Pequeñas resistencias

Hay muchas cosas que podemos hacer cada día para preservar un modo de vida que prima las relaciones humanas y la calidad antes que la cantidad.

Antonio Muñoz Molina durante su conferencia en el Patio de la Infanta de Zaragoza.
Antonio Muñoz Molina durante su conferencia en el Patio de la Infanta de Zaragoza.
Oliver Duch

Junto al ensordecedor ruido de la política en todo el mundo se multiplican las reflexiones de escritores, historiadores o filósofos de primer orden que invitan a tomar conciencia del momento que vivimos. El denominador común: la crisis económica ha alumbrado un nuevo mundo, en el que aparentemente manda la tecnología y pierde lo humano, lo virtual enmascara a lo real y se cronifica la desigualdad, pero ante el que no hay por qué resignarse.

En ese contexto, es un lujo leer y escuchar a escritores como Antonio Muñoz Molina, lo más parecido a lo que antaño se llamaba un autor ‘moral’. Esto es, de acreditados valores y principios, que piensa en el bien común y que recuerda que todo logro requiere esfuerzo. Ante la todopoderosa tecnología, Muñoz Molina invita a mirar qué hay detrás: un pequeño grupo de voraces compañías que va a por todo, incluida nuestra libertad. Defenderla es cosa de cada uno. De lo grande… a lo pequeño. En su reciente conferencia en Zaragoza, contaba, por ejemplo, que él no compra nada por internet.

O sea, que todos podemos aplicarnos pequeñas rutinas coherentes con aquello que defendemos. Por ejemplo, preservar las ciudades que paseamos exige cultivar las actividades que acogen y conforman ese entorno equilibrado y amable que tanto nos gusta. También, como fórmula para generar un paisaje seguro, una cualidad que, como la salud, solo se valora cuando se pierde. Una ciudad de locales cerrados vacía las aceras, apaga las luces y abre la puerta a la basura y el riesgo.

Bien molesto es el reciclaje doméstico, llegado hace una generación a nuestras cocinas de la mano de unos hijos educados en el cuidado del medio ambiente. Sin embargo, es una rutina ya asumida por casi todos, pese a que deberían ser las empresas las que evitaran de partida los residuos. Y no bajar la guardia, empezando por los mismos hijos que trajeron la selección de la basura, tan aficionados ahora a compras contaminantes en 360°.

Pequeñas resistencias como consumidores que, en realidad, consisten solo en preservar usos y costumbres aún vigentes. Las ventajas del buen comercio solo se mantendrán comprando a pescateros con oficio, ferreterías del barrio o nuevos productores que elaboran con esmero y profesionalidad aquello que ofrecen.

Es el valor de lo singular, que otorga identidad a los lugares, una distinción que tanto gusta encontrar cuando viajamos y cada vez más escasa. Más que singular es, por ejemplo, el empeño del décimo tercer conde de Bureta, que ha hecho de la casa palacio de la familia en las orillas del río Huecha, en la comarca de Borja, un ejemplo de esfuerzo y resistencia que bien merece visita. En el restaurante, porque lo hacen muy bien, con productos cercanos y de gran calidad. Y en el palacio, porque es un verdadero lujo recorrer salas y alcobas del complejo, que hunde sus cimientos en edificaciones del siglo XII. Más aún, hacerlo de la mano del propio conde, Mariano de los Dolores Francia López de Heredia, depositario de la responsabilidad de preservar la memoria de un linaje que ha estado en todos los hitos de la historia de Aragón, desde la Edad media.

Una tarea que lleva adelante la familia prácticamente en solitario. Mariano, como tantos emprendedores, se enfrenta cada día a la paradoja de no recibir apoyos porque se trata de una empresa privada. Como si las empresas privadas, y eso que la suya lleva consigo obligaciones públicas, no fueran las que, con sus impuestos, generan los ingresos que mantienen a la Administración.

Lo suyo, más que una pequeña resistencia, es una ‘gran resistencia’ que bien merece apoyo institucional. Entretanto, que Bureta lidere la lista de lugares a visitar.

En el mismo sentido, para evitar asfixiarnos por toxinas pseudoinformativas y falsamente gratuitas, habrá que defender la costumbre de leer periódicos como este. Aquí, un equipo de profesionales trabaja para usted. Cada día, selecciona lo que de verdad es importante, contrasta los datos, los pondera, los pone en contexto y ayuda a entender un poco mejor el mundo que vivimos. ¡Casi nada!