohibido.

Además de los viajes espaciales, el efecto Holtzman es la base científica de los llamativos escudos personales de defensa de los que hacen gala los contendientes (Paul Atreides, entre otros). Una especie de campo o fuerza que repele cualquier objeto que se mueva rápidamente pero que permite el paso de los lentos: "La daga penetra lentamente el escudo". Con tal protección, balas y proyectiles resultan inútiles. Así que, para mantener intacto el espíritu militar, se volvió al armamento clásico de mano. El uso de armas láser está restringido porque "provocan explosiones cuando el haz se cruza con un escudo", reza en el apéndice de la novela.

El efecto Holtzman es también el responsable del mecanismo antigravitatorio que permite al maléfico barón Viktor Harkonnen elevar su voluminoso corpachón (levitación) por encima de todo el mundo (y certificar sus delirios de grandeza). La gravedad es una fuerza atractiva, así que en la realidad no existen ni materiales ni artilugios antigravitatorios. De acuerdo, es el Duniverso y por lo menos hay una explicación.

Ornitópteros e imperio

Los desplazamientos en Arrakis se realizan por vía aérea en ornitópteros (coloquialmente tópteros) puesto que los gusanos siempre están con la oreja, o lo que tengan, puesta. Estas naves obtendrían la fuerza ascensional necesaria batiendo las alas a imitación de aves e insectos. Pero su bajo rendimiento en la transmisión mecánica del batido imposibilita que puedan elevarse compensando el peso del aparato. No funcionan. En la ‘Enciclopedia de Dune’ (1984) se justifican por la conexión entre un molusco autóctono, de una asombrosa capacidad de contracción-expansión muscular, con la maquinaria del artefacto volador (¡ah, bueno!). Y, además, sin necesidad de combustible, ya que el animal solo requiere… aire. Son los reyes absolutos de los cielos arrakianos. Sus puntos débiles: el mantenimiento de los engranajes de las piezas móviles de las alas. Y las temibles tormentas de arena que barren el planeta, como Paul Atreides tiene ocasión de comprobar.

Una Federación Galáctica, como la propuesta en la saga ‘Star Trek’, es una alternativa más idónea que el Imperio para gobernar un vasto territorio (no busquen ningún símil real). La novela se publicó meses antes del estreno de la emblemática serie de televisión ‘Star Trek’ (1966). Una lástima que el autor no adoptase este modelo de gobierno galáctico. Aunque, bien mirado, entonces nos hubiésemos perdido las cruentas (y entretenidas) luchas por el poder entre las casas imperiales Harkonnen y Atreides.

Manuel Moreno Departamento de Física. Universidad Politécnica de Cataluña

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