Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Año Jacobeo

Santiago, un camino escrito en el cielo

Paso a paso, estrella a estrella, se llega a Santiago. Pisando la ruta que los peregrinos convirtieron en calle mayor de Europa, dejándose guiar por la Vía Láctea. Un sendero infinito

Que el 25 de julio caiga en domingo hace a 2021 Año Jacobeo, ampliado hasta 2022 debido a la pandemia.
Que el 25 de julio caiga en domingo hace a 2021 Año Jacobeo, ampliado hasta 2022 debido a la pandemia.
Imagen cedida por Turismo de Galicia
“Esta noche ha pasado Santiago 
su camino de luz en el cielo. 
Lo comentan los niños jugando 
con el agua de un cauce sereno. 
¿Dónde va el peregrino celeste 
por el claro infinito sendero? 
Va a la aurora que brilla en el fondo 
en caballo blanco como el hielo".

Como escribía Lorca, para andar con rumbo no basta mirar al suelo. Para el ser humano el cielo fue "el primer calendario y la primera forma de orientarse, marcaba horarios y direcciones; ahora, con el móvil, todo es muy fácil". Hoy en día, compara Abel Laporta, "si quieres hacer el Camino de Santiago, coges una guía y te dice cómo llegar y dónde puedes comer y dormir, pero con la incertidumbre y la poca información con que viajaban los primeros peregrinos, el cielo era la única guía segura, siempre estaba allí". Y en estos meses de verano, desde el Camino Francés y el tramo aragonés, la franja brumosa de la Vía Láctea cruza el cielo en dirección Este–Oeste, indicando el sentido hacia la tumba del apóstol Santiago. Siguiendo un camino marcado en el cielo, llegaba a su destino el camino labrado en la tierra.

"Lo interesante es reunir la cultura del Camino con la cultura del cielo y la astronomía"

Así lo contó Laporta, socio de la Agrupación Astronómica de Huesca (AAHU), hace unos días en Somport ante las cerca de 40 personas que acudieron a recorrer, con su mirada y su curiosidad, los ‘Caminos de estrellas’, una iniciativa para divulgar astronomía y mostrar la conexión entre la Vía Láctea y la ruta jacobea en diversos puntos del Camino de Santiago a su paso por Galicia, Asturias, Cantabria, Castilla y León y Aragón. En este Año Jacobeo extendido hasta 2022 debido a la pandemia, "lo interesante es reunir la cultura del Camino con la cultura del cielo y la astronomía", destaca José Ángel Docobo, director del Observatorio Astronómico Ramón María Aller, impulsor de esta actividad –por iniciativa de la Agencia Turismo de Galicia– compartida por los caminos del Norte, en colaboración con las asociaciones astronómicas locales.

El catedrático de la Universidad de Santiago de Compostela hizo su tesis y se doctoró en Astronomía en la de Zaragoza, donde dio clases ocho años, y no puede evitar acordarse de que sus viajes de vuelta, "primero en tren, de noche, y luego ya en coche, seguían casi el Camino de Santiago, desde Logroño ya enlazaba con el Camino Francés: Burgos, León, Astorga..., en los años setenta costaba cerca de 12 horas llegar".

Los lugares elegidos para las observaciones de estos ‘Caminos de estrellas’, con los que "esperamos llegar a unas 1.500 personas", estima Docobo, varían desde "ciudades grandes a localidades tan pequeñitas como Villalcázar de Sirga, en Palencia". Tres de las 24 jornadas astronómicas programadas de junio a septiembre transcurren en Aragón. Además de las ya celebradas en Jaca y Somport, el 13 de agosto, en la ermita de Santa Lucía, en Berdún, tendrá lugar la última.

Una autopista cultural

En estas sesiones, Abel Laporta, voluntario de la AAHU, no solo habla de constelaciones y planetas –"tenemos un verano bonito y agradecido y se ven Júpiter y Saturno"–, hace también brillar ante quienes le escuchan la idea de camino. "Porque el Camino es mucho más que un recorrido, un trazado, es una autopista cultural, de Europa a España y de España a Europa", declara. "El Camino de Santiago es un cruce de culturas en el que uno deja lo que sabe y se lleva lo que aprende; sin él, España se hubiera quedado aislada".

A él le asombra contemplar cómo, a los urbanitas de hoy en día, "les resulta tan emocionante descubrir el cielo oscuro y esa Vía Láctea que en el Pirineo se ve muy bien y que en las ciudades parece que se nos olvida que existe, porque nosotros solitos nos hemos robado el cielo, preferimos la luz". Le conmueve encontrar, en personas mayores, "esa emoción del niño que ve algo por primera vez; hay padres que vienen para que el niño vea la luna y son ellos quienes se sorprenden".

Apasionado por "contar historias, sobre todo de astronomía", explica que la banda borrosa de color blanquecino que surca el cielo nocturno es uno de los brazos de nuestra propia galaxia. En otras palabras, "son los árboles que no nos dejan ver el bosque; esa mancha lechosa sobre nuestras cabezas es lo que vemos desde la Tierra, algunos árboles que pertenecen al bosque, pero no podemos ver más allá, no podemos ver el bosque entero, la galaxia entera".

Nuestra galaxia, la Vía Láctea, se encuentra en el Grupo Local, "nuestro pequeño barrio de 30 o 40 galaxias unidas gravitacionalmente y que pertenece al supercúmulo de galaxias de Virgo. Es lo que conocemos del universo, que podemos entender como una especie de esponja donde estos supercúmulos serían la estructura, rodeada de enormes cantidades de vacío". Pensarlo nos pone en nuestro sitio, "la nuestra es una galaxia insignificante entre miles de millones; ni estamos en el centro ni somos especiales". Pero sí somos capaces de disfrutar de una belleza que podemos llegar a conocer y entender y "simplemente con unos prismáticos, merece la pena darse un paseo por la Vía Láctea, llena de cúmulos y nebulosas donde se están formando estrellas". 

A Laporta le gusta decirle a la gente: "‘El cielo es un regalo que os podéis llevar. En Madrid y en Barcelona no tenéis este cielo’, porque la despoblación nos da unos cielos maravillosos". Y enciende otra idea: "El cielo oscuro es un patrimonio en todo Aragón, como un paseo marítimo o un monumento; hay que decidir si nos lo quedamos y lo cuidamos o nos lo cargamos con la contaminación lumínica. Si lo conocemos y lo protegemos, podremos explotar ese recurso y ofrecérselo a otra gente".

Camino de estrellas

¿Desde cuándo se considera la Vía Láctea como el ‘camino de estrellas’ que lleva, en dirección al extremo occidental del mundo conocido, a la tumba del apóstol?

El popular ‘iter stellarum’, ‘itinerario o ruta de las estrellas’, la senda que orientaba y guiaba a los peregrinos, aparece por escrito en el siglo XII, en el libro IV del ‘Codex Calixtinus’, obra completa de cinco libros realizada entre 1130 y 1150 en el ‘scriptorium’ de la catedral de Santiago para compilar todo cuanto entonces se conocía sobre la peregrinación a Santiago. Una noche en que el emperador Carlomagno medita al aire libre, se relata: "Y enseguida vio en el cielo un camino de estrellas que empezaba en el mar de Frisia y, extendiéndose entre Alemania e Italia, entre la Galia y Aquitania, pasaba directamente por Gascuña, Vasconia, Navarra y España hasta Galicia, en donde entonces se ocultaba, desconocido, el cuerpo de Santiago".

En este relato se cuenta que Santiago se apareció en sueños al emperador y le explicó el significado de la Vía Láctea: el camino de estrellas que veía en el cielo era el que lleva a su sepulcro, y le pidió que lo liberara para que fueran allí, peregrinando, "todos los pueblos, de mar a mar".

Desde la Edad Media y aun hoy popularmente, se denomina también ‘Camino de Santiago’ a la Vía Láctea, la impactante huella de color blanquecino que contrasta con la oscuridad nocturna, ese ‘camino de leche’ que, según la mitología griega, derrama Hera, esposa del infiel Zeus, al negarse a amamantar a Heracles, a quien habían acercado a su pecho mientras dormía, pero Hera despierta y lo retira, derramando su divina leche por los cielos y originando la mancha brillante que cruza la noche.

Al igual que todas las estrellas y los planetas, el sol y la luna, la Vía Láctea no está en una posición fija en el cielo, aparece y desaparece por el horizonte. Y, realmente, solo marca el camino a Santiago en julio y agosto y desde determinados lugares. José Ángel Docobo imagina "al peregrino que se despertaba antes del amanecer, en verano, cuando mejor tiempo hace para caminar, y miraba al cielo, donde la Vía Láctea le indicaba el camino a seguir". Una dirección Este-Oeste una vez cruzados los Pirineos, "pero Santiago cae al Sudoeste visto desde los países del norte de Europa", indica Laporta.

Aunque no apunta a Santiago todo el año y desde cualquier lugar, cuando lo hace, el camino se traza en el cielo con un potente simbolismo. El resplandor del centro galáctico, la parte más impactante y fotogénica, "cae justo al oeste, en el horizonte, como si quisiera decirnos: allá, donde se esconde la Vía Láctea, está tu destino, Santiago –señala Abel Laporta–, como la olla de oro al final del arcoíris, lo que buscas, el premio del viaje".

La Vía Láctea, la galaxia donde se encuentra nuestro Sistema Solar
La Vía Láctea, la galaxia donde se encuentra nuestro Sistema Solar
Javier Escribano

Nuestra casa en el universo

Leche derramada o camino de estrellas, la franja brumosa que cruza el cielo nocturno es la parte visible desde la Tierra de la galaxia que habitamos. Si pudiéramos observar la Vía Láctea desde fuera, veríamos que tiene forma de espiral; nuestro Sistema Solar se ubica en uno de sus brazos, en las afueras. Las galaxias agrupan miles de millones de estrellas, gas y polvo. El estudio de los cúmulos de estrellas jóvenes revela que la Vía Láctea es una máquina eficiente de formar nuevas estrellas.

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