La pintora de dos años que vende sus cuadros por cientos de euros
Una niña neoyorquina triunfa con sus obras abstractas en las galerías de arte de la Gran Manzana.
Lola June acaba de celebrar su primera exposición de pintura. La muestra se ha realizado en una galería del barrio neoyorquino de Greenwich Village. Hasta aquí, todo es muy normal, poque Greenwich es uno de los enclaves con más galerías de arte de la Gran Manzana y no es raro que los artistas enseñen allí sus obras. La peculiaridad es que Lola tiene dos años. Y no es demasiado común que una pintora de su edad logre vender sus obras por cifras que van de los 200 a los 1.300 euros. Ella lo ha conseguido.
La historia de esta precoz artista plástica comenzó en el salón de casa de sus padres. Allí, según ha contado 'The New York Times', Lola pasaba el tiempo pintando, como muchos niños de su edad. Hasta que una amiga de su madre, la artista Pajtim Osmanaj, descubrió sus dibujos. Admirada por aquellos trabajos -"imponentes composiciones abstractas"-, regresó unos días después con lienzos y pinturas acrílicas, para que la pequeña pintora tuviera mejores materiales con los que trabajar.
Y así pasaron varios meses, en los que Lola fue creando su pequeña colección de cuadros.
Otro encuentro casual supuso el siguiente paso de esta historia. Osmajaj colocó en su estudio uno de las obras de la niña, junto a otros trabajos de artistas reconocidos. Allí la descubrió Sana Rezwan, patrona del Metropolitan, el gran museo neoyorquino, que preguntó a Osmajaj de quién era aquel cuadro. Que la artista todavía lleve pañales no le importo demasiado y compró uno de los cuadros de Lola por 600 euros. La carrera artística de la niña acababa de comenzar.
Un par de meses después, Osmanaj propuso organizar una exposición en la galería ChaShaMa. Y dicho y hecho, la niña mostró en público sus cuadros por primera vez.
No le fue nada mal. Solo en la primera hora se vendieron seis de sus obras, por precios que van de los 200 a los 1.300 euros.
Aunque para ser sinceros, según explica el diario neoyorquino, Lola no está muy contenta con su éxito. No le gusta desprenderse de sus dibujos. Y los echa de menos cuando se los llevan. Sus padres, muy al contrario, están encantados con el éxito de su pequeña pintora.
