Falsedades masivas

La manera como opera espontáneamente nuestro cerebro nos puede convertir #en presa fácil de las mentiras y de las manipulaciones interesadas. Pero un antídoto bastante eficaz es pararse a pensar un poco antes de dar por bueno lo que nos dicen.

A los humanos nos cuesta distinguir los falsos relatos.
A los humanos nos cuesta distinguir los falsos relatos.
POL

Cada época se caracteriza por sus modas, que normalmente se aceptan de manera acrítica por millares de personas. En estos últimos años, al parecer, mentir está de moda. Recuerden los neologismos que continuamente estamos oyendo, ‘post-truth’ (‘posverdad’), ‘fake news’ (‘noticias falsas’), o frases como ‘una mentira dicha mil veces se hace verdad’, ‘el peligro de las mentiras en las redes sociales’, ‘una sociedad que pierde el vínculo con la verdad es una sociedad de esclavos’, ‘estamos a merced de los persuasores, nos manipulan los gobiernos, los partidos políticos, las fuerzas del mal’… Su gran alcance se basa en que nunca antes en la historia los medios de comunicación y las redes han sido tan poderosos y, por tanto, jamás la mentira ha disfrutado de una capacidad de difusión tan masiva. Leyendo y escuchando frases de este tipo, un día sí y otro también, da la sensación de que la humanidad se ha vuelto tan elemental que ya no sabemos distinguir entre la verdad y la mentira, por lo que de manera machacona nos advierten generosamente por nuestro bien. ¿Qué está pasando? ¿Por qué al parecer tendemos a creernos todo lo que nos dicen?

Desde mi punto de vista, hay motivos para analizar pero no para generar tanto alarmismo social, ya que no somos tan peleles y además tenemos herramientas para defendernos. Veamos cómo nos comportamos. Mentir, lo que se dice mentir, lo hacemos todos de manera continuada, es algo habitual en el ser humano. Obsérvese con espíritu crítico unos días.

Por otra parte está nuestro querido sistema mental, que tiende a aceptar de manera acrítica aquellas afirmaciones que hablan de cosas que nos gustan. Y esto se debe a que todos somos unos ‘tacaños cognitivos’. Es decir, para ahorrar tiempo y energía, nuestro cerebro utiliza la intuición en vez del análisis. Quedamos persuadidos por sentimientos subjetivos más que por los hechos, los números o las ecuaciones.

Luego está la ‘fluidez cognitiva’ de una afirmación. Los humanos pensamos más en relatos que en acontecimientos. Y cuanto más sencillo, bueno y coherente sea el relato, mejor, ya que es más fácil de imaginar y aceptar. Como dice Eryn Newman, investigadora en psicología de la Universidad Nacional Australiana, si algo se siente fácil de procesar, por defecto tendemos a esperar que sea verdad. Esto es particularmente cierto si se ajusta sin problemas a nuestras expectativas, conocimientos, necesidades o creencias.

Y por último, el humano común se cree con más facilidad las grandes mentiras que las pequeñas, debido a que si él solo se atreve a decirlas pequeñas, no se puede imaginar que alguien se atreva a decirlas grandes.

Ahora pensemos que gracias a las redes sociales y a la recolección continuada de información sobre lo que hacemos, consultamos, vemos y expresamos, no es difícil hacer un perfil estadístico de lo que nos atrae o nos repele. A partir de ello, algunas empresas y algunos medios son capaces de ofrecernos a la carta lo que nos gusta/disgusta ver, oír y leer, prácticamente sobre cualquier cosa. Y tenga por seguro que nos lo van a enviar en los momentos más adecuados para su consumo, buscando en unos casos beneficios económicos, o para influenciarnos, esperando alcanzar beneficios políticos… Y fíjese que de entrada la información enviada puede ser veraz o falsa, pero siempre interesada para el generador de la información.

Y ahora, las herramientas. Teniendo en cuenta el comportamiento acomodaticio de nuestro sistema cognitivo, la única solución para plantar cara a ese mundo de mentira en el que aparentemente nos están situando, es antes de aceptar una oferta o una información preguntarse si ha pensado cuidadosamente en lo que le ofrecen o le dicen. Ese comportamiento es simple y le servirá de arma contra el dragón de la mentira, o de justificación para aceptarla. Como dijo Cicerón. Pensar es como vivir dos veces.

Francisco José Serón Arbeloa es catedrático de la Universidad de Zaragoza