Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Epidemia vírica en la estación espacial

Los viajes espaciales debilitan el sistema inmunitario. ¿Cómo puede afectar esto a las misiones de larga duración o a una hipotética migración de la Tierra?

Experimento de salud cardiovascular en astronautas
Experimento de salud cardiovascular en astronautas
NASA

El presente: astronautas deprimidos

El sistema inmunitario de los astronautas se ve seriamente comprometido al permanecer en el espacio durante periodos relativamente breves (a partir de tres meses). Es la conclusión alcanzada por un estudio efectuado por investigadores de la Universidad de Arizona en colaboración con la NASA en el marco de su ambicioso proyecto de enviar una misión tripulada a Marte en el año 2030 en un viaje de tres años de duración. La investigación ha identificado una acusada disminución en la actividad de un determinado tipo de glóbulos blancos, las denominadas ‘células-NK’ (‘natural killer’), que se encargan de eliminar las células infectadas por virus así como las cancerígenas y que, además, previenen la reactivación de virus que permanecen latentes.

Esta conclusión se ha alcanzado tras comparar la actividad citotóxica de dichas células NK en muestras de sangre de ocho astronautas que habían completado misiones que requerían estancias prologadas en la ISS. Se tomaron antes del lanzamiento, durante su permanencia en la estación espacial y tras aterrizar. Y también con la de otros tantos individuos sanos que nunca habían viajado al espacio. El estudio constata que la actividad citotóxica de las células NK de muestras recogidas en el día 90 de la misión se había visto mermada en un 50% con respecto al inicio y también en comparación con los ‘terrícolas’. Queda por determinar si se trata de un efecto permanente o reversible al volver a la Tierra. Aunque esto sería lo de menos en largos viajes espaciales, pues lo que queda de manifiesto es que la permanencia en el espacio debilita de forma crítica los mecanismos de defensa del organismo frente a infecciones.

Este riesgo se viene a sumar a otros perjuicios para la salud durante los viajes espaciales ya documentados: pérdida de masa muscular y ósea; debilitamiento del sistema sanguíneo y el corazón, con el consiguiente aumento del riesgo cardiovascular; o el denominado síndrome VIIP, debido al aumento de presión sanguínea en el cerebro. Pero el debilitamiento de las células NK es mucho más grave. Primero, porque mientras los otros problemas se deben a la ausencia de gravedad, se desconoce la causa de esta pérdida de actividad de las células inmunitarias. Según los responsables de la investigación: "Puede ser el estrés, la microgravedad, la radiación cósmica o una plétora de factores. Por lo que es imprescindible efectuar nuevas investigaciones". Con el agravante de que la población de estudio siempre será muy reducida, dado que los viajes y estancias espaciales son una circunstancia excepcional. Y segundo, porque, al contrario que los otros efectos perniciosos sobre la salud, de naturaleza individual e ‘intransferible’, es decir, que solo afectan a un individuo, el debilitamiento del sistema inmunitario compromete la salud de toda la tripulación, debido al riesgo de contagio, en el caso de que un patógeno entre en la estación y afecte a alguno de los astronautas.

El futuro: migrando de la Tierra

Superado el año 2030 todavía no se había conseguido determinar la causa que induce el decaimiento de la función de las células NK. Al contrario, se había identificado que la permanencia en el espacio también compromete la capacidad de otros mecanismos del sistema inmunitario.

Pero, al mismo tiempo, las circunstancias, las necesidades, se habían vuelto más apremiantes si cabe. Ya no se trataba de enviar una misión a Marte. Ahora se trataba de salvar a la humanidad, que ya no podía esperar más para emprender una migración a gran escala de una Tierra cada vez más empobrecida, degradada, superpoblada y tóxica para sus habitantes.

Se decidió que la única –la última– esperanza era establecer una estación en el espacio donde una población de jóvenes seleccionados pudiera prosperar y garantizar la perdurabilidad del ser humano. Para minimizar los riesgos derivados del debilitamiento del sistema inmunitario en el espacio se adoptaron una serie de medidas, que, ahora queda claro, resultaron contraproducentes: la primera población ‘extraterrestre’ fue integrada por jóvenes totalmente sanos de las élites del planeta. Al haber vivido en ambientes privilegiados, habían estado menos expuestos a agentes patógenos y, por tanto, poseían un sistema inmunitario menos ‘endurecido’ y preparado. Y, por otro lado, se estableció en la estación un ambiente totalmente esterilizado y con un mínimo contacto con el exterior. Esto contribuyó al ‘acomodamiento’ o ‘relajación’ del sistema inmunitario de sus moradores.

Y sucedió lo inevitable. En algún momento un patógeno procedente del exterior se infiltró en la estación de forma inadvertida. Posiblemente fuese un agente inofensivo en la Tierra que no causaba ningún síntoma ni efecto en el portador, pero que, en ese entorno propicio y con una población con defensas poco preparadas y adiestradas, no tardó en convertirse en una epidemia.

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