Tercer Milenio

En colaboración con ITA

La economía cuántica que viene

Grandes compañías del mundo de la información y empresas emergentes que ya llevan los cúbits en su propio nombre compiten por lograr construir y hacer funcionar un ordenador cuántico. Este es uno de los mayores retos científicos y tecnológicos de nuestro siglo, pero el salto va mucho más allá del laboratorio. Una gran ventaja geoestratégica está en juego: tener la llave de la seguridad mientras toda la criptografía actual se vuelve vulnerable, además de ser más competitivos en síntesis química, banca o inteligencia artificial. Porque lo más complejo se volverá sencillo. Investigadores aragoneses están en la carrera por fabricar un procesador cuántico.

Procesador cuántico basado en moléculas magnéticas –que actúan como cúbits– cableadas mediante un circuito superconductor
Procesador cuántico basado en moléculas magnéticas –que actúan como cúbits– cableadas mediante un circuito superconductor
ICMA

La carrera por construir un ordenador cuántico universal no tiene cuartel. En juego está, ni más ni menos, la posibilidad de romper toda la criptografía actual que da seguridad a nuestras comunicaciones. Un ordenador cuántico haría vulnerables todas nuestras transacciones bancarias, nuestras redes sociales, nuestras compras por internet. El liderazgo en la carrera cuántica conlleva una ventaja geoestratégica de proporciones colosales.

Los ordenadores cuánticos más avanzados, aunque todavía de tamaño muy modesto, han sido desarrollados en Estados Unidos. Varias empresas compiten por obtener chips que logren demostrar por primera vez que un ordenador cuántico es capaz de realizar un cálculo de forma mucho más eficiente que un ordenador clásico. En este momento son Google, Rigetti Computing e IBM las empresas que llevan la delantera. Todas intentan construir un ordenador cuántico basado en cúbits (bits cuánticos) superconductores. Microsoft intenta aprovechar una propiedad cuántica asociada a topología, de momento sin éxito. IonQ propone cúbits basados en trampas de iones. También Intel avanza lentamente en sus estudios de utilizar cúbits basados en puntos cuánticos. En Canadá, D-Wave comercializa una máquina llamada ‘annealer’, utilizada para resolver problemas de optimización.

Una ciudad cuántica

La apuesta en China es difícil de valorar. El gigante asiático ha presentado planes para construir una ciudad cuántica en Hefei, provincia de Anhui, financiada con decenas de miles de millones de dólares. Además, empresas como Baidu o Alibaba apuestan abiertamente por la computación cuántica.

Este escenario deja a Europa en una posición rezagada. La enorme maquinaria comunitaria está necesitando de años para articular una política científica en computación cuántica, asociada al instrumento llamado Flagship, que nace infrafinanciado. Es cierto que Microsoft e Intel tienen centros de investigación en Delft (Holanda), pero nadie debe olvidar que la tecnología que se desarrolle será propietaria, no compartida con el Viejo Continente.

Hay un buen número de iniciativas privadas para avanzar en el desarrollo de tecnologías cuánticas. Por ejemplo, las empresas Zapata Computing y 1Qubit, entre otras, ya trabajan con clientes finales para desarrollar soluciones empresariales basadas en computación cuántica. La idea es que los primeros clientes del software cuántico estén preparados para la llegada del hardware. Es necesario experimentar con nuevos algoritmos para saber qué ventajas competitivas ofrece la mecánica cuántica en problemas como la química cuántica, la banca o la inteligencia artificial.

En nuestro país, las apuestas públicas son menores. Existe un proyecto incipiente de crear un ordenador cuántico en el Barcelona Supercomputing Center en conjunción con la naciente ‘startup’ Qilimanjaro. También hay empresas de consultoría como Entanglement Partners, o tecnologías cuánticas desarrolladas por Quside. Varios grupos universitarios trabajan duramente en la competición cuántica en Zaragoza, el País Vasco, Madrid y Valencia.

Nuestra economía presente aprovecha extensamente la mecánica cuántica: tenemos ordenadores, resonancias magnéticas, láseres, relojes atómicos para el GPS. El futuro de la economía será enardecidamente cuántico, las empresas lo descubrirán como una disrupción. Deberían empezar a prepararse.

José Ignacio Latorre Universidad de Barcelona

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