El animal esnob

Las nuevas tendencias animalistas provocan sentimientos paradójicos.

Comerse un entrecot suscita hoy dudas morales.
Comerse un entrecot suscita hoy dudas morales.
Guillermo Mestre

La semana pasada conté aquí que, tras leer ciertos textos filosóficos y científicos sobre el sufrimiento de los animales, cada vez que como carne tengo que decirme que lo prioritario es erradicar la miseria que padecen millones de seres humanos. Debido a que no supe expresar la malicia necesaria para que dicho argumento fuera entendido como lo que es, un subterfugio cínico, algunas personas me han dejado bien claro que los derechos de los animales y la lucha contra el hambre, lejos de ser antagónicos, van de la mano, hasta el punto de que, si la población sigue aumentando, el futuro próximo será vegano.

Dicha aclaración expresa me ha convertido en el emperador del cuento de Andersen. Todo el mundo ve que está desnudo, pero solo un niño se atreve a proclamarlo. Por tanto, el autoengaño de anteponer a la humanidad ya no ampara mi condición carnívora. Para colmo, otra lectura reciente, ‘Compórtate’, el ensayo de Robert Sapolsky sobre la biología del comportamiento humano, ha aumentado mi percepción de un extraño parentesco emocional y cognitivo con otras especies. De modo que, como soy reacio a comerme a mis familiares, aunque sean lejanos, mi afición al jamón está pasando un mal momento.

Por otra parte, me consta que mis nuevas tendencias animalistas se adscriben a un pensamiento contemporáneo que, aunque tiene raíces en la Antigüedad, se expande especialmente entre las nuevas generaciones. Por eso, no faltará quien considere que me estoy dejando llevar por la última moda. Quizás sea así, pero incluso a un esnob se le puede indigestar moralmente un entrecot.

jusoz@unizar.es