Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Por qué se me ocurren buenas ideas en la ducha

Cuando te permites ‘no hacer nada’, las neuronas conectan conceptos, exploran nuevos caminos, buscan respuestas originales.

La ducha, un lugar creativo
La ducha, un lugar creativo
Georgia Popplewell

Estás en la ducha, frotándote la cabeza con el champú y canturreando. Por tu espalda se deslizan chorros de agua a una temperatura que casi roza la perfección. Y entonces sucede. Se te viene a la cabeza la solución a ese problema en el que llevabas días atascado. O se te ocurre el regalo de cumpleaños perfecto para tu padre (y mira que le habías dado vueltas...). O empieza a escribirse en tu cabeza, como por arte de magia, la letra de una canción (¡y no puedes anotarla!).

No es mala suerte que la creatividad aflore justo en ese momento. Es que en la ducha, conduciendo con el piloto automático o dando un paseo sin rumbo fijo, sueles dejar que tu red neuronal por defecto trabaje. Cuando te permites ‘no hacer nada’, las neuronas de esta red tan ingeniosa conectan conceptos, buscan combinaciones que tu lógica normalmente descarta por considerarlas ‘absurdas’, exploran nuevos caminos, deducen y buscan esas respuestas originales que necesitas para ser creativo y resolutivo.

La red neuronal por defecto fue descubierta por un investigador llamado Marcus Raichle a principios de siglo. Y pone a trabajar a varias áreas del cerebro, concretamente a la corteza medial prefrontal, la corteza cingulada posterior y parte de los lóbulos parietales. Su actividad suele bajar a mínimos cuando estamos enfrascados en una tarea o prestando atención a algo externo, como responder un mail, redactar un informe, leer una noticia, conversar con alguien, ver una película o levantar mancuernas en el gimnasio. Solo se pone en marcha cuando no hay demandas externas. Cuando nos damos un respiro de ese frenético ritmo de vida a tope tan habitual en nuestra sociedad actual.

No obstante, no es la única que trabaja en los momentos ‘¡eureka!’. Según un reciente estudio neurocientífico realizado por la Universidad de Carolina del Norte (Estados Unidos), hace falta que las neuronas ‘espontáneas’ de esta red se conecten con la corteza prefrontal inferior, encargada del control cognitivo. Cuanto más intensamente cooperan, más originales son nuestras ideas.

El canturreo en la ducha también augura momentos de inspiración. Porque el cerebro teje redes más creativas cuando estamos de buen humor. En un reciente experimento, Ruby Nadler y sus colegas de la Universidad de Western Ontario (Estados Unidos) comprobaron que, después de escuchar una alegre composición de Mozart o de ver un vídeo de un crío desternillándose de risa, somos mucho más originales y creativos que si nos invade la tristeza. Justificación más que suficiente para no reprimir las ganas de cantar bajo el agua.

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