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Josetxo Beriain: "Necesitamos que haya islotes de lentitud y tranquilidad"

Catedrático de Sociología, Berain ha participado en Zaragoza en la XVI Conferencia Internacional del ISSEI

JOSETXO BERIAIN ( CATEDRATICO DE SOCIOLOGIA ) / CARITAS / 02/07/2019 / FOTO : OLIVER DUCH [[[FOTOGRAFOS]]]
Josetxo Beriain, este martes en la Facultad de Derecho de Zaragoza
Oliver Duch

Profesor en la Universidad Pública de Navarra y prolífico autor, Josetxo Beriain (1959) ha participado esta semana en Zaragoza en la XVI Conferencia Internacional del International Society for the Study of European Ideas (ISSEI).

Habla sobre 'el lado oscuro de la modernidad'. ¿Cuál es?

El lado brillante es el que explica el propio Weber; el de la ilustración o el de Saint-Simon cuando habla de ‘cada uno según sus posibilidades, a cada uno según sus necesidades’. Una mezcla de Prometeo y de Fausto: tenemos que trabajar y, a través del trabajo disciplinado, lograremos el progreso, salir hacia adelante. Pero por otra parte hay otra vertiente oscura en la modernidad que está en Auschwitz, que viene de ahí; esa exageración nacionalista de cultivar los propios dioses.

De Auschwitz hace setenta años.

Pero tenemos réplicas, mutaciones, actualizaciones. Ocurrió, pero tenemos unas versiones regresivas de la modernidad, frente a la modernidad progresiva. Por ejemplo, con los nuevos populismos. Hoy en día nadie tiene soberanía económica; la tienen las grandes compañías, llámense Facebook, Google o Apple. Y los líderes nacionales han traducido eso en lenguaje cultural. Es lo que hace Trump cuando lanza su campaña con ‘Make America great again’. Se dicen: ¿no tenemos soberanía económica? Pues vamos a hablar de soberanía cultural. A denunciar al que proyectamos como enemigo; en el caso del independentismo, España; en el caso de Trump, China.

Y no se entra así en el problema de fondo, desde su punto de vista, que es la pérdida de soberanía económica.

Efectivamente. La globalización es un fenómeno ambivalente. Estamos en una fase en la que si queremos hacer una transición rápida del petróleo a una economía limpia, mucha gente va a perder su trabajo. Tú no puedes decir: venga, estos 2.500 obreros, fuera. Por una cuestión social: tienes que graduar el tránsito de un modelo a otro. Hemos de ver cuáles son los límites que tiene el mercado o la democracia participativa, cuánto nos cuesta en todo. Y si estamos realmente dispuestos a abrir la puerta a este tipo de modernidad regresiva que viene de la mano de los neopopulismos.

Son tiempos de hiperespecialización y multitarea. ¿Cómo observa ambos fenómenos?

El gran asunto en el que estamos implicados es la velocidad: todo se hace rápido. Viajamos más rápido, escribimos más rápido, tenemos relaciones sexuales más rápido. El problema es que si todos hacemos todo más rápido, la sociedad colapsa. Pensemos en una autopista: si metes a toda la gente al mismo tiempo, se satura. La velocidad es interesante, sí, pero es necesario que haya islotes de lentitud y tranquilidad.

Tradicionalmente, el agente encargado de regular ese tráfico en la autopista ha sido el Estado.

Antes daba miedo Dios y luego dio miedo el Estado, que ha perdido peso con las grandes corporaciones. ¿Quién controla eso? ¿Qué Estado controla a Google o a Facebook? Son autorreferenciales. El Estado es una gran institución sin la cual no podemos funcionar, pero no puede intervenir en muchas lagunas que deja el mercado.

¿Qué distancia hay entre la mística y la pseudociencia?

En la civilización occidental damos un sobrepeso a lo científico-técnico, y eso a través de Prometeo y de Fausto ha creado un hombre con una gran racionalidad instrumental. Pero eso no significa que podamos amputar de nuestra forma de ser los elementos llámense místicos, míticos, simbólicos, de juego, de teatro. Siempre han estado presentes en todo tipo de civilización. Es un gran peligro el pensar que el último modo de racionalidad hace tábula rasa y elimina los anteriores. No es verdad. Nosotros vamos a ver los partidos a La Romareda o al Sadar, hacemos romerías, ahora llegan los Sanfermines, que es una semana de totemismo…

Los ritos no desaparecen.

El rito se ha metamorfoseado: ya no hay juegos violentos, sino racionales. La gente necesita jugar, ir a una iglesia, reunirse en un gran sitio y hacer un gran ritual, donde se ponen de manifiesto una serie de conductas que no son estrictamente de medio-fin, sino de otro tipo. El teatro ya se inventó hace miles de años, y el juego lo mismo. Lo que pasa es que hemos inventado cuatro artefactos y pensamos que va a ser lo definitivo. Es el gran error del presentismo moderno.

La religión está ahí y seguirá estando, según los expertos. ¿Está de acuerdo?

Andrés Ortiz-Osés, que ha sido un maestro para todos nosotros, tiene una noción muy interesante al respecto. Al principio era el matriarcalismo, la religión de la naturaleza emergente, la fuerza genesíaca, el toro, los tsunamis, etc. Luego eso se racionaliza, se sacraliza, y son los dioses, Buda, Jesús de Nazaret, etc. Y él defiende ahora una posición muy interesante: una noción de fratría. La naturaleza clásica y los dioses se reúnen en la fratría: la gente que es capaz de firmar un pacto social, un pacto cívico, a través de la democracia.

Pero eso es precisamente lo contrario a la religión, ¿no?

Es una religión abierta, civil, una teología secular que trata de recoger el rito y los mitos, acomodándolos a la sociedad en la que estamos ahora.

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